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Mikel Labastida

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Pedro Sánchez: de 'Sálvame' a Bertín Osborne


 

El primer éxito televisivo de Pedro Sánchez fue ‘Sálvame’. Nunca imaginó que su ‘no-aparición’ en un programa le iba a proporcionar tanto atención, tantas páginas impresas y tantos minutos de tertulias. Y nadie pudo decir que aquello había sucedido por su cara bonita, porque no la enseñó. De ser ninguneado, obviado e infravalorado pasaba a ocupar portadas, a alzarse como trending topic y a convertirse en reclamo de los debates. Y todo por haberse codeado, metafóricamente hablando, con Belén Esteban y Mila Ximénez, y por haberle arrancado a Jorge Javier una promesa de voto. Y esto sin necesidad de polígrafo.

Había conseguido la atención de la joya de la corona de Telecinco, un espacio, con un público muy determinado -que también vota-, que se dedica normalmente a asuntos más prosaicos. Pero Sánchez se dio por aludido cuando en el programa se estaba criticando el Toro de la Vega, llamó, escuchó y venció. De ser el nuevo del PSOE pasó a Pedro Sánchez, cuando todavía no había perdido las vocales por el camino. Había nacido una estrella, que desde entonces comenzó a prodigarse por los platós de televisión, o por allá donde hubiese una cámara delante.

 

 

Si Jesús Calleja le pide que se suba a un molino, lo hace. Si Ana Rosa le reta a un partido de baloncesto, lo acepta. Si Jordi Évole le invita a cenar con una familia de exvotantes del partido, accede. Si Pablo Motos le propone tocar el ‘otamatone’, él lo toca. Si Iñaki López le plantea dejarse entrevistar por ciudadanos anónimos, él se presta. Sólo a Ana Pastor le ha dado calabazas, y él sabrá por qué. Tampoco hay que elevar el asunto a cuestión de estado porque, que yo sepa, no está en la Constitución la obligación de someterse a las entrevistas de la periodista de La Sexta.

Su consagración televisiva ha sido entrevistar a Bertín Osborne, presentador estrella de la temporada, que lo recibió en su casa con el fin de saber de él y acabó contestando a todo lo que le planteaba. El líder del PSOE sacó el Cantizano que lleva dentro. Son, de todos modos, las características que tienen estas ‘neoentrevistas’ que se definen como charlas coloquiales y que se empeñan constantemente en fingir una naturalidad excesiva. En ‘En tu casa o en la mía’ hubo mucho de fingimiento, todo parecía forzado, desde algunas anécdotas que contaba el político hasta los esfuerzos por ambos por simular que se divertían un montón y que todo lo que decían les hacía una gracia enorme. Dientes, dientes, que es lo que les jode.

 

 

Gracias a Bertín supimos que Sánchez ha tenido la testosterona por los aires desde los 14 años, que fue bailarín de breakdance, que hacía el Alfredo Landa en Baleares, que prepara zumo, que compra flores los lunes, que el ping pong no es lo suyo, que un día dejó el cepillo de dientes en casa de su novia y hasta hoy, que la camisa blanca no es por la canción de Ana Belén, que se tomaría una cerveza con Esperanza Aguirre, que para distraerse pinta, que le gusta el picante, que se pone cojines entre las piernas. Y que es guapo, o sea, pero guapo, guapo, pero que a las mujeres “hay que trabajárselas”. Aunque sea guapo. Lástima que no estuviese Fabiola para preguntar por el primer beso o las palpitaciones del corazón, y que no se arrancasen los dos a cantar “buenas noches señora, buenas noches señora, hasta la vistaaaaaaaa”. Un 20,4% de cuota de pantalla consiguió el espacio de TVE. Un punto menos que El Cordobés. Igual les faltó freír unos huevos.

De política apenas habló, lo cual muchos celebraron. Pero eso es una locura porque al fin y al cabo esta persona anda de promoción para que le compremos su película. Si ni la vende, como vamos a saber si nos convence. ¿Vamos a votarle por sus dotes con el breakdance o la pintura? ¿Lo haremos en función de las flores que escoja los lunes? ¿Nos decantaremos por el hecho de que exprima zumo en vez de tomar el de caja? Habrá quien argumente que así hemos conocido a la persona. ¿Y qué necesidad había? Si lo que a nosotros nos interesa es conocer al profesional y que ejerza bien su labor. Y para eso da igual si toma zumo, si juega al ping pong o si come menús coreanos. Es como si en una entrevista de trabajo, en lugar de repasar nuestro currículum o de cuestionar nuestras dotes, nos preguntasen si preferimos la Coca Cola Light o la Zero, o si somos más de rock and roll o de reguetón.

Pero alguien una vez opinó que los políticos deben ser campechanos y cercanos. Y estos tomaron nota y ahora se pasan el santo día bajando a la Tierra y esforzándose por parecer normales. Malentendieron lo de bajar a la arena y acercarse a los votantes y se han transformado en juglares o showmen, dependiendo del día. Cantan, bailan, hacen magia... De todo menos hablar de política, no vaya a ser que el votante se percate de lo que dice o de lo que quiere hacer.

Los próximos bolos serán con Pedro Piqueras, de nuevo en ‘El hormiguero’ y en el debate a cuatro. No hay propuesta en firme todavía de ‘Gran Hermano’ o ‘Tu cara me suena’. Todo se andará. No le falta inquietud. No queríamos cercanía, pues toma, diez tazas. 

 

 

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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