Si. Hoy me he levantado con una sensación mixta de amor y rabia. Hablo con algunos amigos y todos nos deseamos felices fiestas lo que no es raro, porque todo el mundo lo hace por una especie de obligación tradicional en vías de devenir en rutinaria.
Como yo no soy quien para darle al personal broncas pontificales sobre comportamientos, sí creo que puedo hacer una reflexión pública.
¿Cuánta verdad hay en esas felicitaciones que se rompen, a veces, el mismo día de Nochebuena o Navidad?
¿El resto del año ya no sirve para hacer buenas las intenciones de felicidad plena?
Como estoy amoroso, en la semana grande de la felicidad colectiva vía emails o wassaps, me he dedicado a espiar el diario con mayor atención en noticias muy pequeñitas aparentemente, frente a los grandes asuntos que nos tienen mareados y descubro que una profesora, Doña Fina, ha muerto en Alzira tras haber pasado por sus “manos” tres generaciones de párvulos.
Todo el mundo la quería y quien escribe el obituario creo que más; quizás recordaba su propia niñez y a su primera maestra.
Ayer asistí a un concierto que daban en el Colegio de El Pilar y uno de mis nietos, un pequeño rubio de carita de ángel y alma de travieso que, siendo un potencial batería le fue dado tocar creo que un triangulo (espero comprensión porque no soy un experto en materia de instrumentos y consultado el asunto a una amigo conocedor, me dice que se llama en efecto triangulo, lo que me parece curioso que por fin algo se llame como parece) y eso supongo que lo inquietaría y sin embargo su comportamiento fue ejemplar para mí; quieto, atento etc.
Y es ahí donde vi, con precisión matemática, el trabajo interdisciplinar del maestro y su paciencia para hacer un equipo de alumnos disciplinados a quienes tiene una personalidad individual muy marcada.
Doña Fina de Alzira es un ejemplo del como entregarse a una vocación y rindo homenaje a esta maestra, para mi desconocida, pero que sirve como ejemplo transversal que se dice ahora, para todas y todos los que ejercitan esa labor.
Yo siempre recuerdo a mi primera maestra y he contado que fui a verla al Hospital cuando estaba muy malita y yo ya estaba casado y me reconoció con alegría íntima. Habían pasado muchos años.
Comprendo a todos los que se dedican a la enseñanza, yo mismo antes de la gloriosa jubilación, cuando los ojos te brillan y notas cariño en quien te recuerda.
Esa es la parte amorosa de mi despertar.
La otra, la de la rabia, es el haber convertido la cena de Nochebuena o la gloriosa Navidad en un asunto de regalos que cuelgan de extraños arboles nórdicos – que asumo con todo respeto- pero que nos hablan de una sociedad materializada. Una pena.
Disculpen que lo deje aquí me faltaban un par de cosas por comprar y las colas son importantes. Sean lo más felices que puedan y les dejen. Hasta mañana.
Profesor emérito Universidad, escritor , publicitario y periodista. Bastante respetuoso con los otros.
Noto la muy mayoría de edad física. Siempre me acuerdo de aquello de "las horas hieren y la última mata" y para aquel que trate de averiguar que significa esto ; cada uno que crea y piense lo que quiera