A la televisión le pesa todavía un estigma que provoca que huyan de ella un grupo amplio de usuarios potenciales. Considerada hasta hace poco un medio menor muchos actores, directores y guionistas rechazaban trabajar en ella o sólo lo aceptaban por motivos económicos. Los nuevos tiempos, sobre todo por la revolución en la ficción y porque las generaciones más jóvenes gozan de menos complejos, han roto estos clichés por trabajar en un medio u otro. El handicap que todavía no se ha derribado es el que relaciona la pequeña pantalla con contenidos cuestionables. También en la librerías o en los cines hay productos basura pero nunca se generaliza con la literatura o el cine. “Ver la tele” es para muchas personas sinónimo de perder el tiempo, mientras que “leer” o “ver cine” siempre se observa como un acto encomiable, por mucho que lo que se lea o se vea puedan ser a veces productos de bajísima calidad. Esta barrera no se ha superado.
Una tendencia cada vez más actual es ver contenidos televisivos pero fuera de la tele. Muchas personas afirman no ver nunca la televisión, pero se refieren sólo al electrodoméstico porque usan otros aparatos (ordenador, móvil) para acceder a espacios elaborados para este medio (series o programas). La tele se ha convertido en realidad en la mediana pantalla y ha dejado lo de pequeña para otros utensilios. El consumo tradicional pierde seguidores, mientras que otros modos ganan adeptos. No hay duda de que son las nuevas generaciones las que más dan la espalda a las maneras clásicas de ver contenidos televisivos y prefieren administrárselos según su conveniencia sin filtros ni interrupciones. Las audiencias ya no sólo hay que leerlas durante la emisión porque cada vez existen más ventanas en las que localizar a posibles consumidores.
Al margen de estas tendencias se encuentra ese grupo de personas que no considera la televisión necesaria para su vida (para su ocio o su entretenimiento) y no dispone de aparato en casa desde mucho antes a que proliferasen las modas de ver productos a través de internet. Son aquellos que de verdad no saben qué es ‘Sálvame’ y que jamás han gastado un minuto de su vida en seguir ‘Gran Hermano’. Los hay. Y no son tan pocos como creemos. Hay que tener en cuenta que las grandes apuestas televisivas, las que más éxito consiguen (‘La voz’, ‘Tu cara me suena’, ‘Mar de plástico’ o ‘Deluxe’) mueven a un grupo de espectadores en torno a los tres millones. ¿Qué pasa con el resto? ¿Qué ven?
Hoy nos ocuparemos en estos lares de todos ellos, de esos que no tienen televisión. Los que en un momento de su vida (por las circunstancias arriba descritas o por otras) decidieron que su salón no iba a estar presidido por una tele. “No hay deseo y necesidad de tener una televisión. E incluso estéticamente es un aparato horrible, por más que sea plano. No me acuerdo quién lo dijo, pero me gusta la frase: ‘la televisión demuestra que las personas están dispuestas a ver cualquier cosa, con tal de no verse a sí mismos’”, explica Sergio Pinto Briones, periodista, poeta y artista visual, que ha sido director literario de la revista Canibaal. “Era un objeto que estaba en casa y ya parecía un mueble por el no uso. No me gusta esa imagen de la televisión encendida todo el día, hipnotizados, sedentarios”, afirma cuando se le pregunta las razones que le llevaron a prescindir un día de un elemento que al montar un hogar se considera imprescindible, como los fogones, la nevera o la cama. Y muchos demuestran que no lo es.
“En mi caso soy reincidente. Cuando me independicé no tenía tele y estuve meses sin ella, entonces empecé a colaborar con una revista en Barcelona para la que tenía que escribir críticas de DVD así que me tuve que comprar una. El caso es que con el tiempo dejé la revista, pero la tele ahí quedó. Hace un par de años se estropeó, pasó el tiempo, y decidí ni arreglarla ni comprar otra”, comenta el crítico musical de LAS PROVINCIAS, César Rus, que ha sustituido el aparato en su casa por un acuario de 300 litros. Y en vez de a Belén Esteban o a Kiko Matamoros ve peces. Así explican Rus y Pinto su divorcio con el aparato, que casi se produjo de manera natural, después de años que ambos califican “de hastío”. “Fue el hastío, hace diez años, de ver el monopolio, manipulación y tanta publicidad, la tontería, la morbosidad, e incluso en el contenido supuestamente serio de la televisión”, comenta Pinto.
