“Si pagas con cacahuetes, tendrás monos”. La frase nos la dijo un diputado del PP en perfecto inglés a mi amigo y periodista Mariano Gasparet y a un servidor. El debate, con el codo apoyado en la barra de la cafetería de Les Corts, giraba en torno a los sueldos de los políticos. Al finalizar el café, sólo coincidimos en dos cosas: en política deben estar los mejores y la limitación de mandatos.
La política debe estar bien pagada. Como el mejor de los oficios. Será la única manera de que la eficiencia dé un paso al frente para llevar las riendas de un Gobierno.
Pero antes habrá que desterrar del hemiciclo a aquel que después de tres años y un mes, a más de 3.000 euros la nómina, tiene la (in)decencia de subir a la tribuna tras siestas parlamentarias de babilla y marca mofletera de escaño. Señor Díaz Alperi, tome nota.
E invitar a que deje correr la lista a aquella exconsellera que, con el presidente de la Generalitat en la tribuna de Les Corts hablando de déficit, dependencia y corrupción, mata su tiempo de trabajo pendiente de la pantalla de su iPad sin atender ni una sola vez a la sesión de control. Ilustre Trini Miró, esto va por usted.
O abrir la puerta de salida a aquellos que para justificar los más de 400.000 euros que ingresa su grupo parlamentario y que cobran más que el presidente de la Generalitat atacan los convenios prensa escuela sin saber que la crisis también se los llevó por delante. El progresismo del progresismo tampoco cede para perder ni un euro pese a que sus aficiones de pitoniso hacen agua de momento (y esto, aún a riesgo de comérmela). Un saludo Enric Morera.
Y también le daría boleto a los que usan los puestos de asesores con sueldo público para pagar favores privados. No es de recibo que aquellos que buscan soluciones contra el paro finiquiten el currículum de personas cuyo único defecto ha sido trabajar durante treinta años sin rechistar. Ahora, lo público pagará estómagos agradecidos. Señor Ximo Puig, creo que se ha equivocado.
Y no me dolería hacer un despido masivo sin indemnización en el grupeto que ha metido la mano en la caja pública, que se ha gastado lo destinado a los pobres y que visten con dignidad sus miserias. Aquí hay unos cuantos. Que cada cual se avergüence en su intimidad.
Por ser tiquismiquis, también despejaría a los asesores del buen vivir que prefieren irse unos días de festival rockandrollero en días laborables y a los que creen que el trifásico es un pase VIP para decir sandeces inoportunas. Giuseppe Grezzi y Luis Salom, brindo por vosotros.
Podría seguir con aquellos que hacen de la política una profesión; con los que cultivaron barriga y maduraron alopecia con las posaderas en el escaño desde el siglo pasado; con las que llevan el maletín de la señorita Pepis en el bolso para empolvarse en el baño mientras se debate en el pleno; con los que pasan más tiempo inhalando nicotina que en el hemiciclo o con los que se equivocan al votar cuando el aparatito de su escaño sólo tiene tres botones…
Quiero los políticos mejor pagados, los que más ganen, gente que quiera trabajar en Gobierno y oposición. Pero quiero a los mejores.
Muchos días me viene a la cabeza aquella frase de conversación de barra de cafetería. Y en muchos casos pienso que ahora mismo con algunos monos nos iría mejor.