Vamos a prestar atención a la siguiente composición léxica: cereales de desayuno.
Si nos damos cuenta, es el único alimento que se circunscribe a una sola comida. Es decir, están diseñados para el desayuno pero no por sus bondades sino gracias a la publicidad. Es decir, la industria ha conseguido crear esta necesidad que es irreal.
El origen de los cereales en el desayuno se ubica a principios del siglo XX cuando el doctor Jonh Harvey Kellogg decidió atribuirles beneficios. La oscura historia de este doctor, según se ha publicado tiempo después, evidencia una conducta insana que consideraba la sexualidad como algo malvado.
El doctor era célibe y jamás llegó a consumar su matrimonio. Además, emprendió una férrea lucha contra la masturbación y pensaba que estos cereales iban a evitar el onanismo. Más tarde se asoció con su hermano Will y añadieron azúcar a los copos de maíz y convirtieron en un éxito comercial los cereales (de desayuno).
Al margen de la locura del doctor Kellog que inventó una máquina de enemas y aconsejaba a las mujeres rociarse ácido en el clítoris, su invento barato para desayunar ha revolucionado la alimentación, para mal.
Porque desayunar cereales es una mala opción y, además, incompleta.
Salvo alguna opción saludable como los copos de avena, desayunar cereales es una mala alternativa y mucho más para los niños. De hecho, si analizamos la historia de España, jamás nuestras abuelas ni nuestras madres han desayunado esas bombas de azúcar procesado. Lo más ‘nacional’ es desayunar unas tostadas con aceite y jamón con algo de fruta y un lácteo, que sería una opción mucho más correcta y equilibrada.
Lo peor es que la industria trata de venderlos como una opción saludable y, además, se enfoca con demasiado ahínco en los niños pequeños.
Si de verdad quieres que tu alimentación sea correcta rechaza todos estos productos procesados y apuesta por equilibrar los macros en todas las comidas: grasas, hidratos y proteínas.
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