Cupido y sus secuaces no han dado ni una en San Valentín. Y mira que hay gente que se curró eso de conquistar a su amor platónico: que si una cena gourmet, que si un perfume ‘mon amour’, que si una escapada a un refugio en la nieve…. Pero ni por esas. El empalagoso jarabe de Sergio Dalma no siempre funciona. De hecho, la Puss in Boot Corporation -o sea, la empresa de mensajería de mi amigo el Gato con Botas- no ha parado de remitirme misivas que huelen a lloriqueos y rogativas de desespero de muchos amigos de El País de las Gastrosofías a los que las flechas de Cupido le han dado más en… la moral que en el corazón. Hay incluso quien me ha enviado las calabazas que le han dado para ver qué hacemos con ellas. Y sí, lo he conseguido. Después de toda una noche dando vueltas al tema, he dado con la solución.
Eso sí, no fue fácil. Primero opté por recurrir a la entrañable Ruperta, la del “Un, dos, tres…” Pensé que quizá ella, tan metida en el mundo de las calabazas, podría ayudarme. Pero por mucho que invoqué su espíritu con sahumerios y otros inventos no apareció por ninguna parte. Después recurrí a la atmósfera de Halloween. Cogí una calabaza, hice un farolillo con amplia sonrisa y coloqué una vela en su interior. Pero allí no pasó nada. Caí entonces en que la calabaza más mágica de todas era la que sale en Cenicienta. “¡Sí, sí, sí!”, exclamé muy hooligan. Y busqué en mi agenda… Ceni… Cenicienta… Cenicienta… y allí estaba Julia Roberts, la cenicienta moderna. Le llamé y me cogió a la tercera. “¿Te acuerdas de mí?”, le pregunté. Y evidentemente me dijo que no. Lo nuestro fue excesivamente fugaz, tanto que no recuerdo si llegó a serlo o se quedó en un sueño. No sé, la cuestión es que pedí ayuda a nuestra Pretty Woman, esa que todos llevamos tatuada en nuestros corazones, y…. me dio calabazas. “Estúpido, si ahora soy la malvada malísima de Blancanieves”, me soltó toda estirada.
Pensé que era una engreída y caí entonces en una especie de depresión hasta que, de pronto, sentí un duro golpe en la cabeza. Era un hada madrina, vestida de hada madrina y que se llamaba hada madrina. “Pero si fui yo quien transformé la calabaza en carroza real, ¡no la Cenicienta!”, me espetó mientras me volvía a golpear con la varita mágica una y otra vez . “¿Quién es la única que puede trasformar una calabaza en lo más maravilloso del mundo, al margen del maestro Paco Torreblanca? Pues claro, torpe, yooooooo”, me volvió a gritar. Me pidió que dijera tres veces Tuits al ajillo al revés, y lo hice: “Ollijalastiut, ollijalastiut, ollijalastiut”. Me golpeó de nuevo con la varita y se esfumó.
Fue entonces cuando del cielo, entre una nube de estrellas, cayó sobre mis brazos una hermosa calabaza y empezó a llover como confeti un mar de recetas. Y así, tarareando canciones del desamor del maldito Sabina, fui escribiendo a cada desesperado del corazón su alquimia idónea para que sembrara de magia sus calabazas de San Valentín y conquistara a su amado/amada. Fritos de calabaza, tortas fritas de calabaza, berenjenas rellenas de calabaza y anchoas….
Y hasta yo triunfé con una sencilla torta, aunque muy especial. Con que te diga que por El País de las Gastrosofías no se hablaba de otra cosa. ¡Hasta la malvada Julia Roberts la quiso probar! Pero claro… le di calabazas. ¡Será engreída la reina Grimhilde!
Torta de Calabaza
Ingredientes: ½ kilo de calabaza asada, ½ kilo de azúcar, ½ kilo de harina, 3 huevos batidos, un vaso de aceite de oliva, limón rayado, canela, tres parejas de gaseosa, levadura Royal y le ponemos neulas en el fondo.
Se amasan todos los ingredientes y al horno. Y ya sabes, azúcar y canela por encima. La magia, en cualquier caso, al que te curará el mal de amores, está en la calabaza asada. Si es de buena calidad llorarás de felicidad. O algo así.
Y lo de siempre. Si quieres compartir tus recetas con calabaza u otros consejos culinarios… jtrelis@lasprovincias.es o en mi twitter, @JesusTrelis
En las recetas, te dejo enlaces con los blogs de Kanela y Limón, Región de Murcia y Hogarutil.com.