SOY UN HIPOCONDRÍACO AL ESTILO DE NAPOLEÓN
Yo no soy francés aunque confieso que me gusta mucho Francia y también Cataluña porque para ir a Francia desde Valencia se suele pasar por esa región; yo la llamo región, en plan antiguo, porque eso de País o Comunidad me suena forzado.
Sigo con esto porque de Francia me ha gustado mucho, además de su buena cocina regional, su Arco de Triunfo en Paris. He perdido mucho tiempo repasando las inscripciones de las batallas ganadas por Napoleón y alguna perdida como la de Bailén que no está allí. Son cosas que pasan cuando hay que cuidar la propia imagen.
Se ve que uno escribe la historia como le conviene y me pregunto si estos señores de la región catalana, que yo paso por allí cuando voy en coche a Burdeos, pongamos por caso, no paran de inventarse cosas sobre sus raíces y sobre como los tratamos de mal desde España, como si ellos fueran de otro planeta ¿Lo son?
Fue en Port Lligat, cerca de la casa solariega de Dalí, donde me preguntaron en la recepción de un hotel si éramos catalanes o españoles. Me entró la risa. Y ahora mire usted en que camino estamos.
Con el paso del tiempo he comprobado como la inmersión en parte de la historia inventada y la profundización en la lengua ha devenido en muchachos que, sin haber tocado de cerca la mayoría de edad, se manifiestan en la calle con su estelada al hombro en plan capa española. La bandera del inconformismo colgando de los hombros todavía inmaduros.
Nada, que vuelvo a Napoleón.
Tengo en mi casa un “bustito” en metal de Napoleón y varios libros que hablan de su vida y milagros. El Corso era un tipo que se ponía muy nervioso cuando le dolía algo o sentía alguna molestia física. Estaba rodeado de un cuerpo médico de importancia, incluso para un Emperador. Era un hipocondriaco que no creía en los galenos, pese a todo.
Acabo de leer, esta misma madrugada, un artículo largo que me descubre una faceta desconocida para mí del icono Napoleón del que yo sabía que solía empezar por el postre en sus comidas ( yo lo he intentado pero la disciplina doméstica, me ha mandado a “gambar loros”) Cosas.
Como casi siempre estaba guerreando y haciendo trizas la cosa demográfica de tanto muerto a sus espaldas, en nombre de la “grandeur”, se llevaba su cama para dormir mejor en campaña. Yo no porque es una lata. No soy Napoleón, ni francés, ni nada, si acaso devengo en charnego cuando paso por la región más al Norte de Valencia. ! Que quiere usted que le diga”.
A lo que iba. Napoleón cuidaba sus pies y se llevaba a una pedicura con él y estaba rodeado de médicos y eso que no creía en ellos, al parecer.
Como no estaba afiliado a la inexistente Seguridad Social de la época, su salud le costaba a Francia del orden de más de 200 mil francos de la época y distinguía con sendas prebendas económicas a sus médicos y enfermeros.
La soledad en Santa Elena fue una mala compañera de viaje y el cáncer de estomago acabo con él, lo mismo que le pasó a su padre.
Yo tenía entendido y leído también que fue envenenado…pero la historia es flexible y cada médico que tuvo en Santa Elena desde el irlandés O´Hara hasta el último, lo sometieron a diversos tratamientos sin éxito. Acabo con él, en mi opinión, la soledad.
Comparto con mi ídolo el miedo a la enfermedad y me paso la vida molestando a mis amigos galenos por un quítame allá esas pajas. Soy un hipocondriaco.
Y ahora con esta historia referendumniana les doy la vara a los historiadores y no encuentro motivos para esta incivil cerrazón.
Yo amo a Francia, a Cataluña y a España. Lo hago y no me pasa nada. Al Sr. Puigdemon se le ha subido a la cabeza su papel y quiere pasar a la historia como protomártir. Es un hipocondríaco de la independencia. Se la limpian con un papel de fumar.