Me sentí afortunado. El gran maestro del País de las Gastrosofías, el chef don Jabugón, me enviaba a desempeñar una misión sin precedentes. Algo realmente histórico para este país en el que las alcachofas pueden hablar, las sartenes se tratan como marquesas y los ríos de aceite fluyen entre esplendorosos huertos. Nuestros astrónomos habían detectado a través de los barquillos-telescópicos un nuevo planeta en nuestra órbita. Mi objetivo era llegar hasta él, explorarlo y descubrir sus misterios más secretos.
Y así lo hice. Pocos minutos después de recibir la comunicación del maestro llegó hasta mi casa un zeppelín, me subí en él y emprendí travesía hasta aquel misterioso planeta que se había colado en la galaxia Gastro. Durante el viaje, mi cabeza empezó a volar loca. Y me imaginé convertido en un héroe, a lo Neil Armstrong, protagonizando portadas de periódicos. Como la de The New York Times aquel 21 de julio de 1969: “Men walk on Moon”.
Me vino a la cabeza aquel viaje a la Luna que abrió la puerta a la magia en 1904, cuando Méliès cautivó al mundo y el cine realizó su primera travesía imaginaria al gran satélite de la Tierra. Como hizo más tarde el mismísimo Tintín de Hergè.
Aterricé a eso de las seis de la madrugada hora planetaria. Nada más pisar su suelo, noté un fuerte crujir bajo mis pies. Mis botas supersónicas iban marcando sus huellas sobre una superficie arenosa, muy granulada, que desprendía un tremendo aroma a almendra, canela y calabaza. Era como estar en el pulmón de una confitería con un perfume mágico, casi hechizante, que acabó despertándome un apetito insaciable. Me arrodillé en el suelo y con las manos empecé a sacar pedazos y más pedazos de aquellas rocas esponjosas que sabían a cielo. A mi alrededor, se levantaban grandes montañas de almendra tostada, corrían ríos de chocolate y caramelo y un musgo de calabaza teñía aquel planeta de pardos, tejas y naranjas. Esto es lo que me encontré y lo que remití al Canal Gastrosofía:
Fue entre mordisco y mordisco, cuando me di cuenta que comía y comía sin saciarme, y al tiempo mi cuerpo se hacía enorme, grande, tan grande como un globo. Descubrí en ese instante que aquel Planeta Almendra era en verdad un monstruo. Una enorme bestia que crees que estás devorando, pero que en verdad es ella quien te está comiendo. Y fue así como salí de allí: flotando como un gran globo relleno de almendra y calabaza asada.
Llevado por los vientos de la fortuna acabé de nuevo en el País de las Gastrosofías. Ahora, a menudo, sueño con regresar al Planeta Almendra. Aunque con mi querido Pepito Grillo al lado, para que me diga: “¡basta de comer!”
Torta de almedras y calabaza asada con chocolate
Ingredientes:
300 gramos de almendra molida.
200 gramos de harina.
500 gramos de calabaza asada.
500 gramos de azúcar.
4 huevos batidos.
1 vaso pequeño de aceite de oliva.
1 cucharada de bicarbonato.
Helado de chocolate con frutos secos.
Nuez moscada, almendra troceada, canela.
Elaboración:
Se mezclan todos los ingredientes (excepto el helado y la nuez moscada, el crocanti y la canela). Cuando tengamos la masa homogénea, se añade por encima una buena capa de almendra troceada, azúcar y canela, y se coloca en el horno. Luego es cuestión de ir comprobando que su cuerpo está hecho. Ya sabes, que el palillo salga limpio. Y que quede bien crujiente por encima. Lo acompañas con el helado de chocolate y frutos secos y lo decoras con nuez moscada por encima.
Y recuerda que os espero en @JesusTrelis y que puedes ponerte en contacto conmigo a través de jtrelis@lasprovincias.es