A estas alturas hablar de la revolución de las series suena tan absurdo como hacerlo de la revolución de internet o de los móviles. Es obvio que la ficción seriada hace tiempo que ha encontrado nuevos terrenos y argumentos por los que discurrir, que cuenta con medios que eran inimaginables hace unas décadas, y que ha multiplicado las pantallas y vías por las que exhibirse. Esta situación ha dejado de ser excepcional para convertirse en habitual. En este panorama es complicado distinguirse. Antes, cuando se estrenaban muchas menos series, era más fácil llamar la atención, gracias a un argumento controvertido, a un formato inusual o a un reparto sobresaliente. Ahora, con más de 400 producciones de este tipo al año (sólo en Estados Unidos) y con decenas de cadenas y plataformas consagradas a ellas, acaparar titulares y ser el centro de las conversaciones resulta más difícil.
Netflix lo ha conseguido este verano. Para bien y para mal la empresa estadounidense de entretenimiento se ha colado con fuerza en el día a día de los seriéfilos y en los últimos meses ha conseguido que los títulos que presentaba fuesen el centro de elogios y críticas de los consumidores de ficción catódica. Habrá quien considere que en esta época estival es más sencillo hacerse notar porque existe menos oferta, pero lo cierto es que otras cadenas no han conseguido gran repercusión con sus estrenos veraniegos. HBO presentó ‘The night of’, Showtime ‘Roadies’ y Fox ‘Outcast’. Por citar tres ejemplos de relevancia. De ninguna de ellas se ha discutido y escrito tanto como de ‘Stranger Things’, la apuesta de Netflix para la etapa vacacional. ‘The Get Down’, la primera serie de Baz Luhrmann, también creada en Netflix, ha logrado una buena repercusión y ha puesto de moda el hip hop y lo afro (y no lo digo por el peinado de Blanca Suárez). Y eso que ninguna de las dos son obras maestras ni se pueden considerar que marquen un antes y un después, o que hayan revolucionado por su temática o su desarrollo. No, y aún así han sacudido el universo seriéfilo. ¿Por qué?
A HBO se la considera precursora de los nuevos tiempos seriéfilos gracias a títulos potentísimos como ‘The Wire’ o ‘Los Soprano’. Showtime se caracterizó durante un tiempo por sus dramas con pinta de comedia (dramedia) protagonizados por mujeres de características inusuales, como las de ‘Weeds’, ‘Nurse Jackie’ o ‘The Big C’. AMC se dio a conocer gracias a títulos emblemáticos como ‘Mad Men’ o ‘Breaking Bad’. Ahora es Netflix la que parece que acapara los focos. ¿Ha reinventado esta plataforma las series? No hay una opinión unánime al respecto, pero nadie puede negar que lo que sí ha conseguido es provocar mucho, mucho ruido.
Esta empresa cumplirá 20 años en 2017 desde que se puso en marcha como plataforma de contenidos multimedia que se distribuían por correo. En este tiempo ha ido avanzando en su servicio y cambiando su modelo de negocio y su modo de acceder a los usuarios. En ese sentido ha ido derribando algunas barreras que sí han supuesto puntos de inflexión en la manera de consumir ofertas. En 2007 comenzó a ofrecer propuestas por streaming, algo a lo que después se unieron otros como Hulu y Amazon. De su mano la tele dejó de ser el único medio para ver series, y los móviles, iPads y ordenadores se reivindicaron como nuevas pantallas. También propició fórmulas de visionado inéditas al estrenar todos los capítulos a la vez, para que los espectadores decidiesen cuántos episodios consumir cada día, sin tener que esperar a la cita semanal como exigían otras cadenas. Todas estas características han tenido mucha importancia en la forma en que se disfruta en la actualidad la ficción catódica. Pero una cosa es el cómo y otra el qué. A partir de 2013 fue un paso más allá y se lanzó a la producción propia. No sólo alojaba series producidas por otras emisoras, sino que creaba las suyas propias. Hablemos de esas. ¿Son tan buenas?
