LIBROS DE CABECERA
Acabada ya la Feria del Libro en Valencia con gran éxito de público y ventas, según la organización, los kilos o toneladas de papel se van retirando. Los responsables de las casetas sudan tanto, quizás, como los escritores que hemos pasado alguna hora por allí con el ánimo interrogante de cuantos ejemplares firmaremos.
De inmediato puede surgir en el lector la pregunta: ¿Cuántos firmo usted No suelo decirlo, porque hay cosas que no se preguntan y los asiduos al foro jurídico se han inventado para ello una frase definitiva? “Secreto del sumario” e incluso alguien que viaja mucho a eso que llaman el extranjero- un vocablo cada vez menos dado el aparente globalismo que nos rodea- me dice que en esos sitios lejanos se han prohibido hablar de política y de religión. Aquí ya lo decía D. Ramón y Cajal en su celebrado quizás menos conocido, ensayo titulado “Charlas de café”. Un ensayo, o un librito como ustedes prefieran calificarlo, que nos ofrece pensamientos, consejos, observaciones que el tiempo no ha borrado; al contrario, lo han puesto de moda sí es que ahora alguien lo leyera.
Política y religión deben estar prohibidos en las charlas cafeteras o personales porque se puede dar la circunstancia de la pérdida del tertuliano de turno por mor de una diferencia de opinión.
Nos queda el sexo para hablar, que no para presumir o dar pábulo a las mentiras que sobre ese asunto se dan. Y siempre en mi memoria la anécdota, dicen, de Dominguín compañero temporal de lecho de Ava Gadner que al ser reprochado por un propio de Dominguín este contestó ¿y si no se puede o debe contar para que entonces? Sería un machista. ¿No?
No sé si será cierto, pero lo traigo a colación por recordar haberlo leído. Cosas.
Entonces si no está permitido, cualquiera que sea la razón, hablar de política, de religión o no está bien visto presumir de galán sin fronteras. Me pregunto yo: ¿De qué vamos a hablar? ¿Para qué nos sirve leer y pensar en Dios o en el gobernante de turno? Encuentre usted mismo la respuesta. En vez de leerme a mi lea usted a Maquiavelo. No ha pasado de moda.