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César Campoy

Banda sonora

Sentando cátedra

The Grannies Band aparcan momentáneamente su rabia sonora para tomarse un respiro y trabajar en su próximo disco

 

Existen directos que se convierten en verdaderos posgrados para músicos noveles. En los que cualquiera con un mínimo de sensibilidad artística y vena curiosa puede impregnarse de oficio. Esas lecciones magistrales tan sólo son capaces de brindarlas, consciente o inconscientemente, verdaderos resistentes. Pepe García del Real, David Campillos y José Montoro, que junto a Ramón Manzaneda dan vida a The Grannies Band, atesoran miles de horas sobre un escenario, cotizadas a lo largo de buena parte de la historia moderna de la música valenciana, en comandita o en compañía de terceros. A saber: Scooters, Cangrejos, Los Canadienses, Inhibidos Quizás?, Carolina Otero & The Someone Elses, Néstor Mir, Trinidad… y Tent, aquellos magníficos Tent que lograron mostrar la vena más punzante que el rock de estribillo glorioso es capaz de brindar. De aquellas cenizas surgió un proyecto que, tras algunos contratiempos, vio editada su primera referencia, The Grannies Band 01, a través de Comboi Records, una frenética colección de bofetadas de esencia beat transformada en una tableta de adrenalina.

 

En reposo.

Ahora, la formación anuncia que se retira durante un tiempo de la circulación para preparar su segundo disco. Abandonar los escenarios por una temporada y centrarse en crear una nueva obra suena muy serio y trascendental. A desconexión, a nueva etapa. ¿No? Pepe nos lo aclara: «Sí. Desconectamos para centrarnos en elegir, trabajar y arreglar las nuevas canciones, y no en repetir ensayos para directos. Todavía no tenemos fechas, ni estudio para la grabación. Primero estamos centrados en tener y apreciar un numero de canciones que nos satisfaga a todos los miembros del grupo. Cuando este paso esté dado podremos pensar en la parte mas industrial. Siempre nos ha resultado muy difícil pensar en estilos a la hora de enfrentarnos a las composiciones. Nos interesa más el concepto de canción, que el concepto de estilo. Cada tema es un ente independiente y es el que nos va a llevar a tratarlos individualmente sin pensar en qué acabarán siendo».

 

 

Del Real es un tipo cabal. Pese a atesorar lustros de bagaje musical, con más o menos fortuna a la hora de recibir los parabienes del respetable, siempre ha gozado del beneplácito de buena parte de la profesión. En sus creaciones, sus referentes se muestran claros, pero adquieren personalidad propia al ser filtrados por ese tamiz crudo pero pegadizo que desprenden, tanto su registro vocal como la eficiente base sonora del grupo. A nosotros se nos antoja una de las personas con más mimbres de nuestra escena para tratar de disertar en torno a lo divino y lo humano de la industria musical: En los tiempos que corren, ¿vale la pena editar físicamente un trabajo? «Existe una pregunta que siempre flota por ahí: ¿Para qué editar? Es gratificante para los músicos ver el trabajo plasmado en un formato físico», asegura. «Las vías de distribución han cambiado mucho, los soportes físicos ya no se valoran como un todo artístico que incluye portada y canciones. Hemos pasado de un formato elepé grande pasando por un formato cedé pequeño, a uno que no da importancia a la aportación artística de las portadas: Te bajas las canciones y no te obligas a bajar las portadas. La facilidad de oír y descargar música en el medio digital hace que el esfuerzo de buscar y escuchar sea nulo o se haya perdido en el camino, ya que un poco de esfuerzo por parte del oyente hace mas gratificante el resultado de la escucha».

 

 

Efectivamente, era cuestión de tiempo y espacio que el tema acabara surgiendo. Una cosa lleva a la otra, y resulta imposible no reparar en la supuesta efímera vigencia de los discos publicados, ya no sólo físicamente, sino también en formato digital. ¿De verdad la música tiene, hoy más que nunca, fecha de caducidad? «Hay ciertos hechos industriales que pueden parecer tontos, que hacen que veamos con tristeza que el formato físico puede tener sus días contados. El hecho de que los coches se vendan sin lector de cedé es uno de ellos. Además, gracias a la facilidad para poder grabar y distribuir música propiciada por las nuevas tecnologías, hace que hoy en día se editen más discos que nunca. Esa sobreexposición a la que nos vemos sometidos como oyentes hace que vivamos en una continua avalancha de propuestas y novedades, amén de las continuas reediciones de los últimos años, que dificulta ahondar en los proyectos musicales. La escucha de los discos deviene por tanto en superficial. A veces da la impresión de que discos que parecían imprescindibles hace cinco temporadas en la actualidad nadie daría un duro por ellos. Parece pues que el tiempo acabará por convertirse en el crítico musical y verdugo por excelencia separando el grano de la paja y estableciendo la importancia y calidad de una obra. Sí, creo que la vigencia de los discos es efímera, pero tampoco vamos a resignarnos; es el signo de los tiempos».

