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César Campoy

Banda sonora

Cuento sonoro de Navidad

“Kilómetros de carretera,
billetes de ida y vuelta,
hierbas alucinantes,
trompetas por la mañana”

No tengo nada, In Fraganti (1983)

 

Lo sabemos, las cosas no están, precisamente, para celebraciones, pero el caso es que, como habrán podido adivinar, la Navidad hace tiempo que llegó (de hecho, como las fiestas josefinas, cada año se vislumbran antes). Tradicionalmente, la industria musical ha considerado estas fechas uno de sus periodos de venta más importantes del año (si no el que más). De hecho, muchos de los lanzamientos estrella de la temporada quedaban reservados para las primeras semanas de diciembre, aprovechando el afán consumista del personal. Además, durante el resto del año, buena parte de la plantilla de aquellos imperios discográficos estrujaba sus catálogos buscando artistas y temas que pudieran copar los incontables recopilatorios que invadirían las, otrora, numerosas estanterías dedicadas a la música de los grandes centros comerciales (sí, entre ellos, el del Dúo Dinámico; un clásico).

Hoy, apenas queda personal en aquellas disqueras, apenas quedan disqueras, apenas quedan estanterías dedicadas a la música (y la cultura, en general) en los grandes comercios, aunque, eso sí, las compilaciones de Manolo y Ramón siguen perdurando.

El caso es que, como avanzábamos, años ha, era habitual no sólo planificar la campaña navideña a base de grandes éxitos y nuevos lanzamientos de postín, sino también invitar a los artistas a meterse en el estudio para grabar temas festivos que, por regla general y salvo contadísimas excepciones, gozaban de un nivel de calidad más que dudoso, y que, en la mayoría de casos, solían tener dos destinos claros: el promocional y el, a largo plazo, coleccionista. Poco que ver, en definitiva, con la segunda edición, recién publicada, de la iniciativa Unos pocos copos, surgida desde tierras valencianas, y auspiciada por Norah Alexandra Vega (también conocida como Pajarita).

 

 

En Unos pocos copos, la constante Norah ha conseguido contar con la connivencia de más de una veintena de artistas independientes, para configurar una nueva entrega de lo que vendría a ser una atípica reunión de figuras en torno a temas que giran alrededor de la temática navideña. ¿Su objetivo? Destinar todo lo recaudado, a través de la opción de descarga digital, a la Federación Española de Bancos de Alimentos. ¿Que cuánto nos “cuesta” colaborar con la iniciativa? Pues, fíjense cómo andan las cosas (y esto es sintomático del momento de regeneración-revolución-indecisión que vive el universo musical), a partir de 3 euros es posible descargarse un total de 22 canciones de bandas como Algora, Oh, Libia!, Sr. Chinarro, Olivia de Happyland, Carolina Otero & The Someone Elses, Alborotador Gomasio, Polonio, Gilbertástico, Mäbu, Arnau Cintas, Que bailen los demás & Dimitri López Dimitrescu, Uke o Manolo Tarancón, que, como comprenderán, abarcan diversos estilos, ritmos y estados de ánimo, así como dispares temáticas y puntos de vista sobre la filosofía navideña (o no).

Efectivamente, como habrán podido adivinar, la presencia valenciana es, más que importante, determinante. Y esto nos ha hecho reflexionar, así, como quien no quiere la cosa, sobre las sonoras referencias históricas de este estilo más cercanas. A primera vista, la verdad, nuestra mente se quedó en blanco. Bueno, no. Lo cierto es que la primera imagen que se estampó en nuestro corcho cerebral fue, por partida doble, la de un Raphael, en un extremo, cantando El Tamborilero (en cualquiera de las 824 versiones disponibles) y, en el otro, con ese extraño movimiento de enrosque de bombilla en el denostado anuncio navideño de la Lotería.

