COMBATIR EL ACOSO ESCOLAR
Yo compartía una mesa de 4 en mi colegio infantil y adolescente y para entonces no sabía que las patadas que intercambiaba con uno de Alboraya, cuyo nombre no doy a la luz pública por si me lee, eran patadas que con el paso del tiempo podían pertenecer a un proceso de intento de intimidación compartida. Es lo que ahora se conoce con el anglosajón nombre de Bullying que viene a ser, en traducción libre, intimidación.
En aquellos tiempos, supongo, el asunto no tenía o no percibíamos la importancia que ahora mismo tiene. Se dan muchos casos, demasiados, con tinte violento de agresiones por uno o varios contra el que parece más débil creando en el perseguido una angustia que impide que su que su vida transcurra con la normalidad de un niño.
En algunos casos detrás de un suicidio incomprensible puede existir una historia callada de persecución cruel en el ámbito escolar.
Todavía están colgadas de los ojos de mi pensamiento, las palabras leídas en septiembre del 2004 y dejadas por escrito por Jokin Zebeiro con sus ya 14 años cumplidos: “Libre, libre. Mis ojos seguirán, aunque paren mis pies” escritas antes de lanzarse al vacío desde la muralla de Hondarribia montado en su bicicleta. Me duele.
Los niños son un proyecto vital en desarrollo y sobre los cuales recae una lluvia de circunstancias que pueden marcarle para el momento que vive y para el futuro y está demostrado que la violencia además de amedrentar deja marcas indelebles que arrastrará toda la vida.
Lo que antaño, como relato al principio de esta columna, podría considerarse conducta normal entre chicos – y ahora también entre chicas- ha adquirido características de problema que afecta a 1,6 % de esta población de forma continuada y a un 5,7% esporádicamente. Es mucho, es demasiado.
Esa situación puede prolongarse en la adolescencia, en la juventud y aún más allá; hay que tomar medidas, hay que implicarse y comprender que el acoso toma diversas formas que van desde una cierta violencia física a una violencia verbal, que va minando la autoestima de la víctima y lo lleva a un aislamiento que se multiplica en sus consecuencias por el uso de las llamadas redes sociales donde impera el intento de empoderamiento ( palabra-concepto que viene a sustituir el antiguo “aquí mando yo ”ejercido por el abusado o por el grupo de verdugos).
Frente a esta situación la comunidad educativa viene tomando medidas.
A mí me ha llegado una actividad llamada eCare (Early Child Response Enabling) con la firma del Colegio de Escolapias de Valencia y que dirigido por Paula Calvo tiene como objetivo el desarrollo de cursos de capacitación para profesores que trabajan en la facilitación de un ambiente más seguro para los alumnos.
Intercambio de experiencias con colegas de países europeos porque el acoso no se limita con fronteras administrativas. Todos los niños en mayor o, menores medidas están expuestos a ello.
Detectar. Prevenir y resolver el posible abuso infantil. Esta es la clave.
Estamos en diciembre y además de desear paz “orbi et urbi”, en ese Colegio dentro de los 3 proyectos Erasmus que tienen, me ha llamado la atención la implicación de 7 profesores que trabajan por mejorar las medidas y concienciar activamente a familias, profesores y alumnos (acosados y acosadores) para hacer realidad un deseo íntimo como es el de erradicar la violencia explicita o soterrada de sus aulas. Les deseamos éxito y ampliamos ese deseo a otras iniciativas que está siguiendo en otras comunidades educativas.
Me quedo tranquilo por haber contribuido con esta información desde un diario que se precia de ser altavoz de proyectos y realidades de nuestra Comunidad.