NOTA DEL AUTOR: ESTA HISTORIA PUEDE HERIR SENSIBILIDADES Y PRODUCIR ATAQUES DE ANSIEDAD
Fotografías: ©Jesús Trelis. Todas menos la última, que no te has de perder porque es de la gente que hace posible esta locura 🙂 Para el video he utilizado dos imágenes del twitter de Quique.
Te lo dije en mi última historia…
“Empecé a correr a la vera del mar pensando que siempre lo mejor está por venir… Y tras mucho correr, vi al fondo la casa del torreón blanco y tres estrellas brillar”.
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Sobre él, sobre el torreón blanco, imaginé maravillas. Y de las maravillas salían sueños. Y vi poemas en verde y nudos marineros que hechizaban, sirenas ROMPEC♥RAZONES y el corazón de Neptuno, el alma de la TIERRA y un conejo metido en una judía de garrofó…
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EL HOMBRE QUE REBOZA LOS SUEÑOS
Saqué dos pequeñas alas de mis zapatillas voladoras y, a lo Perseo, ascendí hasta aquel templo de cristal y nube. Una casa que parecía hecha de espuma de mar. Por su jardín, revoloteaban duendes con delantal y con un gran sombrero de cocinero mariscal. Junto a ellos, magos con chaquetilla, que en la puerta del templo recibían a sus señorías Los Disfrutones –listillos del planeta Tierra que saben dónde habitan las maravillas-. En la cúpula, mirando al mar, estaba él. El hombre que cocina fábulas, reboza sueños y hace del sabor una armonía y del comer, un verso. El chef que escribe en loza poemas, tiene visiones y canta canciones como Tomorrowland.
Quique Dacosta.
Me presenté como un Disfrutón más. Un tal Perseo del Condado de Imagina/Historias, un lugar donde los ilustrados y amantes de las letras juegan a hacer historias Pim-Pam-Pum y luego, se hartan a comer. (Como entenderás no podía presentarme como un espía en la casa de las TRES ESTRELLAS * * * / No es lugar para bromitas).
Los duendecillos me invitaron a tomar asiento en mitad de la nube-jardín. Me senté debajo de una olivera, diría yo que centenaria. Un mago de ojos pequeños y barba simpática llamado Didier –don Didier Fertilati- , me hizo una reverencia magistral y me impregnó con ella del perfume de las quimeras-. “Que disfrute señor”, me dijo el pequeño maitre. “Luego vendré por usted”. Y entonces empezó a soplar brisa del Mediterráneo y algo se fue desencadenando en aquel jardín… La increíble Historia del Gran Fabulador había empezado.
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ROSAS Y PIEDRAS EN EL JARDÍN
De la nada, apareció una rosa que latía -con ese corazón rojo que sabía a manzana-; de la olivera, emanó una fuente de gin-tonic, de nuevo, de manzana; del suelo, brotaron raíces que sabían a setas, y del cielo caían hojas de hierbas en escabeche (que sabían a la pipirrada dulce) y de maíz tostado. Encontré piedras que estallaban en boca como pequeños globos de parmesano y tomates encurtidos y secos que explotaban en sabores tradicionales y terruños; y spaghettis de manteca que eran un guiño canalla a la Putanesca; y un liquen de setas que crujía a mi paso, y un discreto raïmet de pastor que te devolvía a la Tierra como queriéndote decir:
“vas a flotar, a volar, a ver cosas imposibles, pero nunca olvides que después debes bajar de la nube, volver a la tierra. Volver a ser un humilde paseante por el mundo, tanto como lo es el divino raïmet de pastor“.
