“No creas nada de lo que oigas ni la mitad de lo que veas”
Tony Soprano
Hay pequeñas mentiras piadosas y luego están las de Anna Allen. En este post vamos a hablar de las primeras, a las que todos recurrimos de cuando en cuando. De esas aparentemente inofensivas y de las que echamos mano para salir de un apuro o para quedar bien en un momento dado. En esta categoría entrarían los libros, películas y series que hemos asegurado que hemos leído y visto aunque no sea verdad. Es la típica afirmación que se realiza cuando uno se siente (absurdamente) ridículo, cuando no quiere desentonar con el grupo (cuánto daño hizo la Espiral del Silencio de Noelle-Neumann) o si desea aparentar algo que no es.
En los últimos años se han hecho varias encuestas para descubrir los títulos de libros y películas que la gente fingía haber consumido. Los primeros que tuvieron la brillante idea de abrir ese melón fueron los de la web Book Riot que desvelaron, a través de las respuestas de los internautas, los libros más falsamente leídos. Era su respuesta a la tiranía de las apariencias culturales y a la presión de esas malditas listas que han proliferado en los últimos tiempos, del tipo “100 películas que deberías haber visto”. Así se mencionaron obras como ‘Orgullo y prejucio’ de Jane Austen, el ‘Ulyses’ de Joyce, ‘Moby Dick’ de Melville o ‘Guerra y paz’ de Tólstoi. Seguro que usted también los ha mentado alguna vez sin haber llegado ni siquiera al prólogo.
En cuanto a películas la web LoveFilm hizo un experimento similar y concluyó que los filmes que quedaba peor reconocer que no se habían visionado eran ‘El Padrino’, ‘Blade Runner’, ‘Taxi Driver’, ‘Casablanca’ y ‘Uno de los nuestros’, entre otros. Vamos, que más de uno habrá recurrido alguna vez a frases como “siempre nos quedará París’” o “no quiero matar a todos, sólo a mis enemigos” sin ser ellos nada de eso.
El auge de las series de televisión también está propiciando que de vez en cuando haya que mentir para que los que te rodean no piensen que eres un ser desactualizado o un ignorante catódico. Hoy en día no conocer a Tony Soprano o a Omar Little está peor visto que no saber la tabla de multiplicar o el río que cruza la península ibérica. Por otro lado la proliferación de propuestas (prácticamente todas las semanas se estrena alguna) y el afán por estar a la última con cada título obliga a simular que se conocen todas las tramas y a poner cara de póker cuando alguien suelta un espoiler sobre una serie que supuestamente tú ya has visto.
No hay datos científicos sobre las series que más se miente, así que este es un listado aproximado de aquellos títulos que es más difícil negar por considerarse sagrados o por otras circunstancias. Se admiten sugerencias y confesiones para ampliar la siguiente lista.
The Wire
Reconozcámoslo, una historia sobre los suburbios y el tráfico de drogas en Baltimore no es precisamente el argumento más atractivo para contar a alguien y animarle a que se enganche a una serie. Porque lógicamente Baltimore no es Nueva York ni Los Ángeles, ni nada que se le pueda parecer. Luego resulta además que ‘The Wire‘ exige esfuerzo, porque no es hasta pasados los primeros seis capítulos (por lo menos) cuando uno empieza a dejarse atrapar por McNulty y los suyos. “Se trata de alta literatura moderna hecha televisión”, dijo sobre ella TV Guide. La ficción de David Simon viene con recompensa, ya que una vez consumidas las cinco temporadas se tiene la sensación de haber cursado un máster sobresaliente sobre realidad y las miserias que nos rodean. Pero ¿quién dijo que este fuese un curso en el que cualquiera deba matricularse?
Mad Men
El mundo se divide entre los que dicen que en ‘Mad Men‘ no pasa nada y los que encuentran símiles y metáforas sobre la existencia humana en cada ademan que realiza Don Draper o en cada contorneo de cadera de Joan Holloway. Entre los que aman los detalles y los que los consideran insuficientes. En la ficción sobre los publicistas de Madison Avenue menos es más y cuanto mayor sutilidad se aplique en el argumento más demoledor es el resultado. Pero esto no quiere decir que sea apta para el consumo de cualquiera, ni que los que disfruten con este tipo de desarrollos sean más inteligentes que los que prefieran tramas evidentes y con grandes dosis de acción. ‘Mad Men‘ es estupenda, sí, pero ella misma se reivindica como un producto para un público minoritario. Y eso no es malo.
El ala oeste de la Casa Blanca
Es la mejor serie de Aaron Sorkin, sí, pero seguramente no todos los que la preservan la han consumido como aseguran. ¿Por qué? Porque Sorkin no cae en la tentación de recurrir al lado más efectista (el espectáculo) de la política y obliga al espectador a conocer o interesarse por procedimientos y leyes del Congreso que no son sencillos de digerir. Los diálogos en ‘El ala oeste…‘ son rápidos, cargados de dobles intenciones y de giros intencionados, lo que requiere que quien esté delante de la tele no deba perder ripio de lo que sucede en ella. No sólo hay que verla, hay que procesarla.
