En los últimos días ha repuntado y se ha intensificado uno de los principales problemas del Primer Mundo. ¿La corrupción política? ¿Las evasiones fiscales? ¿La precariedad laboral? No, los spoilers. No es un asunto baladí. Junto con las molestias que causan estar dentro de determinados grupos de Whatsapp, la velocidad de internet o las caídas de twitter es una de las preocupaciones más acuciantes de nuestros días. La razón por la que el escollo vuelve a adquirir notoriedad no es otra que el reciente estreno de ‘Juego de Tronos’, serie entre las series que dan pie a los spoilers y provocan el disgusto de quienes los reciben. De momento tenemos a ministros debatiendo y peleando para que el inicio de los programas estelares de las teles se adelante, pero no me consta que haya ninguna comisión buscando soluciones para evitar que nos destripen las series. Y eso también nos quita el sueño, ténganlo en cuenta, señores políticos ocupados en cosas importantes.
La llegada de lo nuevo de ‘Juego de Tronos’ vuelve a dividir a los seguidores de la serie, entre los que consumen cada capítulo tal cual está salido del horno y los que tardan en verlo. En esta última categoría, lógicamente, podrían hacerse varios subgrupos, en función de la lentitud de cada cual (los hay que apenas esperan unos días y los que prefieren aguardar a tener todos los capítulos de la temporada o a que editen en DVD). Se da la circunstancia de que este año MoviStar está emitiendo en España cada episodio de estreno a la vez que en Estados Unidos (a las 3 de la madrugada) con lo que los más adictos deben trasnochar los domingos y los que no quieren o no pueden hacer semejante esfuerzo han de andar con cuidado desde la mañana del lunes. Si ya de por sí es difícil enfrentarse a un lunes hacerlo aplicando el protocolo antispoilers lo complica más.
La mayoría de series suelen incluir giros inesperados, revelaciones y sorpresas. Son ingredientes con los que se cocina cada ficción y en mayor o menor medida se usan para generar tramas y para atraer al espectador. Lo que pasa es esos grandes ‘acontecimientos’ suceden muy de vez en cuando. En ‘Juego de Tronos’ no. Lo excepcional es que en un capítulo no ocurra nada que no deje al espectador con la boca abierta. Y ese es uno de los motivos de su éxito, la capacidad de descolocar a su audiencia. Lo ha hecho desde que empezó, con algunas muertes inesperadas, y fue alimentando este método con masacres cada vez más impactantes. Lejos de haber agotado este recurso la ficción de HBO continúa echando mano de él y desconcertando a los seguidores. Y los que hemos visto ya el segundo capítulo de la sexta temporada bien sabemos de lo que hablamos.
Esta situación provoca un enfrentamiento entre dos derechos: el derecho a intercambiar opiniones y a demostrar alegría o insatisfacción ante un suceso inesperado y el derecho a salvaguardar la sorpresa y a evitar filtraciones indeseadas. Es decir, el derecho de unos a compartir la sensación por una experiencia vivida ante el derecho de otros a querer vivir la misma experiencia sin interferencias.
Los spoilers provocan odios. Odio hacia los que los practican, pero odio también hacia los que reclaman que nadie les desvele ningún contenido y se enfadan cada vez que alguien trata de hablar sobre una serie que él no lleva al día. La obcecación por no sufrir un spoiler resulta también sumamente incómoda, reconozcámoslo.
Porque el spoiler sólo está mal visto en las series. Me explico: nadie que no ha visto un partido de fútbol se enfada porque en el bar discutan sobre la victoria o el fracaso de su equipo o porque los diarios digitales abran sus webs desvelando el resultado; nadie que no haya ido a una exposición se molesta porque en artículos especializados se hable sobre las piezas que componen la muestra o sobre las deficiencias o virtudes de la misma; nadie que no haya estado en Copenhague o en Bruselas se enfada porque le desvelen que sus principales símbolos, la sirenita y el Mannekin Pis, son dos absurdeces enormes y uno no entiende qué miran esas decenas de personas que se agolpan a su alrededor. Vale, no es lo mismo. Ya sé que no es lo mismo. Pero se trata de mostrar el nivel de exigencia que se tiene con las series, que no se aplica a nada más. Ni siquiera a otros contenidos televisivos. Es decir, nadie protesta porque en las redes sociales o en páginas de internet se hable o se desvele quién ha ganado ‘Gran Hermano’, quién ha fallado en ‘Ahora caigo’ o a quién han expulsado de ‘MasterChef’. Con esos programas todo el mundo entiende que si no los ves en directo pueden amargarte la sorpresa. Y no hay lugar para lamentos.
