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Jesús Trelis

Historias con Delantal

Cuando el aceite se convierte en un lujo

Seguimos cazando historias… Cooking en acción.

 

Hoy te vengo a hablar de Aceite. De uno que se llama Lágrima, pero a la vez de todos. De todos los aceites de oliva que tienen alma. Que son auténticos. Que hablan de su tierra y dan vida y baile a un plato. A un trozo de pan. Como si su líquido estuviera hechizado. Energía para los dioses. Sabores que resuenan como los timbales en una orquesta. Marcando el paso de los platos. Aceite, olivares, hojas verdes y plateadas según el ojos con que los mires. Aceite, olivares, hojas… y detrás de ellos, vida. Cuando la vida cunde como el buen aceite de oliva.

Me llamaron hace un tiempo. Y la verdad, me dejaron ojiplático. “Querido Cooking, que queremos que nos acompañes en la inauguración de la Feria del Aceite de Viver”. Lo cierto es que me dio bastante rubor. Los espías no estamos acostumbrados a esas cosas. Pero claro, al bueno de Fernando Marco, director de la Cooperativa de Viver, no le podía decir que no. Más bien, al contrario. Y en el fondo, entre tú y yo, me hacía mucha ilusión. Y de lo que allí aconteción, te cuento a continuación…

Llegué de la mano del bueno de Paco, técnico de la Cooperativa. Y la verdad, me abrumó verme en la puerta del Ayuntamiento tan bien rodeado. Pero al tiempo, me encantó observar que autoridades, presidentes de otras cooperativas e invitados en general se volcaban con la feria del aceite. Porque de alguna manera, se volcaban con la tierra y la homenajeaban.

Hubo banda de música y llegamos juntos hasta el parque de la Floresta (hermosos como el solo) y allí, para romper hielo, me tocó decir unas palabras que sirvieran para desatar la fiesta del aceite, y muchas cosas más. (Bueno, las soltó ese periodista junta letras en el que me suelo camuflar). Palabras o palabrejas que, en buena parte te paso a reproducir… Y que ya sabes empezó con un “buenos días y muchas gracias de rigor”.

 

“No puedo dar un agradecimiento más sincero y estar más orgulloso de juntarme aquí con vosotros. En realidad nunca sospeché que pudiera ser invitado a dejar volar un puñado de palabras en la inauguración de una feria del aceite. Y muchos menos, en la feria del aceite que, desde que lo probé, me tiene cautivada el alma y el paladar”, confesó (o confesé). Y es cierto, porque, como ya les anuncié no hay nada que me pueda hacer más feliz que un platillo de aceite de Lágrima con un buen pan. Quizá de Machi. O el pan que se vendía allí en un puesto de la Feria.

Aunque estuvo muy bien que el periodista en el que me camuflé dejara claro que él estaba allí por unas circunstancias supremas. Cosa de espías. “Debo quitarme la venda de los ojos y decir que sí, que ya sé que estoy aquí en realidad por un tipo que me viene acompañando en esta vida desde hace ya unos cuantos años. Soy consciente de que el verdadero invitado es ese superagente del País de las Gastrosofías, llamado Cooking, míster Cooking. Pero como el pobre es espía, no se puede exponer públicamente, así que voy contaros lo que le nos ha pasado por su cabeza desde que un buen día, un gratísimo día, Fernando descolgó el teléfono y le dijo: “Míster Cooking que habíamos pensado que nos acompañaras…””

Desde ese instante, desde aquella llamada todo parecía estar vinculado al maravilloso mundo de los olivares, las aceitunas y el aceite. Los olivos aparecían por todas partes. “Me voy al cine, y me encuentro con una magistral película de Iciar Bollaín (que hay que ver);  me voy de misión a Vejer de la Frontera, y me doy de bruces con la Virgen del Olivo. Abro un libro de poemas al azar… y me encuentro con un poeta llamado Nicolás Guillem, poeta cubano, que decía….

“Gotas de gordo aceite son mis días/ pasan tan lentamente que no pasan”. 

La realidad es que el poeta tenía razón. El olivo es como una extensión de nuestro yo. Forma parte nuestras vidas desde que nacemos. Nos cautiva nuestro paladar ya desde pequeños: por que… ¿quién no recuerda el bocadillo de aceite y azúcar de cuando correteábamos con los amigachos?