Afortunadamente, recuperamos de inmediato la serenidad y el sentido, y pronto caímos en algunas referencias navideñas míticas, aunque ninguna de ellas relacionadas con estas tierras mediterráneas: Aquel Hagamos una Navidad de unos Los Bravos, ya sin Mike Kennedy; El mundo en Navidad, de Los Sirex; ese EP de villancicos editado por, sí, el Dúo Dinámico, en 1965; aquel dramático Estrella de paz de Los Pasos, del 69; el impagable Navidad de Los Brincos (con sus tradicionales cascabeles); aquel Navidad con Manolo Díaz del avispado compositor…

 

 

Eso sí, nos resultó la mayoría de ellas tan fofa, que nuestro castigado cerebro volvió a acudir en nuestra ayuda y nos remitió a dos de las referencias internacionales sesenteras más míticas del género. Corría el año 1964, cuando Capitol decidió sacar el mismo partido a The Beach Boys en invierno, que en verano, así que les invitó a compilar en un disco, bajo el originalísimo título de The Beach Boys’ Christmas Album, composiciones propias de temática navideña, y otras tantas versiones de clásicos festivos. El pelotazo, como era de prever, fue total, y el álbum siguió vendiéndose, de manera generosa, durante varias décadas. De hecho, vivió diversos procesos de recuperación y reedición.

Lo bien cierto es que aquello no dejaba de ser una dignísima colección de villancicos pasada por el pegadizo y mágico tamiz surf-pop de la banda (vamos, como si Los Brincos hubieran reconducido el Noche de paz a ritmo de Flamenco). Eso sí, aquellas producciones y armonías vocales que caracterizaron desde sus principios a los “chicos de la playa”, una de las mejores cosas que le han pasado a la música, siguen justificando, de sobra, la escucha habitual de aquel The Beach Boys’ Christmas Album, por mucho que nos duela imaginar lo que pasaría por la cabeza de aquellos Brian o Dennis, justo en el momento en que posaban aparentemente felices para la cursi portada del disco, mientras el ogro patriarca de los Wilson, aquel frustrado padre y mánager castigador, maldecía desde su casa tras haber sido despedido por el conjunto aquel mismo año.

 

 

Porque, ya lo saben, el bueno de Brian Wilson, ha sido (y es) un tipo un tanto obsesivo. Este gran genio, también les sonará, tuvo, a lo largo de su carrera artística, un par de momentos de bajón considerable. Bueno, tuvo varios, pero, tal vez, dos trascendentales. Uno de ellos, cuando escuchó por primera vez el Strawberry Fields Forever de The Beatles, mientras andaba atascado en la creación del inmenso SMiLE. Sumido en una crisis garrafal, y pese a haber creado aquella obra magna llamada Pet Sounds, consideró que su carrera artística estaba acabada, y llegó a pensar que sus irrepetibles composiciones eran una patata al lado del mágico sencillo de unos The Beatles que, por si esto fuera poco, pocas semanas después editaban su Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. La puntilla final para nuestro inestable protagonista, que pensó que los de Liverpool se le habían adelantado una vez más, y que no valía la pena seguir en esto de la música. Sí, la autoestima no era el punto fuerte de Brian.

El segundo momento de bajón lo registró el buen hombre cuando, años atrás, se dio de bruces con el muro de sonido del lumbreras de Phil Spector. Supuso una nueva depresión motivada por el hecho de que no se le hubiera ocurrido a él, antes, construir tal mágica maraña de voces e instrumentos. También se replanteó su carrera artística. Afortunadamente, en esta ocasión el volátil Wilson supo recuperarse a tiempo, adaptar a su filosofía los dictados del imberbe y nervioso Spector, y siguió brindándonos algunas de sus mejores genialidades sonoras.

