“Piensa que la alambrada sólo es
un trozo de metal,
algo que nunca puede detener
sus ansias de volar”
Libre, Nino Bravo (1972)
No resulta complicado imaginar las cantidad de sensaciones que invadirían a aquellos jóvenes de la Ribera justo antes de pisar, aquella noche, el sagrado escenario del mítico Arena Auditorium de la capital valenciana. La década de los 80 agonizaba, la banda llevaba funcionando unos meses y, a esas alturas de la película, las cosas parecían ir rodadas. Òscar Briz y los suyos se disponían a telonear a una de las bandas más veneradas en la Valencia de aquellos años. The Godfathers se encontraban en un estado de forma, casi, insuperable. Sin duda alguna, esa actuación podía ser considerara como la guinda a un buen año. En esos momentos, los de l’Alcúdia, incansable tierra de iniciativas artísticas, eran elogiados y denostados por igual en el mundillo musical patrio. Aquélla era una buena señal. Eso significaba que estaban ahí. Sonaban como una de las futuras referencias comerciales de la tierra. Además, su primer disco, Banderas de Mayo, incluía un sencillo, Me siento bien, que comenzaba a circular y, lo que es más importante, a ser radiado por diferentes emisoras del Estado.
Banderas de Mayo, de hecho, llegó a figurar en algunas listas españolas como una de las referencias indies a seguir de cerca. Aquel cantante, que años atrás, siendo un adolescente, formó parte de una banda llamada C.O.D.A. tenía un desparpajo particular sobre el escenario. Hasta principios de los 90, la formación seguiría editando trabajos, que generaron dispares críticas, y sencillos como Mamá Soul, Septiembre o Negocios. La evolución de Banderas de Mayo, desde aquellos primeros pasos, fue evidente, pero su condición de conjunto capital de la historia del pop y el rock valencianos sería discutible, como mucho menos lo sería, pese a la débil repercusión de su existencia, la buena pinta de uno de sus proyectos posteriores, The Beat Dealers, una banda que a mediados de los 90 llegó a editar una maqueta en formato cinta (suena raro, ¿no?). Un brillante tratado de power-pop que incluía la magnífica Never Surrender (uno de sus clásicos) y otras pequeñas joyas como Back On The Same Old Planet o I Do Believe, y que, inexplicablemente, nunca acabó mutando en CD, pese a que esta dignísima formación, en la que también figuraba otro ilustre alcudiano, el batería de la tierra Vicent Millo, gozaba de un directo realmente atractivo. El proyecto fue retomado años más tarde, en 2003, y The Beat Dealers llegaron a editar un CD. No obstante, el invento, desafortunadamente, siguió sin disfrutar del largo recorrido que mereció.
Pero regresemos a aquellos 90. Varias actuaciones con referentes como The Zeros habían acabado en poco más que buenas vibraciones futuras que, tristemente, no acabaron de cristalizar. Además, el propio Òscar emigra a la lejana Australia donde, en una curiosísima aventura, acaba formando parte de una de las bandas independientes más importantes de aquel país. De hecho, con ellos llegó a grabar, en 1997, Eternal Nightcap, el multipremiado tercer disco de aquella formación, que incluía el megahit (en aquellas lindes, eso sí) No Aphrodisiac y otros temas que también pegaron como Melbourne.
Tras aquella peculiar epopeya en tierras de Oceanía, Briz retorna, a principios de este siglo, a la tierra que le vio nacer y da un giro radical a su manera de ofrecer su arte. De hecho, comienza a cimentar las sólidas bases de lo que será su imagen de marca en los próximos lustros y, sobre todo, después de haber empleado castellano e inglés en sus composiciones, centra su carrera en incorporar su lengua materna, el valenciano, a su manera de entender la música. El temps ja ha arribat, en compañía de Els Cors d’Aram, muestra a un Briz totalmente nuevo para el gran público.
A partir de aquí, su figura artística comienza a asentarse, sobre todo entre la crítica especializada, como uno de los compositores más destacados del panorama musical valenciano. Purdesig es su segunda referencia de esta nueva etapa, y algunos de sus temas muestran una sensibilidad tremenda que, además, hace confiar en que (como se demostraría) lo mejor estaba por llegar, como fueron surgiendo nuevas criaturas en ese camino en busca de la perfección que parecía haber iniciado Briz: Identitat aliena, en 2004; Quart creixent, en 2007; Asincronia, en 2008, Hotel Paraiso, en 2010… Premios, reconocimientos, felicitaciones… y, finalmente, una de las creaciones valencianas más recomendables en muchos años, justo cuando acaba la primera década del siglo XXI. L’estiu, además de maravillar a propios y extraños, seguía cosechando parabienes (premios Ovidi Montllor al mejor disco de pop, y la mejor canción por Carolina dins d’un pou).
En aquel momento, muchos pensamos que Òscar había tocado techo. Que algo especial tendría que pasar para que un nuevo trabajo suyo llegara a superar en sensibilidad y sinceridad de aquel excelente compendio de lúcidas melodías. Justo hasta que este mismo año decidió desmarcarse con Youth (que no, no representa un retorno a las letras en inglés). A estas alturas, el bueno de Briz, camino de la quincena de referencias discográficas (siete de ellas en solitario), es capaz de mantener ese punto personalísimo repleto de trabajados senderos que siempre acaban confluyendo en un pop de altura. Además, sus melodías siguen manteniendo una esencia consolidada, ya vengan brindadas a partir de la desnudez de una guitarra, o con la complicidad de una elegante sección rítmica. Youth , editado como aquel L’estiu por La Casa Calba, es luminoso, pero también tira de tenues sensaciones. Una gozada, y una suerte de crónica (social, pero también interior), con criaturas tan recomendables como No digues que no pot ser, El rastre del meus herois, Cant de Vicent, Les odes, el emotivo València tensa o Desperta al dolor, así como un nuevo y sonoro homenaje al maestro Vicent Andrés Estellés.
Òscar Briz presentará, este domingo, en el Teatre Micalet, precisamente, su Youth, dentro del ciclo Música en Valencià que, durante los próximos días también reunirá, nada más y nada menos, que a Senior i el Cor Brutal, presentando su València, California (este viernes, día 8, a las 20.30), y Arthur Caravan y Hugo Mas con su Wegener (sábado, día 9, a les 20.30). Briz se dejará caer por el Micalet el domingo, a partir de las 19 horas.