En su breve historia esta plataforma ha cocinado todo tipo de platos. Hasta hace unos meses sus producciones más famosas eran ‘House of cards’ y ‘Orange is the new black’. La primera es una versión de una miniserie británica y la segunda, una adaptación del libro autobiográfico de Piper Kerman. Ambas son propuestas bien construidas, que consiguieron el beneplácito de la crítica y del público. No inventaron nada, pero se disfrutaban a gusto, que no es poco. Después se han ido desvirtuando, es verdad, quizá por alargar en exceso el número de episodios. Otros títulos han pasado más inadvertidos, como ‘Bloodline’ o ‘Grace and Frankie’, entre otros. Esto no ha hecho desistir a Netflix, que ha tocado a diferentes puertas temáticas para dar con argumentos que pudieran interesar al gran público. Uno en los que ha conseguido mejores resultados ha sido el que tiene que ver con los cómics. Así han surgido proyectos tan interesantes como ‘Daredevil’ o ‘Jessica Jones’. Los dos ofrecen una visión madura de la viñeta y de los superhéroes, yendo más allá de las escenas de acción y los poderes.
El siguiente paso fue confiar en grandes directores de cine para que diesen el salto a la tele. Así tentaron a las hermanas Wachowski, que con ‘Sense 8’ se estrenaron en un medio diferente al que les otorgó la fama (con ‘Matrix’). La experiencia salió regular. La historia de ocho extraños que viven en países diferentes y se conectan entre sí sobre el papel sonaba bien pero, una vez rodada, adolecía de una falta de ritmo que lastraba el resultado. Aún así tenía aciertos. Es lo que pasa con Netflix, siempre hay un pero. Para bien o para mal. Este verano ha sido el turno de Baz Luhrmann, el autor de ‘Moulin Rouge’, que ha debutado en series con la caótica ‘The Get Down’.
En Netflix no se escatima en medios para fabricar productos relevantes. Lo explica bien Teresa Díez Recio: “Desde que aterrizó en la industria de la producción de contenidos audiovisuales se comporta como un nuevo rico con tanto dinero que parece no saber en qué y cómo gastarlo”, señala. “Tiene una estrategia de estrenos en la que no dan tregua para la reflexión”, apunta Díez Recio. Es verdad, el ritmo es vertiginoso. No se estaba acabando de digerir ‘Between’ y llegó ‘Sense 8’ y después ‘Narcos’ (basada en el auge y caída de Pablo Escobar), ‘Jessica Jones’ o ‘Making a murderer’. Y otra, y otra. Y todos los episodios del tirón. Como enseguida aparece otro título del que hablar todo lo malo que se podría decir si se emitiese semana tras semana se diluye pronto. Cuando la emisión de una serie abarca tres meses hay tiempo para ir analizándola poco a poco y entrando en pormenores, pero cuando está disponible en su totalidad la capacidad de análisis merma. Se habla del conjunto, no de detalles. Y se pasan por alto muchas cuestiones. Eso a Netflix le ha beneficiado. Además del bombo generado con los grandes titulares, si no era por quién dirigía la producción, por quién la protagonizaba o a quién se retrataba.
El sistema por el que esta plataforma selecciona sus proyectos no es tan arbitrario como podría parecer a simple vista. Toni de la Torre publica el 8 de septiembre su último libro, ‘Historia de las series’, en el que narra algunos entresijos del tema que hablamos (y de muchos otros). Netflix había usado los hábitos y afinidades de los suscriptores desde hacía años para su sistema automático de recomendaciones del servicio y llegó un momento en que decidió utilizarlos para saber qué tipo de serie querían los espectadores. Así se gestó, por ejemplo, ‘House of cards’. “Según los datos que tenían, las películas dirigidas por David Fincher y las películas protagonizadas por Kevin Spacey eran muy populares entre sus clientes. Además el género del ‘thriller’ político era uno de los más demandados, tanto en películas como en series, y para acabar de redondear las buenas perspectivas el pack en DVD de la ‘House of cards’ británica era popular entre los clientes que usaban Netflix como negocio de alquiler. Era, según los datos, una apuesta con garantías”, explica De la Torre.
Todo parece indicar que esos datos que maneja Netflix han tenido mucho que ver con su gran éxito de este verano, ‘Stranger Things’. No se puede certificar, porque ese ejercicio de sinceridad que la plataforma hizo al narrar por qué había producido la ‘House of cards’ americana y qué variables se habían tenido en cuenta no se repitió jamás. No han vuelto a ofrecer tantos datos. Y si hay una cosa que le sobra a Netflix son datos para dar con el producto de los sueños de sus consumidores. “Hay datos de los suscriptores útiles para elegir un proyecto y crear una buena campaña de márketing como qué tipo de serie ven, cuándo lo hacen, qué opinión tienen de las mismas, qué series buscan en el navegador… Saben cuándo cada espectador hace una pausa, avanza o retrocede en el visionado. Son herramientas que pueden ser utilizadas para mejorar las series de forma estadista”, detalla De la Torre en su libro.
