EL CENTRO HISTÓRICO
Estoy contento porque el otro día se me ocurrió ir al Mercado Central a comprar pescado, pude comprarlo y además aparqué mi coche en los sótanos del mismo Mercado.
Lo comenté en una de mis tertulias (sí… tengo más de una) y observé varios gestos de incredulidad e incluso alguno de envidia. Cuando ya la expectación subió de grado, se inició una discusión a cuatro bandas y se comprobó que nadie entendía nada, porque las conversaciones se cruzaban y el debate adquiría camino de convertirse en algo parecido a lo que ocurre, demasiadas veces, en televisión.
Todos hablan al tiempo. Parece que en el noble Ayuntamiento pasa lo mismo. No se entienden.
Di un golpe de campanilla- llevo una campanilla o un silbato de ordenes marinas- al tiempo de declarar que lo del pescado había sido posible porque no daban las ocho y servidor ya estaba allí. Un Ahhh colectivo llenó el aire.
Ayer mi compañero P. Moreno explicaba, bajo el mismo titulo de mi columna, los problemas que un colectivo importante de representantes de la ciudadanía está encontrando desde que el respetado alcalde tomó posesión.
El acceso a la ciudad histórica se ha complicado tanto que muchos, ese podría ser el objetivo de su concejalía de movilidad o como se llame, han dejado de intentar acceder al mismo.
Las largas colas de vehículos amontonados, las dificultades de encontrar un espacio donde colocar el vehículo impulsa a muchos a dejarse el coche en casa. Con ello se evita contaminación y el riesgo de infarto por desesperación.
Se ha observado que existe una cierta descoordinación entre concejalías y en algunos casos si A dice X, B dice Y, o sea que no están de acuerdo y se contradicen y entretanto la ciudad se empieza a parecer a un caos.
En Roma hace unos años intentaron resolver el asunto cerrando al tráfico privado la ciudad y solo determinados servicios podían pasar y se podía cruzar la extensa superficie de la Ciudad Eterna en taxi en 15 minutos y a un coste muy razonable. El ensayo duró poco. Extrañas y oscuras presiones, digo yo, acabaron con el ensayo y hoy Roma es un caos relativo.
¿Quo vadis magno munícipe? Impóngase.