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César Campoy

Banda sonora

Alabados sean Gener

Inspirada en la figura femenina, la banda ha facturado uno de los mejores discos valencianos de los últimos tiempos

 

¿No se han preguntado nunca en qué momento es, un artista, consciente de que tiene una obra magna entre manos? ¿No les asalta la duda de si siente algo especial, de cuáles son las señales (si existen) que le hacen presagiar que algo sobrehumano acabará ocurriendo? La fuerza y el espíritu que emanan de Oh, germanes! (Mésdemil, 2016), desde el minuto cero de su escucha, hacen que entendamos por qué ha acabado convirtiéndose en (si no el mejor) uno de los mejores discos valencianos del año que acaba de finalizar, así como uno de los más recomendables de la década. La verdad, da la sensación de que, desde un principio, estuviera predestinado a lograr algo grande. ¿Era ése el pálpito que embriagaba a los miembros de Gener nada más acabar de grabarlo? «Sabíamos que teníamos un buen disco antes de ir al estudio, y seguimos creyendo ciegamente en esa idea hasta hacer los últimos retoques de la mezcla. Esto no quiere decir que en el camino no hayan aparecido dudas, chascos, desajustes entre la voluntad y el resultado final. Pero tenemos la íntima sensación de que ese abismo que suele separar la idea inicial del producto ejecutado es, en este caso, mucho más estrecho, apenas una pequeña fisura», sentencia, seguro, Carles Chiner, alma máter de un proyecto que, hace un par de años, con aquel sobrio El temps del llop (Mésdemil) ya dejó descentrado a más de uno.

 

¡Aleluya! Por Paula Duart

Aquel primer disco fue grabado, casi en su totalidad, por el propio Chiner, aunque los miembros actuales de Gener ya asomaron la cabeza de manera solemne. Eso convirtió aquella aventura en una especie de soliloquio que, con el paso del tiempo, parece que ha mutado su imagen de marca en beneficio de la colectividad a la que también pertenecen Pasqual Rodrigo, Enric Alepuz, Vicent Todolí y César Castillo: «Gener nació desde el mismo principio con vocación de banda. La grabación de El temps del llop se planteó conmigo solo, porque entonces no había una banda creada. Pero, vaya, siempre lo vi como una eventualidad a superar. Hoy por hoy, Gener es un proyecto de cinco personas, cuya dirección creativa recae sobre mí. Esto incluye componer y dar el visto bueno final de las cosas. Pero Pasqual, Sangui, César y Enric no son músicos a sueldo, mercenarios. Son piezas activas, de una u otra manera, en todas las partes del proceso: creatividad, producción, estrategias, imagen. Somos cinco personas dedicando sus energías y talentos específicos a la banda», asegura Carles.

 

 

La banda (o el trabajo de la banda). Este es el primero de los tres condicionantes que, según Chiner, han hecho de Oh, germanes! (a presentar, el 20 de enero, en La Rambleta) aquello que es. ¿La segunda? Paco Loco, leyenda del indie español de los 90 del siglo pasado convertido, desde hace mucho, en solicitadísimo productor. Hasta sus venerados estudios del privilegiado Puerto de Santa María viajaron los valencianos para registrar su obra. Y acertaron. Vaya que si acertaron: «Fue una de las primeras opciones, pero la descartamos por cuestiones de distancia, gastos, etc. Sin embargo, cuando fueron definiéndose las canciones sentíamos que había una cosa con peso, y que era el momento de hacer la apuesta para conseguir el disco que queríamos. Lo que buscábamos es fácil de definir, pues es el espíritu de aquello que hace Paco: una manera de trabajar que respeta la interpretación de los músicos (errores incluidos), que encuentra la virtud en la peculiaridad del sonido entrante, y no en su perfeccionamiento posterior, y que no convierte la posproducción y la mezcla en un taller de tuneado de coches. De alguna manera, el tipo de canción que teníamos entre manos exigía ese tipo de producción, sin desmerecer para nada otros estilos y formas de funcionar».

 

El quinteto, inspirado. Por Paula Duart

De esta manera, los sonidos ideados en El temps del llop, repleto de referencias provenientes de la esencia sonora norteamericana de raíz, sobre todo, folk, han seguido discurriendo por la senda madre, aunque, en esta ocasión, los aires huelen más a soul, a música negra. ¿Qué ha sido aquello que ha removido las entrañas de Gener en los últimos tiempos? «Pienso que tiene más que ver con mirar hacia atrás, a pesar de que no de una manera especialmente nostálgica. A nivel sónico, nos apetecía mirar hacia las músicas que nos han marcado, celebrando las virtudes de las sonoridades del presente, que nos ofrece otras texturas y posibilidades a partir de las cuales romper una rueda de acuerdos estándar».

