Siete, seis, cinco… El superagente más famoso del País de las Gastrosofías te propone un viaje trepidante para devorar Madrid en doce horas. Churros, Cézanne, un café llamado La Fábrica, unos olorosos inolvidables con una de esas personas que vale la pena conocer y unos mordiscos gloriosos en uno de los restaurantes –taberna postmoderna- del Madrid en auge. Con ustedes, el mago Paco Morales, rey de Altrapo, y las cerezas de Cézanne.
Tres dos, uno… empieza la fiesta.
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CÉZANNE reparte CEREZAS, UN buen AMIGO desliza NOSTALGIAS ENTRE amontillados y PACO MORALES se come MADRID con Altrapo
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A los superagentes nos pasan cosas raras. A mí al menos. Pero es que en el País de las Gastrosofías todo es posible. Esa mañana, a eso de las siete, un señor llamó a mi puerta. Una especie de cartero con su bicicleta roja y un profundo acento francés. “De parte de monseiur Cézanne“, me dijo entregándome un paquete. Quedé asombrado, por lo inesperado. “¿Paul?“, le cuestioné. “Si lo conocí en la otra vida y no sabía nada de él desde...”, rumié en voz alta. Abrí la caja, dentro había un tarro de cerezas con un delicioso cuadro de Cézanne colgando de él a modo de etiqueta… Lo observé, lo abrí y se desencadenó todo.
Una enorme serpiente roja salió disparada del bote. “Corre, agárrate nos vamos...”, me dijo el cartero de Cézanne desde la puerta. A la velocidad de un AVE, impulsado por esa línea loca del color de las cerezas, aterricé en la Estación de Atocha. Sin darme tregua, el cartero de Cézanne con su bicicleta me apuró: “vamos, vamos, vamos…” Siguiéndole acabé en Casa Luciano. “Esto es para coger fuerzas”, sentenció.
Casa Luciano es uno de esos sitios con encanto, no porque vayas a comer de cine -no me atrevería a pronunciarme sin probarlo…-, sino porque tiene el alma del Madrid de los madriles. Allí encuentras ese bullicio peculiar de los bares españoles, combinado además con el regusto a antaño que encuentras en buena parte de cafés y viejas casas de comidas de la capital. Ese escandalillo Made in Spain que a mí me gusta en algunos momentos del día. Da vidilla y te anima a comerte unos buenos churros –aunque con ese toque aceitoso tan difícil de desterrar de las pastas fritas- y el chocolate -que sabía divino en una mañana más bien fría-.
Casa Luciano, filosofía tabernera desde 1904.
Casa Luciano. Calle de Atocha, 120, 28012 Madrid 915 27 26 92El cartero me sacó de la oreja. “Queda mucho por hacer“, me comentó. Y seguí la cinta roja que dejaba tras de sí. Saludé a los leones de Las Cortes –“muy buenas, me voy a comer Madrid”, les comenté- y, de pronto, me encontré con un templo del arte: Museo Thyssen-Bornemisza.
“Entre señor, le espera el genio…”, me dijo el cartero. Entonces, al ver su nombre escrito en un inmenso rótulo lo comprendí todo y sentí una profunda emoción.
No te voy a aburrir. Sólo decirte que mi alma se fusionó con la suya al encontrármelo deambulando ante tanta maravilla. Paseé con él por los campos de los alrededores de Aix; vi los bosques de castaños del Jas de Bouffan desnudos y después camuflados bajo unos cuerpos desnudos que parecían querer bailar entre trazos negros y verdes eternos; contemplé bodegones que eran paisajes y paisajes que bodegones; admiré sus tejados de París, los aromas escondidos, los brochazos con espíritu… las cerezas… las cerezas de la Provenza.
Exposición Cézanne site/non-site. Museo Thyssen-Bornemisza. Hasta el 18 de Mayo de 2014 Ya hice una historia con un cuadro de la baronesa para los periódicos de Vocento que quizá te gustaría recordar: “Un estúpido en Mata Mua” “Sobrio como era, almorzaba con frecuencia un trozo de queso, pan y algunas nueces, sin abandonar el taller. Añadía un vaso de buen vino y una taza de café y con ese festín de asceta se mantenía hasta la noche”. Joachim Gasquet. Cézanne. Lo que vi y lo que dijo. Ed. Gadir 12 euros (biblioteca Museo)Estaba ensimismado, cuando reapareció el cartero de Paul. “¿Nos vamos?“, me dijo. “¿Hay más?“, pregunté asombrado. Me indicó con la mano que le siguiera y casi volando llegué hasta un lugar encantador donde me esperaba una sorpresa fantástica. La cita, en el café La Fábrica.
Se trata de un sitio con atractivo, de esos que te atrapan. Uno de los centros culturales con más auge del Madrid actual. Un lugar en el que entre cafés y aromas a merendola, se fraguan tertulias en las que te colarías encantado. Un proyecto nacido de la mano de La Fábrica Editorial y que ya es todo un bombazo para la capital. Todo es posible en su cafetería, siempre sazonado con un buen puñado de palabras hechas tertulia. Un trozo de tarta tridimensional, una trenza de mozarella, un secreto ibérico confitado…Tienda gourmet, sala de exposiciones, cursos metidos en una caja fuerte inmensa, sueños deslizados por las estanterías, fotografías que te atrapan, una ilustración de Ana Juan (que te guiña el ojo), la colección de la revista Matador (que te mira desde la entrada)… Allí me di de bruces con él: Pau Andrés, alias BuenaGente.