House of cards
Es verdad que los Underwood dan un juego más animado que el del presidente Bartlet pero tampoco ‘House of cards‘ propone una catarata de emociones desde el primer episodio. Los disparos en esta serie salen de la boca de su protagonista, que los reparte sin piedad entre los que están a su alrededor. Pero la sangre tarda en aparecer por lo que no es evidente la gravedad de las heridas causadas. Si uno aguanta hasta el final de temporada, eso sí, difícilmente podrá dejar de verla porque ya habrá caído en la tela de araña del congresista y su esposa, pero hasta alcanzar esa tela de araña el espectador ha de hacer un acto de fe absoluto.
Juego de Tronos
Es cierto que es una de las series más seguidas de los últimos años, la más descargada en internet y la que mayor volumen de ventas consigue pero precisamente por eso es complicado confesar que no te seducen las historias que suceden en Poniente y alrededores. El delirio que causa entre sus seguidores provoca que puedan pasar horas y horas recordando las secuencias más impresionantes y haciendo conjeturas sobre el futuro de cada uno de los personajes. El hecho de no ser consumidor de ‘Juego de Tronos‘ te puede abocar a quedarte fuera de muchas conversaciones y grupos de whatsapp. Y por ese hay quien engaña y finge saber de lo que le hablan cuando le dicen que los Lannister siempre pagan sus deudas. El fervor que despierta lleva a los fans a no tardar ni horas en ver el último capítulo una vez se emite en Estados Unidos e ir retrasado puede conducir a una muerte seriéfila. Porque en ‘Juego de Tronos‘ o matas o mueres.
Perdidos
Pasaba lo mismo con la serie de J. J. Abrams, que traía locos a todos los que quedaron atrapados en la isla el mismo día en que el avión de la compañía Oceanic Airlanes tuvo el accidente. Había tanta expectación alrededor de ella, el hype era tan grande, que podías quedar como un raro o un contracorriente si no comulgabas con lo que pasaba en la isla. Hubo un tiempo en que no saber qué era la iniciativa Dharma, la estación del Cisne o el campamento de los hostiles significaba que no pertenecías a este mundo y un motivo suficiente para que alguien te negase la palabra. El que no tenía por lo menos dos o tres teorías sobre por qué los supervivientes habían volado en aquel avión era menospreciado y discriminado. Así de duro y contundente. O casi.
Los Soprano
Por mucho que el día que Gandolfini murió no hubo nadie sobre la faz de la tierra que no le rindiese pleitesía porque su personaje trascendió al propio actor, no todos los que ofrecieron sus condolencias habían seguido las andanzas de la familia de New Jersey. Con ‘Los Soprano’ ocurre como con ‘El Padrino’, que se ha convertido en tal icono que impone negarla o declarar que no tienes ni remota idea de los turbios negocios en los que andaban metidos Tony, Moltisanti o Paulie. Pero haberlos haylos. Con ‘Los Soprano‘ nunca es tarde, es de las series que mejor envejece, y siempre es el momento indicado para encontrarse y disfrutar con ella.
A dos metros bajo tierra
La otra joya de la HBO no ha tenido la repercusión que sí lograron otros grandes títulos de esta cadena (lease ‘Los Soprano‘ o ‘The Wire‘). Conocerla otorga un plus, alabarla te convierte en una persona que aprecia las historias de sentimientos. Y por ello no son pocos los que presumen de haberla seguido y, para reforzar esta mentira, suelen soltar algún lugar común en torno a la muerte, lo cual delata al embustero. Porque si de algo pueden presumir los Fisher y todo el universo ‘A dos metros bajo tierra‘ es de no caer en convencionalismos.
Twin Peaks
Hemos oído y hablado tanto sobre ‘Twin Peaks‘ que a veces se puede creer que se ha visto cuando no ha sido así. Por que lo que David Lynch contaba en esta serie pionera iba más allá de quién había matado a Laura Palmer. Muchos se quedaron con la identidad del asesino de la joven (que tuvo una repercusión tan enorme que no hacía falta haber visto ningún episodio para saberlo) y jamás se adentraron en los bosques y las salas rojas de Twin Peaks, ni tuvieron interés alguno por saber qué sucedía con Lady Leño o con Bob, el espíritu. Y eso era ‘Twin Peaks‘. Más que descubrir al criminal este título invitaba a descubrir los ‘crímenes comunes’ que escondían las personas corrientes de un pequeño pueblo estadounidense.
The leftovers
Ha sido una de las series más polémicas de los últimos tiempos, sobre todo, para los que intentaron entender dónde estaba el 2% de la población desaparecida. Adorada por unos, denostada por otros ha conseguido no dejar indiferente a ninguno de los que decidieron verla por ser una apuesta de HBO y por estar dirigida por Damon Lindelof. ¿Tomadura de pelo o genialidad? Ese era el debate en el que muchos seriéfilos tenían que participar para demostrar que estaban a la última.
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