Esto hace posible que el resultado final de la obra acabe convirtiéndose en una especie de celebración festiva con elementos agridulces. Como si de una misa gospel se tratara: «Me parece una buena definición. Y me alegra que te llegue con esta claridad, pues desde la misma asunción del ‘concepto’ (y, más tarde, ordenando las pistas, terminando la portada) perseguíamos esta idea de altar de ofrendas pagano, emulando aquellos altares llenos de santos de diferentes estilos artísticos y en diferentes formatos (postales, cirios, imaginería, a la manera del collage) con los cuales las mujeres católicas mediterráneas vehiculan sus plegarias. En definitiva: utilizar, de alguna manera, los símbolos que históricamente han servido para encadenar a las mujeres y su sexualidad, para desactivarlos, ofreciendo a través de ellos un discurso más liberador», aclara Carles.

 

 

La figura femenina, sí. La tercera de las patas de Oh, germanes!. «Las mujeres de mi vida», en palabras exactas de Chiner. Esa temática (el evidente homenaje a la mencionada figura femenina), junto al desarrollo musical ya expuesto, convierten este disco en una suerte de pieza conceptual. ¿Qué llevó a Gener a idear esta creación tan compacta y con un objetivo tan definido? «El amor, el azar, el trabajo, la procrastinación, la familia, la relación con la banda, el dejar que el inconsciente haga su trabajo sin presiones, manteniéndote abierto a lo que puedas encontrar sin necesidad de buscarlo desesperadamente… No hay nunca una sola semilla. Al principio surgieron unas pocas canciones, y casualmente todas hablaban de o giraban alrededor de mujeres. Así que, en un momento dado, decidí seguir esa línea y la banda lo apoyó plenamente, respetando el proceso de composición y ofreciendo feedback. Ya lo he dicho varias veces y tengo miedo de repetirme, pero nunca me canso de insistir en la importancia de tener periodos de sequía; me costó unas cuántas crisis vitales darme cuenta de que una crisis creativa sólo es una oportunidad para poner la oreja y abrir los ojos al mundo porque (al menos de momento) tú tienes poco que ofrecerle a él y él todo a ti. Quién tenga siempre cosas que decir sin contrastar sus ideas con las experiencias vitales que la vida le ofrece sólo puede ser un idiota militante o un artista presa del autismo».

 

 

Contrastar, abrirse, vivir, experimentar, empaparse de todo aquello que valga la pena. Todo ello se evidencia en un hecho: este trabajo incluye diversas referencias a artistas que han marcado a Chiner, no sólo de dentro, sino también de fuera del universo musical (de Sylvia Plath a Rosa Luxemburgo, pasando por Ray Bradbury). Algo parecido viene sucediendo con la oferta de otras bandas de la tierra como Arthur Caravan, que van más allá de lo meramente musical, para tratar de abarcar otros campos del arte. ¿Podríamos hablar de una especie de ‘intelectualización’, por muy pretencioso que suene el término, que busca un mayor esfuerzo del oyente a la hora de tratar de asimilar las obras creadas? «No creo que sea tanto fruto de un proceso de intelectualización, signifique esto lo que signifique, como de asumir sin complejos los referentes (personales, morales, estéticos) que han hecho de ti la persona que eres, asumiendo a la vez que no eres especial por eso; que hay gente a la otra parte de la valla o el charco que también se ha enamorado de la vida a través de aquellos libros, poemas o artistas, y que hacer música es, en cierta medida, lanzar mensajitos dentro de botellas a aquellos desconocidos, que te constatan que no estás solo», finaliza Carles.

 

 

Los discos de la semana

 

Pastore

Reverdecer (Autoedición, 2016)

Rodearse de gente de fiar es lo mejor que puede hacer uno cuando emprende una nueva aventura. Esto lo ha tenido claro Sergio Pastor a la hora de construir su primera criatura sonora bajo la marca Pastore, al contar con la producción de Manolo Tarancón y la masterización de Carlos Soler. El resultado es un dignísimo disco, que igual te remite al Ariel Rot más lúcido, que te brinda los senderos más elegantes y sentidos del rock convencional perfumado de esencia folk. Todo ello, mostrando a un Sergio que desnuda su alma sin vergüenza. Ayudándose, además, de otros nombres destacados de nuestra escena como Txema Mendizábal, Néstor RausellSara Ledesma o Carles Chiner, piezas como aquella que da título al trabajo, las evocadoras Virgen del Mar, Fuego y Bienvenida estación, o las sobrias Pequeña Habana o No paren el combate hacen presagiar futuros buenos tiempos para este proyecto.

 

Tremp

Zaindu (Mésdemil, 2016)

El segundo larga duración de los de La Marina profundiza, todavía más, en la evidente pasión que muestra la formación por los senderos más frecuentados y habituales del indie-rock de esencia anglosajona. De esta manera, destellos de los Franz Ferdinand más nerviosos, los Mando Diao más efectivos o los The Strokes más relajados, son fácilmente identificables en piezas como L’hotel, Per tornar a nàixer o Jo vull. Gratamente trabajados algunos de sus parajes sonoros, para construir este Zaindu la banda ha contado con la connivencia de un ocupadísimo Mark Dasousa a la producción, además de colaboraciones como las de Arnau Castell (Physis) y Remei Giner (Skalissai, Aspencat).

 

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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