Con el inicio de la década Gatomidi deslumbraron con Facing destiny, una maqueta en la que mostraban, sin complejos, su pasión por el post-punk más elegante y emocionante. En poco tiempo, quien todavía dudaba de sus posibilidades acabó subiéndose a tan atrayente espiral al comprobar el vendaval sonoro y efectista en que se habían convertido sus directos. La senda siguió mostrándose firme en 2013, cuando vio la luz un Enclosed spaces mucho más ruidoso, épico y ambicioso. El trío comandado por Jimena Quejigo y Nolasco Contreras, pese a sus orígenes castellanas, despuntaba como una de las referencias de la escena valenciana con más proyección. Precisamente, la que debió conferirles su nueva referencia, un The Flowers’ Cavern que, ahora, y de la mano de Molusco Discos, acaba viendo la luz, dos años después de que el combo mostrara un primer avance que incluía joyas del estilo de The Fortunate Ones, y que debía significar la primera de una serie de entregas que, finalmente, han quedado compactadas en un larga duración único. Ellos mismos nos explican el cambio de estrategia: «Pretender grabar tú mismo las canciones conlleva sus dificultades, y disponer del material y los recursos apropiados es un esfuerzo económico importante que no podíamos hacer de golpe. Teníamos pensado que las hubiera, y ya en ese momento queríamos que la grabación corriera de nuestra parte para empezar a darle la salida al estudio de grabación. Básicamente ésa ha sido la principal razón. Cuando nos quisimos dar cuenta ya teníamos listas el resto de canciones del álbum, y decidimos sacarlo al completo. Tanta planificación en el rock no existe, y si tienes algo lo tienes que mostrar porque, si no, se puede quedar en el armario para siempre. Es algo que nos ha ocurrido y nuestra intención es que no vuelva a suceder, ya sea lanzando una canción, tres o diez».
Aquella avanzadilla (tres temas) fue registrada en Little Canyon con Luis Martínez. El resto de canciones han sido cinceladas en el estudio de grabación que el grupo ha construido en Mota del Cuervo (tras abandonar Valencia y regresar a su tierra), y producidas por ellos mismos. ¿Ha sido difícil dotar de continuidad a todos los temas para lograr una globalidad coherente? «La verdad es que no. Alguno de los temas nuevos ya tenía bastante forma cuando nos metimos en Little Canyon. Lo que ha sido complicado es ser objetivos. Siempre crees que lo puedes hacer mejor y te evalúas continuamente. Decidir cuál era la toma buena, sin contar con alguien que te diga ‘eso está bien’, te puede hacer entrar en un bucle infinito de perfección absurda. Es más sencillo verlo en los demás que en uno mismo. Incluso así hemos disfrutado cada momento de la grabación y valoramos aún si cabe más el trabajo de los técnicos con los que hemos trabajado. Ha sido una experiencia única que nos ha dejado huella y estamos deseando empezar a grabar nuevas canciones para volver a vivirla», aseguran, mientras se muestran orgullosos de haber hecho todo lo posible por tratar de plasmar, en el estudio, uno de los puntos fuertes de Gatomidi, su feroz directo: «Seguimos considerando que son dos cosas diferentes, aunque estas nuevas canciones conectan muy bien ambos mundos. Cuando escuchas temas como Have fun, Na Na Na (Everything’s better with love) o Feel high te puedes imaginar a la banda tocándolas en vivo. Además, éstos son nuestra parte fuerte y siempre lo hemos achacado a que no reproducimos el repertorio tal cual suena en el disco, sino que puedes ver a tres personas disfrutando y derrochando energía en el escenario. El público en los directos busca algo más que una reproducción fidedigna. Al final, nuestra esencia es proyectar las canciones con la fuerza suficiente para contagiar a la gente que viene a tu concierto».
