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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Carlitos y otros niños criados en la tele

“Mi padre nunca me ha dado nada”

Sally Draper

 

 

Reconozco que las series con niños se me atragantan. La mayoría de tramas que tienen que ver con ellos no me interesan y sus personajes suelen resultarme estridentes. Cada cual tiene sus fobias o manías, qué le vamos a hacer. A esta mía ayudaron mucho algunas ficciones de los noventa en las que los guionistas reservaban a los más pequeños argumentos poco estimulantes. Ellos se iban volviendo insoportables a medida que crecían, les obligaban a hacer gracias de críos, pero ni el cuerpo ni la voz les acompañaban ya. Sirvan como ejemplo las hijas de ‘Padres forzosos’ (no tanto las Olsen como sí D. J. o su amiga Kimmy y, sobre todo, Stephanie) o la pequeña de los Cosby, entre otros.


En España los más recordados son, sin duda, los hijos del doctor Martín, de ‘Médico de familia’, cuyas aventuras tuvimos que seguir durante cuatro años. Así acompañamos hasta la pubertad a María, vimos a Anita dar sus primeros pasos y estuvimos atentos al estirón de Chechu. Aportar, lo que se dice aportar, aportaban poco más a las tramas. Ellos, además, fueron los culpables de que desde entonces en cualquier serie española, da igual su temática, fuese obligatoria la presencia de niños. “Vamos a hacer una serie de jóvenes en un instituto”, debieron de pensar los creadores de ‘Compañeros’. “Sí, pero que aparezcan también niños en alguna clase”, le debieron imponer en la cadena. “Vamos a hacer una serie de misterios en un internado”, explicarían los guionistas de ‘El internado’. “Sí, pero que salgan niños”, contestarían en Antena 3. Y así sin parar. El problema no eran los niños, sino que los niños no aportasen nada. Y que el hecho de que esos chavales creciesen fuese un escollo para los guionistas en lugar de una oportunidad.
 
Esto ha ido cambiando. El ejemplo más popular en la tele nacional es el de Carlitos, el pequeño de los Alcántara, que va avanzando en edad, y, por cierto, no tiene ninguna pinta de terminar pareciéndose a Carlos Hipólito. Pero ese es otro cantar. Al niño de ‘Cuéntame’ lo conocimos con siete años haciendo travesuras en la ficción de TVE. Este año ha cumplido ya los 21. Parece que lo hemos criado en nuestros salones. Le hemos visto crecer, tomar cuerpo de hombre, cambiar la voz, pasar el acné y afeitarse. Es posible que a Ricardo Gómez (el actor que lo interpreta) le hayan ocurrido algunas cosas antes en la serie que en su vida privada. Claro que eso tampoco es difícil porque bien saben los seguidores de los Alcántara que los integrantes de esta familia siempre se encuentran en el momento menos apropiado en lugar menos indicado. Así las posibilidades se multiplican. Y como tal Carlitos Alcántara ya ha abierto su propio negocio, ha sido acusado de tráfico de drogas, ha estado en la cárcel y ha sobrevivido a la tragedia de Alcalá 20. Casi nada.

 

Para los guionistas de ‘Cuéntame’ que el actor que interpretaba al niño se fuese haciendo mayor nunca fue un fastidio ni esta circunstancia arrinconó al personaje o lo condenó a tramas ridículas o poco apropiadas para su físico. Todo lo contrario. Carlitos ha ganado protagonismo frente al resto del reparto, su paso a la madurez ha otorgado riqueza a las tramas y ha ido dotando de interés al propio personaje. Y el actor ha salido bastante airoso con su interpretación. Otra cosa es si después de tantos años en la serie acaba con un trastorno de personalidad, tipo la que tuvieron Béla Lugosi con Drácula y Johnny Weissmuller con Tarzán. Habrá que verlo.

