YOBA ,LA YEGUA
Me ha llamado mi amigo Sergio que tiene una yegua. Mi amigo campea en un mundo de desesperación equina; lo ha hecho con un acento de desaliento que da pena. Apela a mí, pobre mortal urbanita, para que dé cuenta pública. Lo hago
Antes de lanzarme en plancha sobre el asunto, le sugiero que se calme y me explique la historia. Bien
Hace tiempo a Sergio le regalaron una yegua procedente del cierre de un establo y antes de enviarla al matadero, como solución final, se la dieron.
Para entonces la Ley que casi equipara humanos con animales no existía.
La madre de la yegua YOBA fue devorada por una manada de lobos en el Javalambre y la potrilla huyó despavorida y se buscó la vida con éxito; un día volvió al paraje que tenía fijado en sus grandes, oscuros y bellísimos ojos. No encontró a nadie, su madre no estaba y se arrimó a un establo donde la acogieron.
Sergio ha dedicado muchas horas de susurrar a esa yegua y son amigos y aunque dice él que se hace la interesante cuando llega ,se ha inventado un silbido especial que hace que ella se acerque y se deje acariciar e incluso montar.
Dada de alta en Valencia en un registro, pero habitando en una zona de Teruel donde el campo es hermoso y amplio, la quiere trasladar a otra zona donde se ha hecho, Sergio, medio payés. Héteme aquí que no le dejan y está inmerso en un lío administrativo entre el registro de Teruel y el de Valencia.
Siendo de la misma administración nacional se ve que no se comunican porque no quieren, no saben o no pueden. ¡Que cosas!
En un mundo lleno de inteligencia artificial y globos espía no es posible acercar los funcionarios 180 kilómetros y dejar que YOBA se vaya con Sergio.
Le digo: llévatela montando como un caballista. Tiene miedo de que caigan sobre él los guardias civiles y lo desmonten con una multa. YOBA se queda en el campo triste y sola. Sergio vuelve a la ciudad triste por dejarla y está inquieto porque cuando silba ella no viene. ¿Qué hacemos? No entiendo nada de esta “modernor” administrativa.