¿Son unos raros? ¿Extraña en su entorno que hayan prescindido de esa pantalla? “Les sorprende, sobre todo al saber que soy periodista. Pero yo les invito a ver menos televisión y ver otros soportes para informarse y entretenerse. Verán que tienes tiempo para hacer más cosas: salir, visitar los amigos, leer más”, contesta Pinto. “Cuando lo digo suelen producirse dos reacciones. La primera: Yo tampoco la veo casi. En ese caso es como que se excusan por tener tele, supongo que porque es un aparato con mala fama desde que apareció (creo que, por ejemplo, ni Sartre de Simone de Beauvoir concedieron entrevistas en la tele hasta los setenta o así, o la manera en que se la critica en ‘Fahrenheit 451’). En definitiva, es como que digan: “tú sí que eres una persona auténtica que vive al margen de la sociedad”. No lo creo, soy una persona normal, integrada y me considero al día. Realmente no veo la tele no por militancia, sino porque simplemente no me interesa”, argumenta Rus.
“Y la segunda reacción: Pues no sé cómo puedes vivir sin tele. Este es el que ve mi actitud como una especie de programación. Suele ser el tipo de persona que admite que ve la tele aunque sea para reírse de los que salen. Suele ser bastante escéptico y cuando digo que sí que veo lo que me interesa por internet responde: “ah… entonces sí ves la tele”. Parece que así se queda más tranquilo. También es muy habitual que la gente te diga “¿AÚN sigues sin tele?” o como hiciste tú (ese TÚ soy yo, Darrin) “¿TODAVÍA sigues sin tener tele?”, como asumiendo que es una excentricidad provisional. Por cierto, son dos reacciones similares a las que sufren los vegetarianos: ‘Yo casi no como carne tampoco’ o ‘No sé cómo puedes vivir sin comer carne’”, concluye Rus.
El crítico de LAS PROVINCIAS es consciente de que lo que en ellos se ve como una excentricidad en las generaciones que llegan es bastante habitual. “Creo que el uso de la tele irá menguando. Las generaciones más jóvenes la ven menos, sólo hay que echar un vistazo a la programación para darse cuenta que la mayor parte de las cadenas (salvo alguna excepción), está hecha para gente mayor. Evidentemente, sigue y seguirá siendo el gran medio de comunicación de masas, pero irá perdiendo su peso, en parte porque tampoco estamos ya en una sociedad de masas. También creo que la tele como “chimenea” moderna ante la que se reúne la familia menguará, por ejemplo, la comodidad de la tablet en comparación es increíble: es más fácil creer que un adolescente decida ver lo que quiere en la tablet o el ordenador que tener que negociar qué ver con los demás. Es evidente que si no se desarrolla más el acceso a la tele por internet y se limitan los contenidos es, precisamente, porque hay una industria detrás que peligra (fabricantes de tele y las propias cadenas que tendrán que adaptarse)”, explica.
Un ejemplo de este nuevo usuario es el periodista Carlos Garsán, de 25 años. “Cuando fui a ‘montar’ mi casa me di cuenta de que era un elemento que, por ahora, no necesito y al que no daría ningún uso. No quiere decir que nunca vaya a tener televisión, pero ahora no la utilizo”, afirma. “Hace años que no ‘veo la tele’ en la tele, incluso cuando estoy frente a ella, ¿me sigues? Hoy en día solo me siento en el sofá a ver la tele (¿hay algún tipo de sinónimo para esta palabra?) cuando empieza una edición de ‘Gran Hermano’ porque para mi madre es todo un evento y tenemos que comentarlo todo juntos “como una familia” (sus palabras). Y todos sabemos que por una madre se hace todo y más, ¿verdad? Volviendo al tema, incluso cuando estoy en pleno acto de ver la tele en realidad paso más tiempo hablando, con el móvil o la tablet. Es como estar follando y pensando en la lista de la compra”, resume el redactor de Valencia Plaza. “Es algo habitual entre la gente joven. Imagino que cuando tengas hijos querrás una tele para ver ‘Frozen’ y tal, pero no ahora”, zanja rotundo.