Esto nos hace desembocar, precisamente, en el segundo de los míticos discos navideños a los que hacíamos referencia. El peculiar Spector había tirado, en 1963, de algunos de sus artistas favoritos para, a partir de su inconfundible estilo, estructurar un disco festivo, A Christmas Gift for you, cuya “oportuna” fecha de lanzamiento coincidió, cosas de la vida, con el asesinato de John Fitzgerald Kennedy (las balas y el incontrolable Phil, esa curiosa relación). A partir del concurso de Darlene Love, Bob B. Soxx & The Blue Jeans, The Crystals y, sobre todo, aquellas The Ronettes lideradas por la futura y sufrida compañera sentimental de nuestro protagonista, y, como harían un año más tarde The Beach Boys, tomando como referencia el exitoso sonido conseguido en producciones como Be my baby, Spector construyó una colección de canciones, cuyo resultado final se aproxima bastante a una obra de arte (el propio Brian Wilson la considera una de sus referencias de cabecera), a partir de una producción grandiosa. Sí, tampoco su portada era para tirar cohetes, y aquel Silent Night en el que Phil nos desea unas felices fiestas a partir de un discurso sonrojante, es un cierre ñoño y discutible, pero piezas como aquella adaptación del White Christmas de Darlene Love o el Frosty The Snowman de las mismísimas Ronettes no dejan de ser soberbias (esos coros, esas baterías, esos arreglos de cuerda…).

 

 

Y en éstas que volvimos a bajar a la Tierra y seguimos dándole vueltas a nuestra cabeza en busca de alguna referencia histórica en la que una de nuestras grandes voces valencianas hubiera participado en un proyecto, aunque fuera lejánamente, parecido. No hubo manera. Tan sólo caímos en que nuestro Bruno Lomas, el Leopardo de Xàtiva, allá por el 65, incluyó una tierna balada titulada En Navidad, que formó parte de aquel EP que también incluía una frenética revisión del Igot a woman.

Ver a la fiera de la Costera convertida en gatito no nos acabó de convencer, así que, finalmente, decidimos optar por una solución más que satisfactoria para compartir con nuestras amistades, en estas fechas que se avecinan, de cara a cualquier cena, vermú o reunión navideños: Tirar de aquel injustamente tratado y desconocido LP publicado en 1968 y titulado Cara y cruz de Bruno Lomas. Por aquel entonces, había algunas voces que ya consideraban que la hora artística de Bruno llegaba a su fin. A punto de entrar en los 70, ¿qué papel podía jugar el mayor roquero que ha dado la música hispana?, se preguntaban en EMI. Así que, ni cortos, ni perezosos, se aventuraron a tratar de reconvertirlo en un crooner con todas las de la ley. El resultado, a nivel comercial, no fue ni mucho menos, el deseado, y aquel disco apenas caló en el respetable, pese a incluir algunas adaptaciones más que dignas, como la que, finalmente, nosotros hemos decidido saborear durante estas fiestas, por supuesto, a la salud del gran Lomas.

 

 

Eso sí, en definitiva, y para qué vamos a engañarnos, obviaremos ponernos moñas, pero también agoreros, así que nos limitaremos a desearles a ustedes salud y coraje y, por supuesto, cultura, mucha cultura. Durante estos días, sin ir más lejos, pueden decidirse por dejarse caer por la original exposición fotográfica de Juan Limousine, en la Sala Russafa, en la que parte de lo más granado de nuestra escena musical ha posado para él recreando portadas clásicas y míticas de discos (hubo un tiempo en que podían tener tanto protagonismo como la música que cobijaban): Birkin y Gainsbourg, Serrat, The Clash, AC/DC o Björk, vistos por Tórtel, El Ser Humano, Carolina Otero, Los Radiadores… Interesante, ¿no?

Como también pueden acercarse, el próximo jueves 26 de diciembre, por La Llimera, donde la batalladora Cándida presentará nueva formación y nuevo proyecto. Afirma que le da una patada a los géneros y se pone a hacer lo que le da la gana. Vamos, lo que (afortunadamente) ha venido haciendo desde que se dedica a esto de la música. Por 5 euros podremos verla acompañada de su inseparable Juan Barcala, David Albelda y (aquí está la novedad), Antonio J. Iglesias (Dwomo) a la batería.

Y les volvemos a recordar que, si quieren hacer un regalo baratito, solidario y patrio, ya saben, Unos pocos copos, de vez en cuando, no vienen mal. Que no nos cansaremos de insistir en que vale la pena consumir cultura y, si es cercana y de calidad, mejor que mejor. Por regla general, no se arrepentirán.

 

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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