>

Blogs

César Campoy

Banda sonora

¿Rock currado o rock currante?

 

Volverás, sonreiré,
me haré a un lado al comprender,
que te vuelves a arreglar,
y sospecharé el porqué.

Volverás, Maronda (2013)

 

Resulta curioso descubrir que, por estas tierras, con la que está cayendo, y precisamente cuando todo lo que rodea a la industria musical hace años que ha saltado por los aires, precisamente ahora, parece que vivimos uno de los mejores momentos creativos, activos y reactivos de nuestra música.

Tampoco debería extrañarnos. Por regla general, y salvo contadas excepciones, hace varios lustros que los grandes engranajes de la industria apenas han querido saber nada del rock valenciano (se admiten hipótesis sobre las razones). De hecho, durante muchísimos años, para el gran público y para los medios masivos, a nivel sonoro, todo en estas lindes parecía girar en torno a la Santísima Trinidad que integraban Presuntos Implicados (proyecto de raíz murciana), Revólver (Goñi nació en Madrid) y Seguridad Social. Y esto no es bueno ni malo. Simplemente es.

Bien es cierto que, en los 80, algunas multinacionales como Polydor (Glamour), EMI (Platino, Comité Cisne), Zafiro (Vídeo, La Brigada Lincoln, Inhumanos), Ariola (Betty Troupe), Polygram (Armas Blancas), y algunos (por entonces) emergentes sellos independientes como Twins o Dro (Sade, Gabotti, Karmas Colectivos, Vamps), pusieron sus ojos en guitarras y sintetizadores autóctonos. También es cierto que proliferó mucho el maxi-single, y que fue más la traca momentánea que otra cosa. Y, en los años siguientes: el coqueteo de Sony con Las Máquinas, la aventura de Girasoules con EMI, y poco más. Las grabaciones de la mayoría de las bandas valencianas llegaban al respetable gracias a la intermediación de pequeñas disqueras (algunas sobrevivían desde la década pasada) como Discos Medicinales, Xirivella Records, NOSE, Experience, Tranquilo, No Tomorrow, Hall of Fame, Subterraneo, Matarile, Criminal… y, por supuesto, la autoedición, que no es algo nuevo, ni mucho menos.
 

Los amigos de Platino, dejándose llevar por el ritmo


 
De hecho, en los últimos años, la mayoría de formaciones valencianas que han tenido la suerte de ver editado un CD han seguido tirando de sellos independientes. Incluso dos de las referencias patrias con más tirón, La Habitación Roja, o la (se supone) gran esperanza de proyección internacional Polock, han venido publicando sus referencias con un sello tan personal como Mushroom Pillow.

¿Que adónde queremos ir a parar? Como no estamos para muchos trotes, no muy lejos. Simplemente a una conclusión tal vez simplona, pero evidente: que, tradicionalmente, la mayoría de las bandas valencianas se han buscado, buscan y, por lo que vemos, seguirán buscando la vida sin el apoyo de grandes marcas. Y que ahora que muchos lloran la muerte de un concepto de industria anquilosado y que ha fenecido de éxito presa del canibalismo, las nuevas y antiguas bandas siguen y seguirán haciendo música y brindándosela a quien quiera escucharla y/o disfrutarla. Y mucho más ahora que las nuevas tecnologías ofrecen unas posibilidades increíbles.

De hecho, las referencias locales que ven la luz son casi constantes. El goteo, reconfortantemente continuo. Y, lo que más ilusiona, las creaciones surgidas de nuevas hornadas, ilusionantes. En esta ocasión, nosotros optaremos por recomendar una que puede ser disfrutada, desde hace pocos meses, a través de (efectivamente) la red. Se trata de A Silent Language (VGB Records), la última (aunque gestada desde hace tiempo) criatura de los efervescentemente multiculturales Megaphone ou la Mort, intensamente activos desde la década pasada. Grabada y mimada por el imprescindible José Luis Macías (también hiperactivo, y en marcha junto a Marion Küchenmeister y Salva Ortiz con el proyecto Modern Slaves), esta colección de pequeñas perlas a base de ritmos energéticos (Candela’s Club), semicontenidos trallazos (This is my Blood, Propos Amorphes) o reposadas ensoñaciones (Passagers clandestins), se antoja recomendable, la verdad.

 

 

Que las cosas no andan bien, dicen por ahí. ¿Alguien recuerda algún momento de la historia reciente de nuestra música moderna en la que una docena (y somos generosos) de bandas pudiera vivir única y sobradamente de la música durante un periodo de tiempo aceptable? Pues eso. Que aparte de la Santísima Trinidad, y hasta la definitiva consolidación de La Habitación Roja, tal vez la formación valenciana que más público era capaz de reunir (por toda España, oiga), era Transfer. Y que sepamos, el R&R no acabó retirando a ninguno de sus miembros, que siguieron ejerciendo de currelas (marca Benicalap-Ciutat Fallera mediante).

Bueno, sí, uno de ellos, Kono, decidió embarcarse, hace un par de años, en una aventura llamada Rock City, una sala localizada en Almàssera que, hoy por hoy, y por muy difícil que pudiera parecer en sus inicios, ha sabido encontrar un lugar en esta nuestra escena musical. Si todavía no la conocen, aprovechen que este fin de semana celebra su segundo aniversario, sí, a base de tesón y más tesón.

Vamos que, efectivamente, las cosas no andan bien, pero, mientras tanto (y volveremos a ellos), una banda valenciana, Wau y los Arrrghs, sigue consolidándose como una de las referencias europeas indiscutibles del rock más garagero, y en pocas semanas el sello Slovenly distribuirá su nuevo disco, Todo roto, por varios rincones de Europa, Asia y América, donde ya han actuado.

Así que ya saben: consuman cultura y, si es cercana y de calidad, mejor que mejor. Por regla general, no se arrepentirán.

Otro sitio más de Comunidad Blogs lasprovincias.es

Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


agosto 2013
MTWTFSS
   1234
567891011
12131415161718
19202122232425
262728293031