Garsán, Pinto y Rus no tienen tele. ¿Pero quiere decir eso que no consumen contenidos hechos bajo códigos televisivos? Ni mucho menos. Ellos son esa audiencia que no aparece en los datos del día siguiente. “La he sustituido por -oh, sorpresa- cualquier dispositivo que tenga conexión wi-fi. En concreto, los contenidos clásicos que podría ver en televisión -cine, series, programas- los veo en mi iPad. Realmente no creo que sea una cuestión de dispositivos, sino de contenidos. Sigo viendo algunos programas y series, productos tradicionales de la tele, pero me permite acceder otras muchas frikadas a las que hoy no tengo acceso desde la tele. Desde programas de otros países (SNL, Mad Men, etc) hasta entrevistas, entregas de premios random y documentales de archivo. Además está la cuestión del contenido ‘extra’. Una de las cosas que más me gustan los vídeos cortos. Piensa que soy de la generación (probablemente la primera) que aprendió a través de hipervínculos y no con un conocimiento lineal. No quiero ver un programa de variedades en el que me cuenten dos cosas que me interesan y tres que no y, para colmo, tener que ver la emisión íntegra sin poder avanzar ni retroceder. Prefiero ir saltando de un vídeo a otro pero exclusivamente de aquello que quiero ver. Sea Andy Warhol, el mosquito tigre o Miley Cyrus. Mención aparte, mi obsesión por el pop. ¿En qué cadena generalista hoy en día se programan conciertos, videoclips o actuaciones en directo? Perdón, vuelvo a formular la pregunta: ¿En qué cadena generalista o de pago se programan conciertos, videoclips o actuaciones en directo?”, argumenta de manera profusa Carlos Garsán.
“Busco información en internet a través de periódicos, revistas y otros canales audiovisuales, sin publicidad. O, lo que es mejor, la he sustituido por la conversación con amigos. Estos otros contenidos me ofrecen mayor diversidad y tiempo, ya que soy yo quien elige cuándo ver los contenidos. Y sobre todo, ver y escuchar en versión original, sin pasar por los malos doblajes y subtitulados, ni la publicidad forzada que invade la programación televisiva”, indica Sergio Pinto. “Para contenido audiovisual uso la tablet, así puedo verlo en cualquier lugar de la casa. Lógicamente consumo los informativos porque la información audiovisual es importante. También veo algún programa que me interesa, en realidad, desde ese punto de vista, sigo viendo la tele. Por otra parte, ya antes de la defunción de mi tele, los contenidos que más me interesaban, básicamente series (como tantos hacemos), los buscaba en internet, ahora incluso me resulta más cómodo. Puedo elegir lo que quiero ver y versiones originales subtituladas”, narra César Rus.
¿Ha perdido la mediana pantalla la batalla frente a las nuevas ventanas? Desde las cadenas tradicionales se observan pequeños gestos para atraer a esos públicos que se les escapan. Por ejemplo los tiempos de espera entre las emisiones de series en su país original y España cada vez son más breves, para evitar el pirateo. Además aumenta la interacción con las redes sociales. Algunos programas tienen presente que muchos espectadores ven ahora la tele mientras dialogan en las redes sociales y por ello propician hastags y otras interacciones.
De hecho el éxito de espacios como ‘¿Quién quiere casarse con mi hijo?’ se debe a este tipo de consumo. El espectador comparte en directo sus impresiones con otros usuarios aunque no los conozca. ‘Gran Hermano’ se aprovechó de esta tendencia y renovó su público gracias a su presencia en las redes. Los espacios relacionados con la casa de Guadalix de la Sierra son siempre los que mayor audiencia social logran. Otros ‘realitys’ tomaron buena nota de estas circunstancias y desde su origen hicieron al público de internet cómplice de su propuesta. Sucedió, por ejemplo, con ‘Top Chef’, que recurrió al célebre Hematocrítico para agitar los comentarlos durante sus emisiones. Con muy buenos resultados, por cierto.
¿Qué tendría que ofrece la tele convencional a Sergio Pinto, César Rus y Carlos Garsán para que regresasen a ella? “Mayor diversidad y sobre todo mejor contenido cultural. Menos circo, más realidad y humanidad, es decir, menos morbosidad, menos bullying al personaje del momento. Mayor debate, frescura. Y, por favor, sin publicidad”, opina el primero. “No es una cuestión de que cambie la programación. En mí caso no dejé de tener tele como protesta ni nada similar. La tele ha perdido el monopolio de lo audiovisual y eso ya no se recupera. De todas formas, si se trata de dar un consejo para que mejoren los contenidos, yo simplemente hago una reflexión: antes la tele transmitía eso que ahora se llama mainstream (que es una manera mainstream para llamar a lo que antes los clasicos llamaban cultura de masas). Ahora es evidente que lo ha perdido, recuperarlo sería el primer paso, pero para eso necesita una renovación estética, conceptual… que es muy difícil que se dé, al menos sin un relevo generacional en las cúpulas de las televisiones”, añade Rus. “Puede que compre una vintage para decorar mi casa. Si la vacío por dentro y le pongo una tabla puede quedar una estantería divertida, ¿no?”, apunta Garsán.
Ya veo que dentro de poco me tocará hablar de estanterías en El Síndrome de Darrin…
Títulos de crédito: Para quejas, sugerencias y otras necesidades humanas mi correo es mlabastida@lasprovincias.es