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Héctor Esteban

El francotirador

Política incendiaria

El lunes por la mañana fui a Yátova antes de ir a trabajar. Busqué una de las entradas a espaldas del pueblo, la que viene desde el pantano de Forata. La montaña estaba arrasada. Un esqueleto de pinos negruzcos. Unos meses antes, varios amigos disfrutamos de una buena mañana de domingo de sudor y pedales, muchos pedales.

Sólo, maldiciendo aquel paisaje, encontré la compañía de un miembro de la Unidad Militar de Emergencia (UME), que apuraba un cigarro tras una noche en vela. El mono le delataba. Se me acercó “¿Qué tal?”, me dijo. “Ya ves, jodido. Esto es una putada”, le contesté. Con cierta resignación, sentenció: “No soy de aquí. Es la primera vez que vengo. Da mucha pena y los que más lo váis a sentir sóis vosotros“, señaló.

Bajo mis gafas de sol, escondí las lágrimas, tragué saliva y le choqué la mano a aquel tipo que, sin ser de allí, estaba igual de roto que yo. Me largué con las hélices de los helicópteros y de los aviones como banda sonora.

 

Los vecinos pensaron: los del Tulipán. Foto EFE

Una hora después, en el mismo sitio que yo había estado, aterrizaron el ministro de Defensa, Pedro Morenés, y el de Medio Ambiente, Arias Cañete. Los dos con traje, corbata y mocasín. Morenés de negro, con un modelito más pitillo. Cañete, más orondo, con americana azul tres tallas grandes y pantalón gris oscuro.
Ambos, como un pingüino en mi ascensor y por el modelito, con pocas ganas de coger pico, pala y manguera. Quizá llamarían menos la atención si se presentaran en chanclas y tanga en el Consejo de Ministros. Cumplieron con la visita de rigor y adiós muy buenas.

 

Toma cachetito. Foto EFE

En el otro lado, en Andilla, se acercó el socialista Pérez Rubalcaba. Otro que vino a los postres, encamisado y para dar besos y abrazos después de haber disfrutado de la victoria de La Roja y, quizá, de un apacible fin de semana a remojo. Cachetito por aquí, cachetito por allá.

Me llamó la atención como consolaba a Asunción Quinzà, secretaria autonómica del Consell. Para el señor Rubalcaba, quizá, una lugareña más.

Ni las desgracias ponen de acuerdo a Gobierno y oposición. Unos más al norte y otros más al sur. Unos en Yátova y otros en Andilla.

La visita de los mirones de Madrid fue la guinda a un fin de semana lamentable a nivel político. Por un lado, los que mandan justificando una política de limpieza de montes que no existe. Los incendios se apagan en invierno, predican con razón los viejos del lugar. Por el otro, una oposición de memoria frágil que no recuerda que en su día también prendió fuego a la Comunitat y en la tangente, aquellos que utilizan las redes sociales para crear trendigs topics sin tener bemoles a dejar el móvil y el aire acondicionado para calzarse unas botas e ir a ayudar allá donde se necesita. Demagogos de tomo y lomo. No me imagino a brigadistas, vecinos y ejército cogidos en la misma manguera preguntándose: “Oye, ¿tú eres de Compromís, del PP o del PSOE?”

¡No señores políticos! ¡Ya está bien! Cada uno de los que ha dedicado un segundo de su tiempo a luchar contra el fuego, incluso el que se ha dejado la vida en Forata, lo ha hecho desde la convicción, el sentimiento y la impotencia de ver cómo se quemaba, hectárea a hectárea, aquello que forma parte de su propia vida.

Y aprendan ustedes de un tipo del pueblo, que no de pueblo. De Rafa Lisarde, alcalde de Yátova. “He visto cómo se pegaba fuego y nadie actuaba, nadie intervenía. ¿Para qué me sirve que pase gente importante en helicópteros?”

Pues sí Rafa, para eso que se queden en su casa. Yo siento vergüenza.


Por Héctor Esteban

Sobre el autor

Periodista. Me enseñaron en comarcas, aprendí en política y me trastorné en deportes. No pretendo caer bien. Si no has aparecido en este blog, no eres nadie.


julio 2012
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