Repito, sé que no es lo mismo. Con las series (principalmente las extranjeras) el momento en que cada uno las ve no es el mismo. Pero aquel que tarde más en consumirlas deberá ser consciente de que corre más peligro de no vivirlas con la misma sorpresa que el que lo hizo en el instante exacto en que se emitió. Y tampoco se puede bramar por ello. Ni es justo clamar contra quien comparte su alegría o desánimo por algo que ha ocurrido ya. Los tiempos han cambiado. Al fin y al cabo para eso existen las redes sociales, ¿no? Los usuarios hablan en ellas de las últimas noticias, de los últimas declaraciones, de los últimos acontecimientos… ¡Cómo no van a hablar de los últimos episodios!
En esto de los spoilers conviene sacar y echar mano del sentido común. Igual de insensato e insolidario es aquel que tal cual está sucediendo un hecho relevante en una serie lo propaga por todos los medios (esto es: pantallazo en instagram, post en facebook, cara de sorpresa en snapchat y frase con muchas exclamaciones en twitter), como el que se enfada o impide que se comente con normalidad una serie sólo porque él va con retraso. Además también depende de la clase de información que cada cual considere un spoiler. Uno es consciente de que si revela que un personaje importante ha muerto fastidiará al que no lo supiese, pero quizá no considera que puede causar el mismo fastidio si comenta el corte de pelo de una de las actrices o un diálogo ocurrente. Nada más irritante que aquel que sólo con que nombres el título de una serie, si no la lleva al día, se tape los oídos y comience a gesticular como un loco. O aquel que se enfada porque tres años después de que se celebrase le nombras lo que pasó en la Boda Roja de ‘Juego de Tronos’. Mira, si en tres años no lo has visto es porque no has querido. No es culpa de nadie. Eso ya no es spoiler, es arqueología de las series.
En esto hay extremos como en todo. Está el antispoiler que llega a protestar porque en un blog en un post dedicado a un capítulo en concreto se opine sobre sucesos de ese capítulo. ¿De qué crees que iba a hablar cuando decidiste abrir el artículo? Y también está el que para ilustrar el post y captar más visitas escoge (y lo hace visible a quien abra o no el post) una imagen impactante que desvele contenido. Existen antispoilers muy tiranos. De todo hay en la viña catódica. Ambas posturas, aplicando el sentido común, son indefendibles.
También se debe ser consciente de que determinados productos, por su proyección masiva, generan más comentarios e interesan a un mayor número de personas, por lo que es más peligroso no verlos cuanto antes. Pura lógica. Es más fácil que te hagan un spoiler de ‘Juego de Tronos’ que de ‘Versailles’. Y tú, como seguidor de uno o de otro título, en el momento en que empiezas a consumirlo has de conocer las ventajas y desventajas de cada uno. Las series en los últimos años han experimentado un auge importante gracias también al fácil acceso a ellas y la rapidez con la que se pueden consumir nuevos contenidos. Gaje de este avance es que haya tanta información de estas series rondando por la red.
Con sentido común se puede convivir con los spoilers. Y si no se puede recurrir a otros métodos, evitando redes sociales (sobre todo si tu timeline está plagado de seriéfilos, ¿para qué te metes?), echando mano de filtros para silenciar posts o tweets con las palabras que tú decidas, o recurriendo a aplicaciones del tipo Unspoiler, elaborada para mantenernos a salvo de ciertas revelaciones.
Por cierto que esto de los spoilers tampoco es nuevo. Que antiguamente las revistas o periódicos anunciaban hasta una semana antes que un personaje iba a morir. Que a ver si alguien se cree que a los que vieron ‘Verano Azul’ la primera vez les pilló por sorpresa la muerte de Chanquete. Pues no. Estaba ya anunciada. Los spoilers como los gintonics no se inventaron ayer.
Dicho esto, convivir con spoiler no es tan complicado. Si se quiere se puede. Sí se puede, sí se puede, sí se puede…
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