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EL BACO DEL MEDITERRÁNEO ENTRE CABEZAS PARLANTES
Didier, con su amabilidad extrema, me pidió que le siguiera al interior del templo. Me senté en una mesa con cinco patas. Sobre ella, levitaba una cabeza dorada repleta de fantasías inconfesables. Apareció un señor contundente, de esos de cara simpática. Era el Baco del Mediterráneo –José Antonio Navarrete El Grande, para los amigachos-. “Esperemos que el señor no pierda la cabeza con los vinos”, me dijo antes de empezar el maridaje (brutal). Quizá sea el momento de confesar que sí lo hice y que acabé abrazándome a todo aquel que se cruzaba conmigo por el templo. “Felicidad desbordada”, le diría a mi madre. Pero eso es otro cantar…
La verdad es que con mi copa de La Bota de Manzanilla Nº46 (Equipo Navazos) no podía más que estar feliz. Era como un arlequín con lanza-corazón rodeado de cabezas parlantes. O quizá ese fuera Quique. No sé, a veces sus sueños se confunden con los míos… Fantasías a pinceladas.
Un pulpo seco se me acercó por la espalda: “¡Cuánto tiempo sin saborearte! ¡oh, divinidad mediterránea!”. Y con él, las huevas de mújol más ricas que jamás probé. Bien pagado con un simple pareado –“con el pulpo y el mújol, me sentí enamorado”-, se alzó ante mí un cómico plato: fuentecilla de las de antes con aceitunas y sus huesecillos que eran lo que parecían pero en verdad no lo eran. Vaya, un galimatías divertido que acabó reventando cuando salió un ajoblanco falso y delicioso. Acertijos emplatados.
Baco regresó con sus vinos para sacarme del laberinto. “Un txacolí magnífico”, me susurró. Itsa Mendi (2011). Olfateé, di un sorbo, levité y, al volver en mí, me vi rodeado por fábulas acechantes. Por el norte, navegando como en un barquito, llegó el toro (bendito rey de los atunes) sobre un barquillo de hoja de tabaco. Tremendo juego de suavidades, dulzura y a la vez matices salados. Por el sur, apareció un sueño de bacalao líquido encapsulado en un buñuelo que parecía un asteroide que estalla en la boca. Por el nordeste, entre la pata cinco y cuatro de la mesa, un cilindro con sabor a socarrat relleno de alioli con una gambeta enrollada y coronada con una hermosa florecilla…
“Pero qué cosa más buena ¡Quiero dos docenas!”, grité. Pero el cabezón dorado me mandó callar. “¿Tú eres de verdad el ilustrado Perseo?“, me preguntó. “Leñe, éste me pilla...”, pensé. Y me tranquilicé.
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EL GRAN FABULADOR SACA LA NAVAJA
Apareció entonces El Gran fabulador. “Éste me va a echar por gritar….“, pensé. “A sus pies”, murmuré. Quique Dacosta apareció con su vestido de mago –camisa blanco eterno, que es la envidia de los anunciantes de jabón-, me saludó con una cercanía linda y me dejó sobre la mesa un nudo marinero de navajas y un tartar del mismo. #The50best
No pude atender a sus explicaciones de la emoción. Él se marchó y yo quedé ante los platos. Entonces, de mi bolsillo saqué la escalera plegable y me fui a la gloria: “¡Qué dos maravillas, señor cocinero!”. Debería probarlo todo el planeta para ser un poco más felices…Cítricos, explosiones de mar, texturas distintas, toque picante, el mar, la vida… el arte… ¿Te dije que estaba en la gloria? Quizás por eso estoy tan poeta…
“La mujer con sus bosques, lunas, flores, aguas, y vigilantes dedos: no podemos presumir de magia comparable a la suya. En el mejor caso, poetas; en el peor, hechiceros” Robert Graves(Para rematar episodio: un champán ahumado que merecía unas cuantas plegarias. Cómo se nota que venimos de la Semana Santa)
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EL CORAZÓN DE NEPTUNO
Cuando ya estaba totalmente conquistado, llegó por los reinos del Norte (muy Juego de Tronos) una tremenda piedra. Sobre ella, brillantes falsos erizos que escondían, en verdad, el corazón de Neptuno y que te llenaban el brillo de los ojos de agua de mar. O de lágrimas 🙂 Y tras él, unas zamburiñas que huelen a brasa, un tronco de Jerusalén que está tan rico que sólo puede ser de Tierra Santa y, para conquistarte hasta el último resquicio de tu alma, un moshi de torta de la serena y trufa negra que era un viaje a lo más profundo de la Tierra. A su alma. Una Tapa Julio Verne que merecería por si sola una historia…
(Con los vinos me fui perdiendo. Amablemente, un mago con chaquetilla me propuso pasarme la lista al final de la visita; sólo debía recordárselo… Pero claro, ya sabes que me fui flotando, volando… “Esperemos que el señor no pierda la cabeza con los vinos”, me dijo Navarrete, el Baco del Mediterráneo… Creo que no lo hice caso).