 

Un cuarteto con buena pata.

¿Lo ven? Ya les avanzábamos que valía la pena poner atención en los razonamientos de Pepe García. Aprovecharemos que la ocasión la pintan calva para tantear el momento musical que viven estas lindes, con alguien que ha discurrido con dignidad por diversos estadios de la historia reciente de nuestro devenir rítmico: «Valencia siempre ha contado con grandes músicos y formaciones. Puede ser que en muchas ocasiones los grupos de aquí no hayan tenido la repercusión que merecían en los medios, radicados fundamentalmente en Madrid y Barcelona; ahora bien, es verdad que cada vez hay mas bandas y gente que toca muy, muy bien, y que ya no tiene vergüenza a la hora de presentar trabajos cantados en otras lenguas. Eso sí, antes los grupos se contrataban con un caché determinado, y ahora te toca pagar por la sala, el equipo y parte de la promoción. Esto, antes, era trabajo de otros. De hecho, es algo de lo que jamás debería ocuparse una banda. Si echamos la vista atrás, vemos que el primer gran bum de grupos dedicados al rock se produce en los 80 y se consolida en los 90. A partir de ahí no varía mucho. Lo que verdaderamente varía es la distribución de la música. Antes había que ir a la tienda de discos y rebuscar, además de tener la posibilidad de escuchar al buen asesor que es el vendedor».

 

 

Artista, creación, canal de distribución… Nos falta algo, ¿no? Efectivamente: El oyente, el potencial receptor que desee vivir en directo aquello que le ha emocionado al ser escuchado. Volvamos a tirar de pregunta evidente. Vale la pena, teniendo en cuenta el interlocutor: Si la oferta se ha incrementado de manera abrumadora, ¿existe suficiente público real que pueda asimilarla? Del Real es claro: «Se echa en falta un relevo generacional en el público que asiste a los conciertos. No sé si es una percepción que nosotros tenemos, pero vamos a bastantes, y percibimos que la media de edad es elevada. Igual, propuestas como las del Ayuntamiento de Madrid, de permitir la entrada a conciertos a menores de 16 años pueden contribuir a captar nuevos acólitos para la causa. De todas forman, tampoco hay que desdeñar el papel de los festivales de música, repletos de jóvenes y adolescentes, que hasta cierto punto han acabado desplazando el papel desempeñado por las salas. Además, pensamos que hay una mezcla de falta de interés por la música en lo que a educación básica se refiere, y otra falta por parte de la industria de creerse de verdad que, al margen del mercado en castellano, que lo hay, hay otro mercado internacional en inglés. Quizás si se pusiera más interés por parte de compañías y distribuidoras en ese mercado podríamos hacer que desde fuera no nos miraran tanto como el olé y las castañuelas», sentencia.

 

 

Los discos de la semana

 

Johnny B. Zero

Crystal Totems (Ham House Records, 2016)

Hace poco más de un año, Juanma Pastor y compañía dejaron boquiabierta a la parroquia valenciana ávida de ese rock hiriente de esencia bluesera. Aquel May Day! estalló en sus oídos a partir de crudas dentelladas como Planted like a tree, que bailaban de manera certera junto a cadenciosas composiciones del nivel de I’m missing your eyes. Ahora, de manos de Ham House Records, tan fogoso proyecto retorna con el que debería de convertirse en espaldarazo definitivo a una carrera musical, la de Pastor, tan intensa como esperanzadora. Dándole una vuelta de tuerca más al asunto, y potenciando con coherencia, tanto esa vena histriónica, como aquella que vive de la calma tensa, Johnny B. Zero son capaces de mecerse en la cuna psicodélica y onírica de Magnet & Amplifier, pero también de desparramar sin compasión en cortes como Old woman, y acabar convirtiendo la distorsión en arte.

 

 

El futuro peatón

Travel for 3 (Autoedición, 2016)

El combo sigue labrando una senda tan personal como atractiva, que trabajo tras trabajo evidencia un espíritu evolutivo digno de elogio. En este viaje para tres, el ente sigue mixturando tenebrosos universos, con ambientes industriales, sin olvidar abrir, en ocasiones, la puerta a elegantes elementos rítmicos influidos por una nerviosa inquietud. Todo ello enhebrado con el sentido justo para conseguir que apenas sintamos pesar mientras rebotamos en paredes tan cautivadoras y variadas como la de la absorbente Emptiness, la claustrofóbica Death throes o la ampulosa y abrumadora Mushroom queen, todas ellas recubiertas de pinceladas que siempre suman.

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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