“Si los ha visto, no son apaches” (Capitán Kirby York al teniente coronel Owen Thursday)
Unir en una misma película a John Ford, el mejor director de la historia, Henry Fonda, John Wayne y Frank S. Nugent y no conseguir una obra maestra parece casi un imposible. Fort Apache (1948) es buena prueba de ello. Junto a La legión invencible (1949) y Río Grande (1950) constituyen la trilogía de la caballería, una serie que no estaba pensada en un principio. Todas ellas fueron producidas por Argosy, la productora de Ford y su amigo Merian C. Cooper, y distribuidas por la RKO. El film hizo que John Ford fuera calificado como nacionalista, conservador, belicista, colonialista y contrario a los indios. Críticas que se desmoronan viendo la cinta.
Escena del asalto final de los indios contra los que quedan del regimiento. Se puede apreciar la perfecta composición de la escena.
Fort Apache es una adaptación libre, más bien una alegoría, de la muerte del general Custer. Su versión es radicalmente distinta de la que ofrece Raoul Walsh en Murieron con las botas puestas. La cinta de Walsh, protagonizada por Errol Flinn y Olivia de Havilland, presenta la masacre de Little Big Horn como un acto heroico de Custer. Ford, en cambio se acerca más a la realidad, al reflejarla como una imprudencia militar llena de errores. En la cinta de Ford, el teniente coronel Owen Thursday (interpretado por un brillante Henry Fonda), alter ego de Custer, aparece como un hombre con su vanidad herida por ser enviado a un puesto de frontera, con ansias de hacer algo heroico, engreído, egoista y racista con los indios. Thursday llega al fuerte acompañado de su hija Phil (interpretada por Shirley Temple) que se enamora de un joven teniente del fuerte, aunque la trama amorosa es secundaria.
En el fuerte se encuentra con el capitán Kirby York (inmenso John Wayne). Es el típico héroe fordiano (amigable, sencillo, honesto, sincero) con un carácter absolutamente contrario al teniente coronel y con el que pronto chocará. El capitán, que respeta a los indios y es casi amigo de Cochise, ha llegado a un acuerdo con ellos. Un pacto que Thursday lo rechaza y emprende un ataque que destroza al regimiento.
La cinta, como es habitual en su director, está rodada con un tono lírico, casi poético. Con una composición de las escenas muy cuidada, otra de las señas de identidad del cine de Ford. Entre las que más me llaman la atención se encuentra el baile de los sargentos, las tomas iniciales con la diligencia avanzando por Monument Valley o los planos finales en el combate contra los indios.
Pero donde Ford se deleita rodando, al margen de las grandiosas tomas exteriores en Monument Valley, es en la vida de los soldados en el fuerte. Allí destaca la camaradería, los pequeños problemas de la vida cotidiana, la amistad, el humor, las bromas. Hasta el momento nadie había filmado a la caballería desde este punto de vista. Se limitaba a aparecer en el momento crítico y luego desaparecía en el horizonte. Entre estos momentos de la vida en un espacio pequeño y cerradi destacan escenas como la de Philadelphia (Shirley Temple) que acude a pedir ayuda para decorar su habitación o la escena del baile de los sargentos. Es aquí cuando Ford elige para mostra sus característicos golpes de humor, en este caso protagonizados por los cuatro sargentos irlandeses del regimiento.
El western, como género cinematográfico propiamente norteamericano, ha servido para crear los mitos de un país muy joven, casi sin historia. Ford fue uno de sus forjadores con películas como Fort Apache que convierten la realidad en leyenda y mito. Es lo que hace Kirby York al final de la película cuando ensalza la actuación de Thursday en lugar de contar que el regimiento fue aniquilado por su tozudez. Algo muy similar a lo que ocurre en El hombre que mató a Liberty Valance, donde James Stewart reconoce que no es un héroe, pero un periodista le dice: “cuando la leyenda se convierte en realidad, imprimimos la leyenda“. En definitiva, F0rd aparece aquí, siendo plenamente consciente, como uno de los creadores de la leyenda americana, que como cualquier otro país necesita de sus propios mitos.
Fort Apache, además, nos permite apreciar el respeto de Ford por los indios, traicionados continuamente por el hombre blanco, una actitud que se verá continuamente en sus sus westerns, especialmente en El gran combate. Tomó esta postura mucho antes y mejor que Delmer Daves . Y, desde luego, infinitamente mejor que Kevin Costner con la sensiblera, excesivamente larga y aburrida Bailando con lobos.
Fort Apache, denostada en su momento por la crítica pero apreciada inmediatamente por el público, es ahora reconocida como una obra maestra del maestro de directores. En ella podemos deleitarnos con su amor por la naturaleza rodando en espacios abiertos. Conjuga así los grandes planos, como los del regimiento de caballería atravesando Monument Valley, con los interiores en los que su reconocida capacidad de composición le permite llenar la escena de personajes sin mostrar apelotanamiento. En definitiva, una obra imprescindible para los amantes de los westerns y, especialmente, del buen cine.