La historia se repite pero con un final diferente. Obsesionado con la idea de que su mujer le envenena, un anciano mata a cuchilladas a su mujer. Sucedió el 15 de diciembre de 2009 en la localidad valenciana de Catadau. El homicida logró eludir la cárcel y fue ingresado en un centro psiquiátrico. Un año y medio después, Ramón Gimemo acabó con la vida de su esposa en Museros. El crimen tuvo lugar el miércoles por la noche en una vivienda de la calle Mezquita de Museros.El vecino de Museros estaba obsesionado con un falso temor. Creía que su mujer le envenenaba. Una idea que no paraba de atormentarle. Una obcecación que asaltaba su cabeza con tenaz persistencia. La supuesta perturbación mental le empujó el miércoles por la noche a cometer un horrendo crimen. El anciano mató a cuchillladas a su esposa y luego se suicidó de un disparo en la sien con un viejo revólver.
Tanto el crimen de Catadau como el de Museros fueron perpetrados por mentes ancianas y enfermas. Tras el último homicidio, varias preguntas quedan sin respuesta: ¿conocían los médicos el grado de enajenación mental de los ancianos? ¿se podrían haber evitado estas muertes? ¿podrían haber hecho algo más los Servicios Sociales?
En el caso de Catadau lo que inicialmente parecía ser un crimen de violencia doméstica quedó, a nivel judicial, como un accidente mortal derivado de la convivencia entre un hombre con sus facultades mentales perturbadas por la edad y su esposa. Así se desprende del proceso abierto por un juzgado de Picassent. Dos forenses examinaron al homicida cuando tenía 86 años y sus informes no arrojaban duda: el anciano no es imputable penalmente y está exento de responsabilidad.