Así es posible que el éxito de ‘Stranger Things’ estuviese muy medido, porque a los usuarios de Netflix les gustasen mucho, por ejemplo, películas de los 80 como ‘Los Goonies’ y ‘ET’, les interesasen títulos de ciencia ficción, se inclinasen por filmes protagonizados por Winona Ryder, les convenciesen las cintas con monstruos, y se detuviesen cada vez que aparece una pandilla en la pantalla y quisieran volver a ver ese momento. Nada es casual.
Luego es verdad que para cocinar un buen plato, por mucho que cuentes con los mejores ingredientes hay que tener mano y saber hacerlo. Y en ese sentido ‘Stranger Things’ está cocinada de un modo exquisito. No pierde el ritmo, mantiene la intriga, reparte bien el drama, la comedia y el terror y cuenta con unas interpretaciones muy ajustadas. Al César lo que es del César. Esta serie, por otra parte, ha vuelto a poner a familias enteras delante de una misma pantalla, porque gusta a públicos muy diversos y ha recuperado algo que estaba en desuso, hacer colectiva la experiencia de ver una serie, que se había vuelto una acción muy individual. Gusta a niños y mayores, a chicos y chicas, a eruditos y simplones, a hipsters y mascachapas. El sueño de la versatilidad.
El efecto boca-oído le ha venido de maravilla también. Los primeros comentarios positivos no tardaron en surgir y esto ha hecho que un montón de consumidores de series que ni siquiera sabían qué era Netflix conociesen la plataforma. Se ha escrito un montón además sobre ella: por sus homenajes, por su valor nostálgico, por su sorpresa… Hay quien se pregunta sobre qué hubiese sucedido si en lugar de estrenarse todos los capítulos a la vez se habrían ido emitiendo uno a uno cada semana. “¿Qué habría pasado si hubiéramos visto ‘Stranger Things’ semana a semana durante dos meses? Hablaríamos de un fenómeno digno de plantarle batalla a ‘The Walking Dead’ y ‘Juego de Tronos’”, afirma Víctor M. González en un artículo sobre este tema. Es posible que por primera vez el ‘binge-watching’ haya jugado en contra de Netflix. O tal vez no, porque quizá entre capítulo y capítulo hubiese habido más tiempo para ver las trampas y los fallos de la serie, que los tiene. ‘Stranger Things’ se consume mejor de una tirada, porque observada en su conjunto gana enteros, como digna sucesora de fenómenos ochenteros.
Con todo esto es normal que se acuse a Netflix de haber trasladado el negocio de la comida rápida a la series. Hace productos que quizá no son del todo saludables pero están ricos para consumir de vez en cuando entre platos más sanos y elaborados. Yo añadiría que Netflix sabe darle un toque ‘gourmet’. Es decir no prepara simples pizzas o hamburguesas, les da un halo de distinción, un aroma que rezuma cierta calidad. Para amantes del fast food pero que se quieren sentir algo exclusivos. Netflix coge los ingredientes de series adictivas pero de una calidad cuestionable (placeres culpables) y los camufla entre ciertos toques de distinción. No hace ‘Scandal’ pero tampoco ‘El ala oeste de la Casa Blanca’. Ha encontrado un término medio que gusta y engancha.
A modo de anécdota a todo esto hay que añadir las técnicas publicitarias que usa esta plataforma y que llaman mucho la atención. Por ejemplo, ha recurrido a la cartelería clásica y series como ‘Narcos’ o ‘Stranger Things’ se anuncian con pósters por la calle, como antiguamente. Este detalle ‘vintage’ atrapa a esos consumidores amantes de lo retro, por si no tuviesen ya suficientes razones para quedarse atrapados. No se le escapa nada a Netflix. Su olfato es increíble. Acapara titulares cada día. Esta semana sin salir de España daba dos, uno por producir la primera película nacional y el segundo por la posibilidad de que finalmente sea la salvadora de ‘El Ministerio del Tiempo’, en una operación rescate como la que hizo con ‘Black Mirror’, que Channel 4 tenía abandonada. Sí, también le gusta rescatar series en peligro de cancelación o de resucitarlas, como con ‘Padres forzosos’ o próximamente con ‘Las chicas Gilmore’. No está dispuesta a ser indiferente ni a pasar desapercibida entre tanta serie.
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