 

En este sentido peor suerte tuvo el niño de ‘Aquí no hay quien viva’, al que vimos crecer y perder peso a medida que cumplía años. Y ya de adolescente pasó a formar parte de ‘La que se avecina’, pero finalmente los guionistas decidieron prescindir de él al no encontrarle un hueco apropiado en el argumento general. Había dejado de ser el crío rechoncho y espabilado y aunque había evolucionado a descarado se quedó estancado y sin posibilidades de ofrecer mucho más.

 

 

En las series americanas el salto a la adolescencia de muchas niñas ha generado debates, ha alimentado reportajes y casi ha servido para firmar tesis doctorales. El caso más reciente y llamativo es el de Kiernan Shipka, o lo que es lo mismo Sally Draper, una niña que resultaba mimosa y cargante en los primeros episodios y ha acabado convertida en el personaje más cabal de ‘Mad Men’. Los guionistas la han utilizado para que el espectador entendiese hasta dónde podía llegar la desorientación y el egoísmo de Don y Betty y los efectos que sus actitudes y decisiones en la vida han tenido en los que les han rodeado, empezando por sus propios hijos. La evolución de Sally ha sido tan extraordinaria que el personaje ha logrado entidad propia, más allá de ser la ‘hija de’, y ha conseguido descubrirnos numerosos detalles que enriquecían su rol.

 

Al margen de esto Shipka es un icono en internet y una referencia por sus estilismos, algo a lo que ha contribuido el uso que hace de las redes sociales, en especial de Instagram, donde la actriz posa con todo tipo de modelos y combinaciones en busca de los likes de sus miles de fans. En esta plataforma destacan también otras chicas que eran unas niñas cuando las conocimos y que han crecido a nuestra vera a medida que avanzaban sus series. Los posados de Maisie Williams sorprenden no sólo por su cambio físico en cinco años, sino porque la actriz puede lucirse poco estéticamente en ‘Juego de tronos’ como Arya Stark. En ese aspecto ha tenido más suerte su hermana Sansa, que no debido disimular su aspecto y belleza. Sophie Turner también usa instagram y solo hay que hacer un repaso rápido a sus fotografías para observar su cambio. Habrá que ver cómo han variado físicamente los pequeños Stark, Bran y Rickon, que no han aparecido durante la quinta temporada.

 

 

Parece que fue ayer cuando apenas levantaban un palmo del suelo y ahora hacen y deshacen lo que quieren. Nos convierten en yayos a los espectadores y no es plan. Se han hecho mayores los hijos de los agentes Elizabeth y Philip, ‘The Americans’; Max, el hijo de los protagonistas de ‘Parenthood’, al que diagnosticaron el síndrome de Asperger; o la pequeña de los Gallegher en ‘Shameless’.

Busquemos dos ejemplos más en la ficción americana para comprobar cómo el crecimiento de un niño en una serie puede entorpecerla o enriquecerla. Lo primero es lo que pensaron la mayoría de espectadores con la hija de Brody en ‘Homeland’, que en la tercera temporada saca su lado más díscolo e inicia sus primeros escarceos amorosos, en una trama que no ayudaba nada al argumento general y solamente lo torpedeaba o ralentizaba. En el polo opuesto está el paso a la adolescencia de la hija mayor de ‘Nurse Jackie’, Grace, que incurre en los mismos errores de su madre y llega a coquetear con las drogas, lo cual causará conflictos y dilemas a la enfermera del All Saints, que no deja de recaer en sus adicciones.

 

Las series con niños han perdido el miedo a los niños y hemos salido ganando todos, empezando por los propios pequeños y terminando por los espectadores, que observábamos con horror cómo en ocasiones eran introducidos con calzador y en otras no hallaban el modo de deshacerse de ellos. Los han dejado, al fin, crecer en paz, los han sacado de estereotipos y han empezado a descubrirlos como personajes de verdad, a los que dotarlos con matices y buscarles variaciones para no caer en roles idénticos y manoseadísimos. 

 

 

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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