Luis, ¿por qué te fuiste? No te lo merecías con lo que estaba por venir. Se echa de menos tu guión. Tu dirección en esta alborotada España, tan dada a la pandereta y al indigno ridículo de aquellos que llenan la sobremesa de malidicencias cada vez más cargadas de razón.
Tu todos a la cárcel se quedó pequeño para un país situado en el mapa por desmanes, chapuzas y abusos de lo público para joder al prójimo con todas las consecuencias.
Hemos sido capaces de meter el ébola en Europa echándole la culpa a una enfermera utilizada como cobaya y mujer barburda. A la que si nos dejan le ponemos una bata de cola en lugar de un traje para prevenir el alto riesgo.
Un consejero de la sanidad madrileña caduco, grosero y maleducado. Con una ministra, de inapropiado apellido para gestionar la vida, que se atreve a decir que se entera de la evolución de Teresa por lo que lee en la prensa entre el horóscopo y las esquelas.
Un país en que la asunción de responsabilidad está a la orden del día. Donde el muerto se le echa al muerto, aunque esté en vida. El accidente del metro fue culpa del maquinista. Lo mismo que el del Alvia. Y al piloto del Yak-42 le cargaron la tragedia del batallón español. Como a los técnicos de Spanair por no arreglar el maldito chivato.
Una España pública que no entiende de balizas de control. De dispositivos para atajar el exceso de velocidad. Que mete a sus soldados valerosos en aviones como una piara de cerdos. Donde se da pista a un avión que es un ataud a punto de despegar
Luis ¿por qué te fuiste? En una región en la que el Palau de la Generalitat se ha convertido en el tablero de una partida de Cluedo. Donde hay que buscar al asesino filtrador de las facturas de las papas y de noches de verano. Con métodos de otras épocas, contra la pared. Muy a lo instinto básico. En un Palau donde hasta Finito de Córdoba ha hecho el paseíllo montera en mano con salida a hombros.
Ahora buscan a un chivato cuando un servidor se saludaba con el presidente de la Asociación contra la Corrupción día sí y día también en la puerta de la olivera de Les Corts. El señor, un mandado a la búsqueda de papeles.
Luis ¿por qué te fuiste? Ahora que se emblanquecen las tarjetas negras de banqueros, políticos y sindicalistas que han satisfecho sus obscenos deseos. Que ahora entonan el mea culpa con el carrito del helado derritiéndose en sus manos. Y tratan de lavar su imagen a golpe de dimisión sin devolver el dinero gastado. Golpeados por un merecido desprecio público.
Luis, te fuiste porque no quisiste que todo esto fuera verdad.