Aun podemos encontrarnos muchas personas que consideran que la única manera de dirigir una asociación, una empresa, una organización o un país es a base del miedo. Y la cuestión es que bajo esta premisa, se cuelan en nuestro siglo XXI y en nuestra democracia estilos medievalescos que creíamos ya enterrados con las hachas.
La verdad es que quien conoce el mundo de las empresas es consciente que aun quedan muchas gobernadas por el miedo y el control. Parece que sus efectos a corto plazo aún siguen convenciendo, sobre todo porque quien aplica este estilo obviamente no busca talento sino obediencia.
En tiempos de excelencia la obediencia no es suficiente, pues solo compromete por el miedo y la supervisión estricta. Por lo que solo consigue cubrir objetivos fáciles de detectar o plantear. Pero no permite cuestiones más complejas que tienen que ver con la innovación, creatividad, mejora de procesos, resultados extraordinarios, excelencia en la productividad, etc.
Ya si hablamos de un gobierno, la eterna pregunta es cómo puede ser que la política esté tan alejada de los programas de liderazgo modernos pues sigue funcionando el dedo, la presión, la calumnia y la extorsión. Digamos que algo así como “todo vale”. ¿No parece increíble? La verdad es que sí que parece increíble que sigamos tan alejados de una gestión por talento, el poder es lo único que cuenta, y quien se engancha en conseguir ese poder “a cualquier precio” resulta que muchas veces lo consigue.
Algo habrá que hacer con nuestra sociedad y con nuestra política para comprender que la gestión del talento es la única solución para confrontar la excelencia organizativa y empresarial. Y con la política, uf, ya veremos.