The Flowers’ Cavern ha sido masterizado por uno de los productores y músicos más reputados de la escena valenciana, Carlos Soler («buscábamos esa elegancia que le caracteriza, un sonido brillante a la par que contundente, algo más fresco y moderno»). Con él, podríamos decir que se cierra el círculo. Soler fue colaborador de Paco Morillas, con quien Gatomidi grabó su primera maqueta. De hecho la formación ha trabajado con algunos de los técnicos-productores de la tierra más solicitados (todos los mencionados, Carlos Ortigosa…): «Valencia es una tierra que suena a música y a talento. Sobre todo, por la cantidad de grandes profesionales que puedes encontrar. Hemos tenido la suerte de trabajar con muchos de ellos, tanto para la grabación, como para sonorización de conciertos y para la masterización de nuestros discos. A veces hay demasiada tontería con eso de irte a megaestudios cuando tienes a grandes profesionales a la vuelta de la esquina. Entendemos como músicos que quieras trabajar con Ted Jensen, Nigel Godrich… que nos haría ilusión masterizar en Sterling o grabar en Abbey Road, pero, siendo realistas, en este momento preferimos contar con gente de confianza y que tengamos mucho más a mano y así aprovechar el producto nacional que tiene mucho que aportar», defienden, mientras tratan de explicar la razón por la cual, las criaturas de Gatomidi suelen espaciarse tanto en el tiempo: «El principal motivo es que todo recae sobre nuestros hombros. Es complicado compaginar ensayos, composición, grabación, promoción, envío de mails, buscar conciertos, diseños, fotos, trabajo… No nos quejamos, nos gusta, pero, a veces, faltan manos y tiempo. Si a todo esto le sumas que estamos abriendo al público el estudio de grabación, la dificultad se eleva al cubo. A veces llegas a pensar que estás haciendo un triple salto mortal sin red, pero es ese espíritu el que nos hace seguir adelante. El día que venga alguien y lo haga mejor que nosotros, entonces delegaremos. Afortunadamente, en esta ocasión contamos con el apoyo de Molusco Discos, que se está encargando de distribuir el vinilo. Gracias a ellos hemos podido volver a fabricar en este formato y, claro, conseguir esto también ha llevado su tiempo. Para Gatomidi esto supone un paso adelante y encontrar tu disco en la ‘G’ de Gabriel, Gallagher, Garbage, y antes que el de Gorillaz es muy estimulante».
Este 2 de junio, el combo regresa a la tierra que le vio nacer y curtirse musicalmente. Será en la sala Loco Club de Valencia, junto a Doctor Lobo y Lost River Bastards, cuando el trío muestre en vivo la confirmación de ese evidente cambio de rumbo en el sendero estilístico (eso sí, manteniendo la seña de identidad habitual) que le ha llevado a apostar, un grado más, por la luminosidad, lo directo, lo enérgico, esos aires más británicos… «A nosotros mismos también nos ha sorprendido el cambio, pero si hay algo que nos caracteriza es tener identidad propia y hacer lo que nos apetece, sin pretensiones, ni reglas, ni modas que nos dicten un estilo. Nos gustan los grupos que son versátiles y que aportan algo distinto en cada canción. La homogeneidad nos aburre. Nuestro repertorio puede considerarse ecléctico, pero sabemos que las canciones comulgan muy bien entre ellas. Captamos la esencia del momento que estamos viviendo y lo convertimos en música». Y lo hacen, como ya hemos avanzado, ya establecidos definitivamente en tierras castellanas. ¿Cómo ha influido el cambio de residencia a la hora de seguir cincelando la marca Gatomidi? «El cambio de aires nos ha venido muy bien. Descubrir e interactuar con otras bandas, e incluso sentir que no perteneces a un sitio, te ayuda a conocerte mejor y saber qué y cómo enfocar lo que quieres trasmitir. De hecho, estamos viviendo un buen momento y estamos muy entusiasmados con las nuevas canciones. Sentimos que, cuando las tocamos, estamos disfrutando, y el cúmulo de todo esto nos ha hecho crecer como banda».
Cuéntame cosas tuyas (Madmua Records, 2017)
Hubo un tiempo en que el Mediterráneo valenciano irradió un soul deslumbrante que cegó a buena parte de la escena musical española. Posiblemente fueron Los Huracanes, liderados por Víctor Ortiz (la formación que coincidió con la edición de aquel magno Algo por nada presumía de directo arrebatador), quienes lograron una mayor difusión. No obstante, la nómina de conjuntos con enjundia fue dilatada y, en ella, con letras de oro, aparece el nombre de Los Ros, nacido (bajo la marca Los 4 Ros) como cuarteto de pop de vistosas cualidades vocales y que, tras girar por toda España y consolidarse como solvente banda en vivo, acabó fichando por el reputado sello Belter, surgiendo así una fructífera relación que dio como resultado un buen puñado de epés y sencillos que, conforme avanzaba la década de 1960, acabaron convirtiéndose en documento de altura de la evolución musical de unos Los Ros que, ya en la cara B de aquel No, no, no, mostraron claramente su habilidad (influyó su formación académica musical) para adaptar al universo hispano los ritmos negros, a partir del digno Demuéstrame que me quieres (revisión del Gimme little sign, de Brenton Wood). Ya establecido en Mallorca, el grupo alcanzó su cenit interpretativo con el vinilo compuesto por Cuéntame cosas tuyas y ¡Yeah!, dos gemas repletas de soul y funky, pegadizo y efervescente que, desgraciadamente, no tuvieron continuidad. Ahora, el sello Madmua Records, especializado en reeditar pequeñas joyas casi olvidadas (impagable el Vuestro mundo de Juan Muro), sigue haciendo justicia recuperando aquella grabación a partir de una reedición impecable, de lujo, que incluye un libreto repleto de información e imágenes impagables, y cuya tirada ha sido ampliada ya que, la primera remesa, de 400 copias se agotó en apenas un día.