Con su último epé, Howl, recién estrenado, estos apasionados de la esencia americana hacen gala de un virtuosismo realmente envidiable

En la mayoría de las quinielas que se cuecen en la escena patria, el nombre de Badlands aparece grabado a fuego en los puestos de cabeza de cara a vislumbrar cuáles de nuestras formaciones tienen más posibilidades de otear horizontes más allá de la Sierra de Javalambre. El combo liderado por la arrebatadora voz de May Ibáñez, que viene de alzarse con el triunfo en diversos concursos, tanto fuera como dentro de nuestras fronteras, además, ha cogido carrerilla a la hora de registrar sus numerosas composiciones. De hecho, acaba de ver la luz Howl, un epé que completa la trilogía iniciada con Prodigy y continuada con Relentless: «Aquel primer epé lo registramos porque necesitábamos material de estudio, y grabamos simplemente los cuatro temas que teníamos compuestos en ese momento. Nos dimos cuenta de que tenían un estilo bastante definido. La segunda grabación llegó a partir del concurso de bandas de la sala Murray Club; un epé en el que los temas iban hacia otro estilo más bluegrass y menos clásico. Decidimos sacar el tercero por experimentar los subgéneros que dentro de nuestro estilo podíamos controlar, para exponerlos así como un muestrario», aclaran.

Listos para la acción, por Izarne Villaverde

Consciente o inconscientemente, las gentes de Badlands entraron, de esta manera, en la mecánica adoptada, cada día con más frecuencia, por muchos artistas teniendo en cuenta la perenne situación de indecisión que atraviesa un universo musical en el que, al parecer, la vigencia de un larga duración es, casi, efímera. La estrategia que apuntábamos, y cada vez más solicitada, tiene que ver con retornar a aquellas décadas del siglo pasado en las que se funcionaba a base de sencillos y epés para así, tener una visibilidad más continuada. ¿Es algo que se ha planteado la banda? «Lo cierto es que no pensamos en cosas tan abstractas como el funcionamiento de la industria de la música. Intentamos trabajar con los recursos de los que disponemos en cada momento. Hasta hace más bien poco, nos parecía prácticamente imposible poder permitirnos grabar un elepé, así que buscamos una manera de convertir nuestras carencias (económicas o de tiempo) en virtudes».

Y una de esas virtudes tiene que ver, precisamente, con el buen ojo con que el combo plasma su pasión por el folk, el country o el bluegrass, estilos, como muchos otros, con gran predicamento y aceptación en estas tierras: «La escena valenciana está en muy buen lugar ahora mismo. Hay muchas bandas buenas haciendo estilos distintos. También hay que destacar el sentimiento de compañerismo que existe entre los grupos, al margen de lo que las salas hagan o dejen de hacer. Te puedes encontrar a alguien de Johnny B. Zero en el concierto de La Hora del Té, o a alguien de Red Buffalo en un concierto de Laverge. Eso ayuda a que crezcamos todos juntos compartiendo lo que hacen los demás».

Un horizonte claro

Ese crecimiento, además, viene dado por el indudable virtuosismo que atesoran las nuevas generaciones de intérpretes valencianos. Con tan sólo asistir a un concierto de cualquiera de las bandas apuntadas por nuestros protagonistas, el espectador podrá apreciar la incuestionable habilidad y los recursos desarrollados por músicos tan jóvenes: «Es cierto que hay muchos virtuosos jóvenes ahora mismo. Pero no más que antes; no es una cuestión generacional. Ahí estaba Mozart molando con nueve años, o Michael Jackson. Y queremos dejar claro que nosotros no nos consideramos virtuosos en ningún caso. A La Hora del Té, sí».

Casi sin tiempo para digerir la grabación de este recién estrenado Howl, Badlands ya anuncia la publicación del que será su primer larga duración. Con toda probabilidad, el definitivo espaldarazo esperado que consolide este proyecto como uno de los más fructíferos del productivo vivero sonoro valenciano: «Acabamos de terminarlo. Lo grabamos como premio del concurso Sona la Dipu, y saldrá a partir de septiembre. Con la presentación de este epé acaba una etapa que nos ha traído muchas alegrías como banda y a nivel personal», sentencian.

Los discos de la semana

Aullido Atómico

Todo y ahora (Hurrah! Música, 2016)

El proyecto encabezado por el incansable y polifacético Don Rogelio J (Tracahombres, Tumba Swing) no engaña, te mira de frente y te muestra sus cartas desde el primer segundo. Aquel Asalto al corral con que se estrenó el trío en formato largo vino a certificar la certeramente expresada pasión del combo por el rock and roll más clásico. Este Todo y ahora de explícito título no defrauda porque huele a swing áspero, a punzante pyschobilly oscurecido sin exagerar un ápice. Aullido Atómico beben sin despeinarse de la pureza, pero son hábiles a la hora de construir y ejecutar piezas de fácil asimilación que pueden ir, sin chirriar, de lo siniestro (El gran final, Oda al villano) a lo melodramático (La Fracaso), pasando por lo frenéticamente hipnótico y surfero (Sí a todo), lo tórrido (Nana a los diablos) y lo inmediato (las pegadizas Aún preguntas por qué y El guateque lisérgico).

Politiko

Error humano (Lemon Songs, 2016) 

Juan Ernesto Artuñedo presenció, aquel verano de 2013, el concierto que Bonaparte se marcaron en el Arenal Sound. Por lo visto, aquella experiencia le llevó a decidir crear un proyecto, Politiko, caracterizado por el juanpalomismo más radical. El propio Artuñedo compone, graba, mezcla y, por supuesto, interpreta unas creaciones que, en Error humano, encuentran un recipiente para seguir demostrando la facilidad del músico para facturar, sin descanso, breves piezas (26 temas en apenas 25 minutos) que viven de la provocación, lo absurdo y la ocurrencia. Todas ellas son servidas en un formato punk-pop y, por momentos, consiguen incluso dibujar una sonrisa en el oyente.