“Es mi vida la que está en el aire”
Natalia Nadal
Se denomina ‘guilty pleasure’ a aquello que nos proporciona satisfacción o gozo pero que nos avergüenza reconocer públicamente, aquello que disfrutamos sin que nadie se entere y de lo que nunca alardearíamos e, incluso, llegaríamos a negarlo. Tres veces si es necesario. Son esas excepciones a una regla general de gustos, deleites inexplicables a los que no hay que dar muchas vueltas, entretenimientos que nunca trascenderán ni falta que hace. Hay placeres culpables en la cama (esa persona que juras que no pero luego es sí, y sí), en la cocina (los enormes envases de helado que desaparecen sin querer, los de Ben & Jerry’s a un lado, los de Häagen-Dazs al otro) o en el salón (donde sin que nadie te vea, ni te oiga, te arrancas a cantar el “Como yo te amo” de Rocío Jurado). Nadie te amará, nadie te amará, nadie porque yo te amo con la fuerza de los mares, yo te amo con el ímpetu del viento, yo te amo en la distancia y en el tiempo…
Reniegas de cualquier película de Stallone, Schwarzenegger o Chuck Norris, pero de repente le encuentras el punto a verlos a todos juntos en ‘Los mercenarios’. No sabes por qué pero cada vez que empieza una película de Jim Carrey o de Michael J. Fox te quedas hipnotizado frente a la pantalla y ya no puedes desviar la mirada hasta que termina. Sabes que es raro que protagonice nada bueno pero por una razón que no atisbas a explicar te hacen gracia los mohines de Sandra Bullock y cuando nadie te ve devoras sus películas. Esos son pequeños placeres culpables. Y disfrutar con ‘Showgirls’ también.
Los ‘guilty pleasures’ también alcanzan la tele, a esas series que nunca arrasarán en los Emmys ni pasarán a la historia de la televisión por haber reinventado el género pero que cuentan con todos los ingredientes para enganchar hasta las cejas al espectador. Esas de las que ves un capítulo casi por casualidad o para pasar el rato y para cuando te das cuenta has alcanzado el episodio ocho. No son títulos que inciten a debates profundos ni generan en el espectador preguntas trascendentales, pero cumplen una función fundamental, la de entretener sin más pretensiones. Que no es poco. Se consumen, durante una hora consiguen que quien las ve se evada de todo, y después se olvidan hasta la siguiente entrega.
Todo el mundo alardea de haber visto ‘Los Soprano‘, ‘The wire‘, ‘True detective‘ o ‘Fargo‘, pero casi nadie sitúa en su ‘top ten’ particular series como ‘Gossip Girl‘ o ‘Revenge‘. Pero lo cierto es que estas últimas cuentan con un público amplio. ¿Son malos estos títulos? Ni mucho menos. Están fabricados de tal modo que su espectador se engancha a ellos como quien se sube a una montaña rusa, sabiendo que le esperan subidones de adrenalina constantes. Nadie ve ‘Scandal‘ esperando hallar unas claves o miras políticas como las que ofrece ‘House of cards‘. No, de ‘Scandal‘ se esperan asesinatos, saltos de cama y giros de guión imposibles aunque bien ejecutados. En esa misma línea estarían ‘Pretty little liars‘, las nuevas versiones de ‘Dallas‘ o ‘Sensación de vivir‘ o ‘True blood‘, por citar algunas. Pero sobre placeres ocultos no hay nada escrito. Y cada cual tiene los suyos.
Si una serie española se convirtió durante dos temporadas en todo un ‘guilty pleasure’ fue ‘Motivos personales’, historia de asesinatos, infidelidades y luchas de poder que encandiló a la audiencia y todavía hoy cuenta con legiones de seguidores, pese a que tan solo aguantó un año en emisión. Diez años hace ahora que Telecinco programó esta ficción de intriga protagonizada por Lydia Bosch.
Dentro sintonía. Activado modo recuerdo.
No es baladí la elección de la sintonía encargada para abrir una serie. O no debería serlo. La de ‘Motivos personales‘ la compuso Víctor Reyes, autor de bandas sonoras de películas como ‘En la ciudad sin límites’, ‘Buried’ y ‘Grand piano’. Era pegadiza y trasladaba inmediatamente al espectador a un ambiente de misterio. Buen trabajo. Nada estaba dejado al azar en este título que produjo Ida y Vuelta. Desde el principio mostraba sus armas y el tono con el que pretendía atrapar a quien se plantase frente a la pequeña pantalla.
“Un asesino anda suelto. Ojalá podamos decirles muy pronto que ha sido detenido”. Esa es la primera frase que escuchamos decir a la protagonista de la serie, una periodista al frente de un programa de sucesos en televisión. No hay ninguna duda de dónde nos hemos metido. ‘Motivos personales’ iba a ser una serie barroca, de excesos, de golpes de efecto, de frases lapidarias. En ningún momento disimularía sus intenciones y en ningún momento decepcionaría a quien acudiera a ella buscando enigmas y enredos de brocha gorda. Y presentó (muy bien) unos cuantos durante 26 capítulos. En Estados Unidos en los noventa causó furor el ‘¿Quién mató a Laura Palmer?’. Aquí en 2005 otra pregunta pegó fuerte en la televisión: ¿quién mató a Mara Yimou?
