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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Señoras que llaman al teléfono de aludidos de 'Sálvame'

“Papa llama”

Nuria Bermúdez



 

Cuando ‘Sálvame’ cumplió cinco años en antena el director general de contenidos de Mediaset, Manuel Villanueva, contó una anécdota para ilustrar la trascendencia del popular programa de Telecinco y del espectador medio que lo ve. “No hace mucho tiempo fui a un hospital a visitar a la madre de un amigo que estaba gravemente enferma. Cuando me despedí de ella me dijo: ‘Ni se te ocurra quitar ‘Sálvame’. No sabes la compañía que me hace en estas horas tan llenas de soledad’. Es algo que llevamos muy a gala en Mediaset España: la televisión se utiliza para hacer compañía”.

A nadie se le escapa que uno de los éxitos de Telecinco es haber conseguido un público fiel que no abandona la cadena durante todo el día. Se levantan con Ana Rosa, meriendan con Jorge Javier y se quedan dormidos con Jesús Vázquez o Mercedes Milá. Si se les preguntase muchos de ellos coincidirían al afirmar que para ellos la televisión es un animal de compañía, un apoyo constante, un acompañante que no falla. Uno más de la familia.

Conscientes de esta capacidad en Telecinco se potencia la interacción entre sus programas, la creación de figuras cercanas al espectador y la proliferación de historias capaces de enganchar. El televidente puede asistir al nacimiento de una historia de amor en ‘Mujeres, hombres y viceversa’; a las primeras crisis en algún ‘reality’ tipo ‘Supervivientes’ o ‘Acorralados’ y a la ruptura en el ‘Deluxe’. Los personajes son versátiles y lo mismo encajan en un concurso, en un magacín que en un debate.

El espectador se acostumbra tanto a verlos en su día a día que termina por encariñarse con ellos y hace suyos sus problemas y sus dichas. Llora cuando se separan o han caído en variopintas adicciones, e irradia alegría si se enamoran o emprenden aventuras laborales, como si en lugar de perfectos desconocidos fuesen sobrinos, nietos o primos de sangre. La conexión es tan grande que no es extraño que alguien se sorprenda alguna vez reprendiendo o enfadándose con el televisor, contra el propio aparato como si este pudiese oírle y entenderlo.

Uno de los barómetros más eficaces para verificar el vínculo de algunos espectadores con determinados espacios es el famoso teléfono de aludidos, ese elemento que popularizó hace unos años ‘Aquí hay tomate’ y que después se ha usado en infinidad de formatos, con la intención (en muchas ocasiones) de crear controversias con invitados en los platós. En realidad ‘los verdaderos aludidos’ rara vez llaman, más bien reciben la llamada de alguien del equipo para intentar que intervengan en directo y reaccionen por algo que se haya dicho en directo.

Algunos se niegan, otros entran al trapo y en ocasiones se producen situaciones vergonzosas como la que sucedió en ‘¡Qué tiempo tan feliz!’, cuando se recibió la llamada de Carmen Sevilla. El programa había sobreimpreso en pantalla el famoso teléfono de aludidos mientras se entrevistaba a Alfredo Amestoy y en un momento dado se indicó a la audiencia que Carmen Sevilla había llamado porque quería intervenir en directo. Cuando se dio paso a la llamada la célebre actriz apenas atinaba a decir frases con coherencia, lo que demostró que su estado de salud no era bueno y que difícilmente podía haber llamado motu propio.

Cuando Pedro Sánchez se dio por aludido por un comentario que hizo Jorge Javier Vázquez en ‘Sálvame’ en lugar de llamar al famoso teléfono de aludidos marcó el móvil del director del programa y más tarde el del presentador.

¿Entonces quién llama a los teléfonos de aludidos? Pues muchos de los que sientan la tele en su sofá o en su mesa de comer, esos que la tienen como acompañante y que creen que les une un parentesco con los que están dentro de ella. De vez en cuando alguna de esas llamadas se puede aprovechar porque da alguna pista fiable sobre un famoso, pero la mayor parte caen en saco roto. Hay espectadores tan vinculados con algunos programas (con ‘Sálvame’ principalmente) que se sienten muchas veces aludidos con lo que sucede en el plató. Por eso no es extraño que algunas de las llamadas sean para lo siguiente:

 

  • “Dígale a Lydia Lozano que está muy guapa hoy. Que el rojo le sienta bien”

  • “Dígale a Lydia Lozano que Maritere de Ponferrada le apoya, que no pienso que sea interesada y que se explica muy bien. Si quiere se lo digo yo, que sé que le va a venir bien, hágame caso”

  • “Dígale a Lydia Lozano que hoy el pelo no lo lleva bien, que con esa blusa mejor si se lo suelta. Soy Mariví de Oviedo y tengo una peluquería”

  • “Dígale a Lydia… No, mejor dígale a Mila que es mala, que hay mucha gente que piensa como yo”

  • “He visto a Belén Esteban beber un mojito en una piscina de un hotel de Benidorm. Eso es que no está recuperada”

  • “Que lo que está comiendo Kiko no es chorizo, es patatera, que soy de un pueblo de Cáceres”

  • “Pásame a Jorge Javier que no me ha gustado lo que ha dicho”

  • “Que he visto a Amador el domingo por la tarde con una señora rubia por una plaza de Tordesillas. Díselo a Rosa”

  • “Que he visto a Amador el domingo por la tarde con una señora morena en Granollers. Y no valía nada. Por si quieren buscarla”

  • “No hablen con la boca llena, que tengo una niña de cinco años en casa y luego lo imita”

  • “Yo también tengo unas grabaciones de Raquel Bollo”

  • “Que le digan a Ana Rosa que en la otra cadena han dicho que a la mujer del pederasta la van a meter también en la cárcel. Que lo diga si quiere”

  • “Estoy escuchando el sonido de la ducha de los de arriba y esos nunca se duchan. Igual está pasando algo, algún suceso”

  • “Me operaron de una cadena y no saben cuánta compañía me hacen”

 

 

La cercanía creada por algunos espacios de televisión es tal que determinados espectadores se sienten aludidos rápidamente y se consideran en la obligación de llamar, opinar y corregir como lo harían si la situación se estuviese produciendo en su sala de estar. En algunas paredes de redacciones de televisión han colgado folios con las mejores alusiones recibidas. Si se volviesen a poner de moda las ‘señoras que’ habría que formar un grupo con ‘señoras que llaman al teléfono de aludidos de ‘Sálvame’.

Son los peligros o consecuencias de emparentar con esa facilidad con el espectador.

 

Otro fenómeno de interacción que no se ha extinguido, pese al uso cada vez más extendido de las redes sociales o a la posibilidad de hacer comentarios en internet, es el de enviar mensajes de texto para que se cuelen en la emisión de programas. Ya no hay muchos que habiliten esta posibilidad. ‘Gran Hermano: la casa en directo’ sí lo ofrece a sus seguidores que, por un módico precio, pueden enviar mensajes para verlos en pantalla. Y, por 1,45 euros, hay quien se declara, quien protesta o quien le recuerda a su novio/novia que al día siguiente tiene médico. Y que lo quiere mucho.

 

Como si nadie más lo leyese, como si fuese una conversación entre ellos dos, en su tele. Donde hay confianza ya se sabe.


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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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