EL VIAJE

Las imágenes de la guerra territorial entre el oso rojo y la Ucrania fértil van dejando rastros de dolor y cierta conciencia de culpabilidad en el alma del espectador promoviendo improvisaciones por doquier de tal suerte que parece que se ha puesto de moda la frontera polaca.

Son millones los que han huido dejando atrás vida cotidiana y hacienda, y los hombres quedan para intentar un Stalingrado resistente e imposible.

Frente a ellos he detectado algunos comportamientos que se parecen a una moda. Un “me voy a Polonia” junto a pequeños grupos que organizan caravanas de rescate.

Los almacenes de la frontera Este en los límites entre Polonia, Eslovaquia etc. dicen estar llenos de mercancías y piden que no envíen más. Lo que quieren es dinero.

El cardenal Cañizares en este caso parece tenerlo claro y ha dicho que durante los dos días últimos de Fallas las limosnas, recogidas de la buena gente, se destinarán íntegramente a Ucrania y eso sí, utilizará para su administración y distribución una de las obras que más medallas silenciosas merece que es Cáritas, que siempre está en la brecha del dolor.

Lo cierto es que a mí me parece que hay numerosas personas también que no están por Cáritas. Está bien. Hay otras organizaciones como Médicos sin Fronteras, Cruz Roja, Acción Cívica, Fundación `por la Justicia y todas iniciativas que agrupaciones culturales, Ayuntamientos, unidos por esta causa, y digo que con este listado podemos evitar riesgos innecesarios en un viaje kilométrico donde podemos encontrarnos con las mafias que por lo visto ya están constituidas; lo hacen nada más empezar cualquier conflicto, aprovechándose de la debilidad y el miedo que generan estos y otros enfrentamientos

Ayer estuve dando una vuelta por algún espacio de la ciudad de Valencia, inmersa en el olor pólvora y en el pasacalle al margen de la luvia y la calima; he visto gente acampada bajo débiles tiendas de campaña y rodeada de lo que parecía un asentamiento casi permanente y pregunté: ¿SI necesitan ayuda? Ahí hay otro viaje más corto y serviría, digo, para acallar las conciencias y también es cierto que NO serviría para contarlo después.

Hay otras fronteras que cuidar. Ojo con Melilla, Ceuta y Canarias.