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César Campoy

Banda sonora

El esplendor de la furia

Con la primera entrega de ‘The Flowers’ Cavern’ Gatomidi inaugura un proyecto discográfico de largo recorrido

 

Carece de alma quien, ante el ímpetu irrefrenable en directo de Jimena, Nolasco y Julián, no quede prendado durante varias horas. Gatomidi, el combo valenciano-conquense, cultiva un espectáculo en vivo solvente y abrumador, inapelable. Tanto, que cuesta comprender cómo es posible trasladar todo ese maremagno al estudio: «Lo más difícil de grabar un disco es pasar todo tu arsenal sonoro a través de ciertos límites y niveles que debes considerar, todo ello sin perder tu esencia. Hay que investigar qué sonido, qué nivel y qué presencia van a jugar en la mezcla, que al fin y al cabo es como una caja de globos a presión en la que todos tienen un espacio. Nos gusta que esa fuerza y electricidad estén plasmadas en las canciones, y además pensamos que es algo que nos identifica. Pero a no ser que el disco esté registrado en directo, pensamos que en una grabación hay aspectos que se tienen que controlar. Por supuesto, el sonido en vivo es diferente porque ya no sólo estás ofreciendo las canciones; te estás ofreciendo a ti mismo, tal como eres, sin pasar por ningún tipo de filtro, y ésa es la grandiosidad de ver a un grupo en directo: ver su esencia», aseguran, satisfechos con su última criatura sonora, The Flowers’ Cavern (Part I), un exultante epé que marca el inicio de un proyecto discográfico de largo recorrido: «Habrá más de una parte hasta completar un todo. Hemos querido hacerlo así porque realmente está sucediendo algo con la música. Se ha convertido en algo muy efímero, y pensamos que de esta manera podemos dar su espacio y su tiempo a cada una de las canciones que hemos creado. Ya estamos ultimando la segunda parte, que esperamos que se publique en 2016. Nos encanta componer canciones y disfrutar, aportando material sin ningún tipo de presión. Creemos que, de esta manera, el proceso creativo es mas fructífero y, por qué no decirlo, también más barato».

 

Nubes blancas en el horizonte. Por Pablo Quejigo

Este trabajo se convierte en la primera producción original del grupo desde aquel Enclosed Spaces de 2013. En todo este tiempo, el trío ha vivido en una montaña rusa constante. Además, ha cambiado su lugar de residencia: Del soleado Mediterráneo, a la plana meseta: «Desde que sacamos Enclosed Spaces no hemos parado. Conciertos, gira con French Films en dos ocasiones, cambio de batería, festivales, la versión de The Velvet Underground… Incluso nos hemos construido un estudio de grabación en Mota del Cuervo. Además, hemos compuesto, grabado nuevo material y encontrado una agencia de confianza [Big Thing Music] que nos apoyase en el lanzamiento de este nuevo trabajo. Evidentemente, un cambio de residencia afecta. Por ejemplo, ahora, a la hora de ensayar, lo hacemos en el estudio que hemos mencionado, y hay que preverlo con tiempo. La forma de trabajar es diferente, más intensa, y para nosotros más fructífera que antes. También todo este proceso de cambio ha influido mucho en las letras, e incluso diríamos que al grupo le ha venido bien un cambio de aires, aunque no ha sido fácil dejar atrás una ciudad que en muchos aspectos nos lo había dado todo».

 

Afortunados. Por Pablo Quejigo

Esa ciudad, evidentemente, es Valencia, la cuna en la que surgió y se fogueó Gatomidi, y a la cual han regresado este jueves, 15 de octubre, para subirse al escenario de la sala 16 Toneladas, en compañía de los argentinos El otro yo. ¿Sigue vigente esa conexión valenciana? «Siempre llevamos como insignia que la banda nació en Valencia. De hecho Juli todavía vive allí. Pero el grupo se ha movido mucho fuera de la ciudad. Somos personas a las que no les gusta cerrarse ninguna puerta, más que nada porque no sabemos qué vamos a hacer mañana. Con las aspiraciones nos pasa lo mismo: Las queremos todas y más, pero con paso firme y los pies en la tierra, siendo conscientes, en todo momento, de cuál es nuestro lugar. Cada canción que hacemos y cada concierto que damos es un paso adelante», aseguran, mientras desmenuzan los entresijos de esta primera entrega de The Flowers’ Cavern, que confirma esa senda, más o menos evolutiva, hacia sonidos menos ásperos, y más cercanos al rock británico, y que ha sido grabada en los Little Canyon Studios, con la connivencia de Luis Martínez. Dos viejos conocidos: «Luis es un gran técnico de sonido que siempre está dispuesto a aportar ideas y dejarnos experimentar. ¡La grabación ha ido tan bien que hasta se marcó un solo de guitarra en Space! No sabemos cómo será el futuro sonido de Gatomidi, porque pensamos que cada momento es irrepetible y que no puedes componer lo mismo hoy que hace dos años. Nos gusta probar cosas nuevas, y desde luego que nos influencia mucho toda la música que escuchamos, pero son los momentos, al menos en nuestro caso, los que nos hacen crear las canciones. A partir de éstos empieza todo».

 

 

El disco de la semana

 

Coleccionistas

Coleccionistas (Demian Records, 2015)

Era de prever. La unión de tres generaciones de músicos (que fueron, son y serán capitales en la historia de nuestra banda sonora) dotados de una sensibilidad evidente (el espíritu irónico de Víctor Ramírez, la sensatez de Jorge Pérez, las ganas de mirar siempre adelante de Remi Carreres); la pasión y tranquilidad con que han afrontado un proyecto que ha contado con la imprescindible y necesaria complicidad de Demian Records, y aquel aperitivo que fue servido a modo de adelanto hace pocos meses, y cuya esencia ya ha sido desgranada en alguna que otra cita en directo, todo ello, invitaba a mostrarse esperanzado a la hora de esperar el estreno en formato largo de Coleccionistas, una aventura que evidencia el buen ambiente imperante en sus filas, y la aparente facilidad con la que las tres partes han llegado a un acuerdo para que cada una de sus personalidades acabe por integrarse en un viaje de altura.

Producido por el propio Carreres, y con incontables colaboraciones como las de Johnny B. Zero o Carlos Ortigosa (bello, también, el arte de Antonio Ladrillo), resulta difícil no claudicar ante la esencia disco más bailable y pegadiza de Así salga bien, o la más, digamos, ‘industrial-pop’ de Amor zombi, como también se nos antoja difícil no esbozar una sonrisa de complicidad al recorrer la melodía de una simpática Fantástico zorro, emocionarse al enfrentarse a la fantástica Pronto habrá más (la bella letanía «los bailarines pisan los jardines» huele irremediablemente a Tórtel), o ensoñar con la espacial Buena voluntad («ya tengo mis problemas, como para que tú ahora quieras que te haga una canción») y la experimental Proyectos electrónicos para Adán y Eva. En definitiva, la electrónica más amanuense y heterogénea, al servicio de un pop de calidad y matices repleto de mantras.

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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