El aceite es algo que llevamos tatuado en nuestro ADN. Forma parte de nuestra cultura y de nuestra historia. La historiadora MARY BEARD, especialista en historia romana, decía esta semana en una entrevista en El País Semanal que “España era para Roma olivares y minas”. Y es cierto.  Miles y miles de olivos se entrelazan bajo tierra, uno con otro, uniéndonos a todos. De Norte a Sur. Del Mar a la Montaña. Salpican el Mediterráneo, todo el territorio, sin conocer de fronteras. O lo que es lo mismo: siendo el más hermoso canto de libertar. Esa libertad que glosaba Miguel Hernández al hablar de los olivares:

Dentro de la claridad/ el aceite y sus aromas,/ indican tu libertad/ la libertad de tus lomas”.

 

 

Los olivos que la buena gente del Alto Palancia y de Vivier cultivan son símbolo de unión. “Ellos son los que os han unido en esta Cooperativa que, 26 años después de ponerse en marcha, es un claro ejemplo para todos. A nivel empresarial, sí; pero también por esos valores que transmite”, le dije. Valores. Los mismos valores que tiene un árbol que es, como vuestro trabajo, sinónimo de humildad y a la vez de grandeza, de pureza y al tiempo de esencia, de constancia y sacrificio, de esperanza  (que es lo que transmite la Cooperativa de Viver siendo sinónimo de éxito) y de futuro (que es lo que se ve en cada uno de sus productos y proyectos reflejan).

 

La Cooperativa de Viver, como pasa en muchas otras localidades pequeñas que se han empeñado en mimar sus olivares, han conseguido hacer un aceite que se convierte en un tesoro. Aceites que son una bendición: sabor, intensidad, verdad, campo, rostros. En este caso, en el caso de Viver, pura lágrima. Lágrimas que transmiten el frescor de las hierbas del campo, la acidez elegante de la tierra mimada, la esencia del surco y sus minerales. Un zumo exprimido de oliva que me recuerda a la canción de Silvio Rodriguez:

“una aceituna mordida/ le ha vuelto la vida/ a todo tu sabor./ Maravillado/ respiro y siento tu olor”.

 

Un aceite que Enamora. Porque el aceite, si es de verdad, engancha, cautiva a todos. Sobre un pan tostado, sobre la ensalada que reclama el brío, en aquel ‘mullaoret’ que prepara Alejandro Platero (en su Macellum y que es divertido e ingenioso) y que estuvo por allí cocinando en la feria. O dejándolo bailar sobre un guiso con las alubias de confit, la variedad de alubia que con éxito ha recuperado, que no me pueden gustar más (desde que lo probé en manos de Joaquín Schmidt y seguro que también de Nicolas Barrera que hizo una demostración en la Feria)

En cualquier caso, te lo dice este espía, si algo me gusta de un aceite, como pasa con el de Viver, es que tenga el alma de la tierra que lo cultiva. El rostro de la gente que lo trabaja. El rostro de quien mima cada oliva, de quien lo recolecta, de quien hace posible el aceite, lo comercializa, el que lo venda y el que lo utiliza en su cocina. El rostro de ellas. De ellos. El rostro.

 

“Las gráciles olivas”, escribía Pablo Neruda en su oda al aceite. “Verdes, innumerables, purísimos pezones de la naturaleza….” Desde mi pequeña locura, me atrevería a decirles, a ellos, la gente de Viver y de tantos y tantos productores de aceite de oliva de verdad, que dejen que ellos, sus olivos, sigan llorando este zumo bendito. Porque nunca una Lágrima transmitió tanta felicidad.

Y así, con estas palabras, desaparecí etre la multitud de gente que acudió hasta la feria. Y lo hice feliz, porque en el fondo, yo también era parte de ese aceite. Porque él, no conoce de fronteras. Su lágrima es la mía. Lágrimas de aceitunas.

Seguimos cazando historias….

 

Cuentos con patatas, recetas al tutún y otras gastrosofías

Sobre el autor

Soy un contador de historias. Un cocinero de palabras que vengo a cocer pasiones, aliñar emociones y desvelarte los secretos de los magos de nuestra cocina. Bajo la piel del superagente Cooking, un espía atolondrado y afincado en el País de las Gastrosofías, te invito a subirte a este delantal para sobrevolar fábulas culinarias y descubrir que la esencia de los días se esconde en la sal de la vida.


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