En el remo, la clave está en el equipo. Todos a una. Que cada palada sea como la última. Dejarse la vida por llegar a la meta los primeros con una precisión milimétrica. Un mal patrón es sinónimo de fracaso. Equilibrar las posiciones en la trainera, con las virtudes y defectos de cada uno, es fundamental para ganar. El PP valenciano ha arrasado en los últimos años en el agua de la batalla electoral. Ahora, empachado de victorias y con demasiados callos en las manos, parece que cada uno se ha puesto a bogar por su cuenta. En la trainera, no todos se sienten palistas de primera. El presidente del PP y jefe del Consell, Alberto Fabra, anunció en un arrebato político que en su administración (insisto, en la suya) ya no caben los imputados.
Bajo el contagio de la ofensiva de la oposición, que arreció con fuerza con los calores del verano, Fabra sucumbió con el tiempo a la paridad de imputado y condenado. Dos términos que nada tienen que ver pero que a costa de martillo pilón casi se presentan ya como sinónimos en una sociedad hastiada por la crisis y encolerizada por aquello de que más de uno se los ha llevado tiesos. El líder del PP colocó el listón de la dimisión/destitución en el punto que le pareció. ¿Presionado? Quizá.
Y en ese arrebato, el patrón popular anunció sin distinciones que al imputado lo llevaría al matarife para primero abrirlo en canal y después preguntar. Y la primera se la llevó en la frente en el congreso de Sevilla, tierra de toros y toreros, con media entrada en el auditorio para escuchar su ponencia y Rus montando una capea nocturna que acabó como el rosario de la aurora.
En ese arrimón de Fabra, primero se llevó por delante a dos cargos secundarios de la Generalitat después de que la Policía tocara a la puerta de las ayudas de Cooperación, donde Rafael Blasco espera acontecimientos en la antesala. Y más tarde, el lodo de Emarsa, con olor pestilente, ahogó en una ciénaga a Enrique Crespo, exdiputado provincial y exalcalde de Manises, que días antes posaba como un niño de San Ildefonso junto a Rus con décimos premiados de la Lotería de Navidad.
Y después Fabra anunció que en su próxima dirección, la primera que él parirá de verdad, no habrá sitio para esos imputados. Ni siquiera para aquellos que en los últimos años se han quedado calvos a costa de disgustos. Como el propio David Serra que, quién sabe si como último servicio, le ha recogido avales uno a uno para honor y gloria del patrón sin que para esas misiones se tenga en cuenta el lastre judicial.
Y ahora, el caso Nóos se lleva por delante, con Urdangarin como figura mediática, a Luis Lobón y Jorge Vela por rubricar el Valencia Summit a coste millonario y sin excesiva supervisión. En esta ocasión, con unas formas más dulcificadas, ya que la invitación a salir de la trainera se vistió de honrosa dimisión. Mientras muchos, enrabietados en la intimidad de corrillos de afines, se preguntan si en el segundo escalón no hay imputados por otros casos como Gürtel.. pero como quien oye llover. Porque la excusa de la “alarma social”, que es el abstracto que distingue en el PP los casos judiciales, no la entiende nadie.
¿Y en Les Corts? La caravana de imputados mantiene escaño y sueldo en zona VIP con mil ojos justicieros que en su foro interno mastican aquello de: ¿y por qué ellos no?
Y en esos imputados de primera la razón de su supervivencia es que su acta de diputado les da la inmunidad salvavidas para no coger las de Villadiego ni de forma voluntaria ni por obligación suprema. Porque la escritura del escaño vale un potosí y aquí uno sólo deja de ser parlamentario si se va a criar malvas, si hay una sentencia condenatoria firme (algo muy alejado de la imputación), si se baja la persiana de la legislatura o si le entra la fiebre aftosa y se trastorna para renunciar a sueldo, prebendas y chachachá. Y así lo dice el artículo 10 del Reglamento de Les Corts.
Es cierto que el artículo 27 del Reglamento recoge la patada en el trasero al limbo de los no adscritos si se decide por mayoría en el propio grupo. Mayoría y bemoles, porque llevar a la esencia la máxima de Fabra dejaría al grupo popular de Les Corts en una mayoría minoritaria a expensas de los grupos de la oposición y el despecho de los señalados. ¿Se atreverá le jefe a poner encima de la mesa la expulsión del grupo parlamentario de los imputados de Gürtel? Ni por asomo, no sea que se arme la marimorena.
Y por eso, porque a los imputados de primera (que son los que ha creado el patrón) se les permite mantener tarjeta de visita con siglas cosidas al cargo, empieza a haber tropa que está hasta los mismísimos de remar y espera que la cuchilla de rasurar sea la misma para todos. Y lamentan que en vez de lavar los trapos en casa se haga más caso a la asesoría jurídica de los de enfrente, que han visto en la corrupción un filón ante la falta de propuestas.
El problema es que ahora ya no hay marcha atrás ni parches posibles. Fabra, con su eslogan por bandera, ha creado clases sociales entre los imputados. Los buenos y los malos. Y lo peor es que a en su día los que parecían malos, vía juez o jurado popular, quedaron en no culpables. La trainera empieza a tener vías de agua y no sería raro que en el equipo empezarán a palazo limpio. Y si no, como alguno, dice, ya llegará 2015.