‘Motivos personales’ tomó las claves principales de las series de intriga y de las de los culebrones, las unió con buen tino y lo aderezó todo con un triángulo amoroso en torno a la protagonista. Si la combinación se hacía bien no podía fallar. Y surtió efecto. ‘Motivos personales’ no inventó nada pero sí lo adaptó como nunca se había hecho antes en España. Hasta entonces las ficciones nacionales que ocupaban el ‘prime-time’ contaban historias que no exigían al espectador una fidelidad absoluta semana tras semana. Títulos como ‘Periodistas‘, ‘Hospital Central‘, ‘Los Serrano‘, ‘Aquí no hay quien viva’, ‘Policías‘ o ‘Compañeros‘ permitían saltarse algún capítulo y no perder el hilo argumental. La ficción de Telecinco, no. Cada semana terminaba con una revelación o un giro inesperado y durante el siguiente capítulo podía variar completamente el rumbo de la trama principal. Nadie debería perdérselo. Esto funcionaba en la tele nacional en otras franjas horarias (con los culebrones o con folletines americanos tipo ‘Dinastía‘ o ‘Falcon Crest‘, que se emitían al mediodía) pero hasta entonces no era habitual en las propuestas de noche. Antena 3 había realizado un intento anterior con ‘El Pantano‘, pero se empantanó. ‘Motivos personales’ abrió la veda que después siguieron ‘Círculo Rojo‘, ‘El internado‘, ‘Acusados‘ o ‘Sin identidad‘, por ejemplo.
¿Y de qué iba esta serie? Vamos a intentar resumirlo. La poderosa familia Acosta celebra el 50 aniversario de los laboratorios que son de su propiedad. En la fiesta se dejan ver claramente los recelos que existen entre los distintos integrantes del clan e incluso en este acontecimiento va a hacer su reaparición un hijo pródigo del que no se sabía durante muchos años por la mala relación que mantenía con el patriarca. La celebración se interrumpe cuando aparece muerta en extrañas circunstancias la secretaria del presidente de los laboratorios. Natalia Nadal es periodista y actúa como rostro visible de un popular programa de crónica negra, por lo que no tardará en comenzar a investigar lo que ha sucedido en la fiesta de los Acosta, familia a la que está unida por su marido, sobrino del dueño de los laboratorios. La trama se complicará cuando su esposo se convierte en el principal sospechoso del crimen, es condenado y termina en la cárcel, donde perderá la vida. Natalia descubrirá que durante el juicio se utilizaron pruebas falsas y que detrás de las muertes se oculta una venganza fraguada hace años.
¿Por qué acertó Telecinco? El reparto fue, sin duda, una de las grandes bazas. Concha Velasco, Fernando Guillén, Ana Gracia o Marta Calvó defendieron muy bien unos roles algo arquetípicos pero muy efectivos. Miguel Ángel Silvestre debutó en este título, pero lo abandonó en su segunda temporada provocando un síndrome de Darrin enorme (Álex González asumió después su papel). Pero quien llevaba el gran peso de la trama era Lydia Bosch y aquello, contra muchos pronósticos, fue una buenísima elección. Lydia Bosch no es la mejor actriz del mundo, pero hay que reconocerle una gran empatía con la pantalla y que supo dar forma y sostener un personaje de por sí exagerado sin caer en lo grotesco. Y no era fácil. Para interpretar escenas como la de la protagonista llorando en mitad de la calle dejándose mojar por la lluvia tras descubrir que su marido, supuestamente, le ha sido infiel, o para decir frases lacónicas como “soy periodista, hace muchos años que veo la porquería de los demás como para no reconocerla cuando estalla en mi propia casa” hay que pillar un buen tono para no hacer el ridículo. Y eso la Bosch (como Kerry Washington en ‘Scandal‘ o Emily Van Camp en ‘Revenge‘) lo supo resolver. Inmensa es la secuencia final del primer capítulo en la que sin saberlo ella da paso en su programa a la noticia de la detención de su marido y es testigo, a través de un monitor, de cómo se lo lleva la policía acusado de asesinato. Acto seguido abandona el plató y cuando el director del espacio le recrimina que se vaya con la emisión en el aire, ella responde rotunda: “Es mi vida la que está en el aire”. Bravo, bravo, bravo.
Uno sólo puede levantarse en su casa al escuchar esta frase y aplaudir después de haber asistido a un primer episodio en el que ocurre de todo. Hubo asesinatos, infidelidades, hallazgos extraños, rivalidades, flirteos adolescentes, amores del pasado, adicciones y algo de sexo. Todo muy bien combinado y servido. ‘Motivos personales’ no llegaba para cambiar la vida de nadie pero sí para hacérsela más divertida a quien la viese cada martes por la noche. Sería un placer culpable con sello patrio. Y como no ha habido después. Nada peor que una ficción que no reconoce sus pretensiones o las sobredimensiona. Que se dé por aludida quien quiera.
La serie duró dos temporadas, que se emitieron en un mismo año, con el verano entre ambas. En principio los guionistas habían previsto que durase al menos tres tandas de capítulos pero Telecinco decidió cerrarla tras la segunda. ¿El motivo? Personal. No, es broma. La ficción había comenzado a sufrir un pequeño desgaste de audiencia y la cadena temía que los espectadores no aguantaran si la trama se alargaba. De hecho el episodio final terminaba con una revelación que nunca después se resolvió.
En foros de internet se sigue hablando de la serie. A los guionistas (Carlos Vila y Javier Holgado) se les pregunta a menudo por ella y por una posible continuación. Ellos (que son los mismos que viven pendientes ahora de la renovación de ‘Los misterios de Laura‘) no saben no contestan. La decisión es, por supuesto, competencia de Telecinco. Tras el anuncio de la emisora de rescatar algunos personajes célebres de sus ficciones históricas para que realicen una pequeña intervención en sus series actuales (a propósito del 25 aniversario de la cadena) muchos seguidores piden que uno de ellos sea la periodista Natalia Nadal. El boom (o casi) comenzó hace ahora diez años, desde que el 1 de febrero de 2005 empezase su emisión.
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