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Y COOKING ENMUDECIÓ
A esas alturas ya estaba maravillado. Lo que no podía sospechar es que, una vez más, lo mejor aún estaba por venir. Lo que a partir de ahora voy a intentar contar será totalmente insuficiente e injusto. Tengo un problema: me falta vocabulario. Palabras. Gritos. Romper la pantalla para saltar a tu lado y bociferar: “¡esto es, esto es… la bomba!“. Haré lo que pueda. Aunque estoy nervioso. Y míster Cooking nervioso es un puro desastre. Empieza la diversión…
La Sirena llegó como siempre vestida de rojo. Rojo profundo, como el color de su piel. La desnudé. Sentí su corazón latir. La besé. Apasionado. Loco. Poseido. Cuanto más fuerte le besaba, más la necesitaba.
¡Amárrame a los cabellos, crin de los vientos del mar! De un salto, quiero ganarme la mar!” “Playeras”. Alberti
La gamba roja de Dénia by Quique Dacosta -junto al jugo de té de bledes que esconde esencia de gambas- es una sirena rompecorazones.
(La princesa de Parov Stelar debería lucir la corona de diamantes guisantes y platino de genialidad)
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LOS VALLES DE FÁBULA
Estaba tan fascinado que sentí entonces estar en mitad de un puente, camino de transición. Como si un Caronte de la felicidad viniera a transportarme en su barca. En este caso una barcaza de un esturión sobre una tabla crujiente que fue un nuevo bofetón de sabor. Y tras él, un taco mediterráneo para resucitarme… Con ellos el mar y sus maravillas se fueron esfumando. Y empezaron a elevarse ante mí los Valles de Fábula.
→Sobre un esturión y un taco…
…. llegué a las montañas.
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DULCE, TRISTE E IRREMEDIABLE FINAL
Ya daba todo igual. El viaje brutal a Tomorrowland inevitablemente empezaba a difuminarse con sus dulces despedidas. Un mojito de pepino y algas sacó brillo a mis quimeras. Una brutal Selva Negra se asomó a mis morros y me engulló el corazón. Y un guiño irónico de canela en rama (recreada) y ciruelas pasas me devolvieron a la Tierra. Sin grandes algarabías, sin grandes sorpresas. Mis sentidos no tenían capacidad para más….
Me levanté. Repartí abrazos. A Navarrete le di las gracias, casi arrodillado. Y le pregunté por sus colegas Alberto Redrado y David Rabassa. Él me miró pensando que, definitivamente, había perdido la cabeza y que su maridaje había hecho su papel. A Didier le cogí por los hombros y le felicité. Y a la gente que hace aún más grande a Quique le fui saludando y contándoles que era un espía del País de las Gastrosofías. Ellos reían: “Allá va otro Disfrutón que se cree un superagente”.
Y dejando mis botas voladoras de falso Perseo junto al jardín de las florecillas hechizantes, emprendí la vuelta a casa pensando que había estado en el mejor restaurante del mundo.
O al menos, en el mejor restaurante del Mundo de las Fábulas.
Todavía no he asimilado el sueño.
LA FACTURA. Menú Tomorrowland: 165 euros. El maridaje: 90 euros.
NOTA PERSONAL: En Quique Dacosta la felicidad está servida, pero sólo se disfruta de verdad cuando descubres que estás metido en un sueño. El hermoso sueño de Quique Dacosta…. Por cierto, saludos a JORDAN. ¡Que grande!
Suerte con #The50best y que nunca te abandone la magia. Ni a los TUYOS.
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