Café La Fábrica La Fábrica Editorial. Calle Alameda, 9. MadridPau (BuenaGente) es gestor cultural y un tipo que sabe un potosí de hostelería y gastronomía (corre por su sangre). Ahora es director del exquisito Club Matador, uno de esos lugares del Madrid Privado que rezuma cultura, intelectualidad y reflexión. Creo que algo así como un concierto de jazz con regusto taurino. A lo Jaime Cullum…
A Pau, sin embargo, lo conocí en un lugar de esos que concentra como pocos la magia mediterránea. En Dénia. En El Tresmall. Donde uno puede degustar arroces que te hacen soñar y devorar pulpo seco y esencia de mar entre lágrimas placenteras. Con él se perdió mister Cooking por Madrid bajo la lluvia y con él rezumaron entre algún que otro amontillado y oloroso, los azules del Mediterráneo.
Estas cositas hacen la buena gente de El Tresmall. ©ElTresmall
El Tresmall Carrer del Riu de Gallinera S/N Dénia 966475040 Ya te hablé de ellos en El Club de las 365 paellas
Cuando el reloj marcó eso de las dos, apareció a mi lado el cartero. “Eres como una pesadilla“, le dije. “No me dejas acabar de disfrutar las cosas“, sonreí con una felicidad difícil de disimular. “Tiene otra cita“, me dijo. Yo, como buen espía, me dejé llevar. Y así es como aterricé -aquí debería sonar un redoble de tambores- en Altrapo.
En una mesa, me esperaban tres doncellas que parecían extraidas de un cézanne. Junto a ellas deambulaba el espíritu del pintor. “Nos volvemos a ver”, me dijo. “No podía ser en mejor sitio“, le respondí. Sólo ver la imagen de Paco Morales -chef al milímetro y maestro de quimeras culinarias- plasmada en una pantalla del local, me emocionó. Desde que conocí al cocinero de Córdoba haciendo de las suyas en el Hotel Ferrero de Bocairent, que le tengo devoción. Ya sabes, mister Cooking el enamoradizo…. Y ya te digo, Altrapo no decepcionó.
(¡Más redoble de tambores!)
Primer acto (o mascletà para empezar). Como protegidos por una armadura, llegaron cuarto aireados de tortilla a la española coronados con pimiento verde y anchoa que estallaban en boca de manera deliciosa. La mejor señal de que aquel almuerzo nos iba a cautivar. Casi trepando, como un cangrejo rellenito y blanqueado por un supuesto azúcar glass que sabía a magnesia (trampantojo total), apareció el croissant de centolla y mahonesa kimchi, que con sus sabores chispeantes hizo más que interesante este primer acto repleto de mordiscos apasionados. Bocados que iban a convertirse en pura gloria cuando, bajo el fino velo de tocino ibérico, llegaron las alcachofas salteadas con mahonesa de cebollino y migas de crujientes. Me imaginé a Paul Cézanne gritando: “¡sublime!”; a las damas, aplaudiendo; a sus naturalezas muertas, reviviendo…. ¿Obra maestra? No sé. Un Paco Morales al cien por cien. Un lujo para Madrid.
Segundo acto (o como a los que nos gusta jalar echamos a temblar de emoción). Sí, llamame exagerado, o tarado, o friki glotón… Pero mira qué cuatro platos probé y deja que tu saliva entre en ebullición… ¡Grande!
(Aclaro: no me comí cuatro platos. Sólo el mío -el bacalao-. Eso sí, probé el resto. A lo garrulón)
Tercer acto (o salir a bailar con la más guapa). Las cosas son así: unos buenos quesos es lo mejor para culminar una buena comida. (Antes de los postres, claro). Potencian la reflexion y la tertulia. Un baile sereno. La tabla de Altrapo es notable. Probé tres, los tres fantásticos: mahón curado, picón Bejes-Tresvis y un ermesenda. Soy un abusón. #quesos
¿Sabes quién es quién?
Cuarto acto (o los hechizos). ¿Qué hacemos te lo cuento? ¿te atreves? ¿No lo pasarás mal… verdad? ¡Yo sólo de pensarlo estoy que me subo por las paredes por volver a zampármelos! Postres de cuentos de hadas en los que igual te canta la regaliz, que te hechiza un mago bajo un manto de leche de soja…
Al final, la chicas de Cézanne cantaron melodías a la francesa -a lo ZAZ– mientras yo hablaba en sueños de mis sueños con el alma de Cézanne y de Paco Morales (que estaba en verdad conquistando China mientras nosotros devorábamos sus pequeñas maravillas). Hubo palabras y felicidad, un trato excelente por parte del equipo de Altrapo (pura amabilidad) y ganas de voler a casa para contarte esto y para soñar que quizás un día una cinta roja me vuelva a traer de paseo por Madrid.
PD. De vuelta a casa no lo pude resistir. En La Mallorquina, junto a la Puerta del Sol, acudí a mi cita con las napolitanas, y las torrijas, y los rusos…. Un clásico.