Una historia. Un lugar. Un título. Un libro. Unos protagonistas. Unas sensaciones. Esencias. ANIMA. Fina Puigdevall. Manel Puigvert. Les Cols. 27 años. Dos estrellas. Tierra (…) Podría parecer otro libro de gastronomía, pero es otra cosa. O al menos es más que eso. Luz, silencio y paz. ATMÓSFERA.
Anima. Es el título del libro sobre el restaurante de Fina yManel. Anima, sin acento. Cuando lo compré pensé que sería otra obra gastronómica más. Otro mimado libro de gastronomía de Montagud Editores (que ofrecen pura sensibilidad literaria a disposición de las cosas del comer y su gente). Eso, entre nosotros, ya me bastaba. Sus obras suelen llevar adosada, precisamente, alma. Sin embargo, al leerlo, descubrí que estaba ella, el alma, y mucho más. Una mezcla de atmósfera y caricias. Un paseo entre la serenidad, los silencios, casi levitación, que emana de un lugar llamado Les Cols.
El libro habla de este restaurante de la Garrotxa. Aunque lo que transmite va más allá. Es paisaje. Con sus rostros y sus vientos. Y es Les Cols, pero podría ser cualquier masía, casa de labranza convertida en casa de comidas, donde lo cotidiano sea mimado como algo extraordinario. Un lugar donde lo diario sea sinónimo de auténtico. Eso diferencia Anima de otras obras. Que esconde esencia sin estridencias. Como una gota de rocío en la que se condensa todo un amanecer. Y huele a atardecer.
Las imágenes de la obra, las fotos de Mikel Ponce, ayudan de forma poderosa a ello. Te atrapan por su desnudez, limpias de superficialidad. Unas judías que son otoño, una lechuga que es primavera, hojas, castañas, un membrillo que te invita a atravesar el papel para rozar con tus dedos la piel rugosa del fruto que se tragó el último sol.
En Anima tus manos transitan entre páginas como las manos que van apareciendo entre citas y recetas cogiéndote sin que te des cuenta. Manos que hablan de rostros, como las de Josep Plana, que aguantan un trozo de piel de jabalí; las de Esteve Ayats, con un pan que parece un corazón; las manos delicadas de Ferran Fontàs, que hacen con la madera magia, cucharas. Manos que te cuentan historias como las de Pep, repletas de manzanas del Ciri. Auténticas como todo lo que rezuma la obra. Porque todo en Anima es literatura sin estar explícita; metáforas, sin estar escritas; filosofía del sosiego, del territorio meditado. Las manos de Martina. Y en ellas, pequeñas fresas donde madura el futuro
«La sobriedad no está reñida con la esencia», apunta Javi Antoja, director de la obra. «Somos paisaje», dice el catedrático Josep Nogue. «Todo en Les Cols respira acogida y simpatía», subraya el escritor Domènec Molí. «Se puede tener, en lo más profundo del alma, un corazón cálido, y sin embargo puede ser que nadie acuda a él», dijo Vicent Van Gogh y se repite entre las páginas de la obra que radiografía el ánima de Fina Puigdevall y Manuel Puigvert. Cita que no es casual; más bien, esencial para entender lo que el libro quiere contar. Cita que habla de almas ocultas, pero cálidas, que duermen en esas cosas de la vida que por cotidianas acaban denostadas. Olvidadas. Les Cols tiene Anima. Y en ella hay atmósfera. Y manos que acarician. Y quizás besos. Besos y tierra.