Parece que el tema de las horas que trabaja un empleado sigue vigente en los últimos años en los diferentes medios. Y es que ¿cómo no va a llamar la atención que se hable de reducción de horas en el trabajo? Aunque lo que ha aparecido ahora es la concentración de las horas en cuatro días en Bélgica, un aspecto que tiene sus pros y sus contras. Porque eso de verte con tres días libres puede parecer una golosina, pero claro si es a coste de diez horas diarias no lo tengo tan claro. Si estamos intentando mejorar las condiciones laborales por el bienestar de los empleados no parece que trabajar diez horas seguidas sea precisamente una bicoca. Que se lo pregunten a los trabajadores de cuerpos especiales o a los servicios sanitarios o similares cuando se doblan guardias o se trabajan más horas de las debidas en un día, no se puede estar nunca igual de bien, ni concentrado, ni productivo.
Por otro lado, está claro que la famosa flexibilidad depende del tipo de empresa y sector, pues en algunas los horarios al público siguen siendo una férrea disciplina de horas y días a la semana difícil de contener y de cambiar. Pero recordemos que la cuestión era cómo reducir las horas laborales ganando en productividad. Está claro que si conseguimos estar más concentrados en menos horas lograremos seguro igualar la productividad o mejorarla, pues como bien sabemos en este país, aunque no lo apliquemos, “más horas no significa más productividad”.
Cada vez más se están instaurando modelos de bienestar en las mejores empresas, sobre todo en aquellas que consideran las personas su eje central de negocio. Y es que es difícil pensar en bienestar si seguimos manteniendo tantas horas seguidas a la gente en su puesto de trabajo. El modelo del bienestar que garantiza la productividad establece que se deberían mejorar las condiciones laborales para poder rendir más y mejor. Pero ese tema aún está por discutir con más profundidad. De momento, seguimos haciendo horas “a saco” y preguntándonos a ver quién saca el país adelante.