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El juicio por el Caso Cooperación aguarda tras el final de la Navidad. El 7 de enero comienza el jaleo, el lío, la jarana. Desde de los trajes de Camps, el TSJ no alberga un juicio relacionado con corrupción y con personajes de cierto calado. Cierto es que los hechos en este asunto parecen de un nivel de indecencia infinitamente superior. Se trata del desvío de fondos destinados a paises del Tercer Mundo. En el primero de los supuestos, los protagonistas fueron el expresidente Francisco Camps y el diputado del PP Ricardo Costa. En esta ocasión, la Fiscalía sienta en el banquillo de los acusados a Rafael Blasco. (El Conejo, atrapado). El exconseller ha sido miembro del Gobierno autonómico con todos los presidentes excepto con Alberto Fabra. Lleva meses, al igual que el resto de partes, preparando su defensa. Lo fuerte viene ahora tras alguna entrevista en televisión donde incluso utilizó los argumentos de este post. (Anticorrupción se la juega con Blasco). En resumen, que el mismo fiscal ya llevó el caso Bellver y perdió. Diminuto escudo para el reto que se le presenta. A buen seguro que algo más tendrá preparado para el tribunal. Ninguno de los protagonistas disfrutará de unas Navidades de reposo. Todo lo contrario.
La polémica se desató en el juicio de los trajes por la utilización de las dependencias del Consejo Valenciano del Colegio de Abogados por parte de los acusados. Se trata de la sede de la institución, ubicada físicamente en el interior del edificio del Tribunal Superior de Justicia (TSJ), pero fuera del control del órgano de los jueces. Camps y Costa las usaron como ‘refugio’ durante aquellas jornadas en las que el proceso se prolongaba mañana y tarde. Y claro, había que picar algo. La primera vez que subí allí, acompañado de El Francotirador, el entonces guardaespaldas del expresidente y chófer habitual, Pablo Landecho, salió al paso. “Qué queréis?”, soltó.
La presidenta del TSJ, Pilar de la Oliva, había dado orden de que a las 14.30 horas, como sucede todos los días, se cerraba el chiringuito. Y nadie podía permanecer en el edificio. ¿Eso incluía la sede de los abogados? Pues no. Al igual que tampoco afectaba a los despachos de la Fiscalía. Pero, al parecer, como suele ocurrir en estas polémicas, fue el mensajero el que malintepretó las órdenes de De la Oliva. O eso sostiene una de las versiones del incidente. Y en este caso, el transmisor no era otro que un responsable de la Guardia Civil. El mismo que, según cuentan, saludó muy efusivamente a Camps cuando este fue absuelto. Hecho que sorprendió a no pocos de los presentes. Total, que el agente se plantó en la sede y dijo que todos fuera, que allí no podían estar. Órdenes de arriba. La respuesta de los responsables fue que de allí no se marchaba nadie. Al parecer, el guardia hizo varios viajes del Colegio al TSJ como en el juego este del teléfono loco. “Estos dicen que”, “Pues ahora le dices que…” La mañana había empezado ya calentita con la negativa a que los dos acusados entraran en coche al TSJ para evitar a los fotógrafos en la puerta. Juan Cotino, que además de presidente de Les Corts, hizo de chófer en algunas ocasiones para el presidente, dejó a Camps justo a la entrada.
Las dependencias, en principio, están destinadas a los abogados, pero se desconocía hasta ese día que también lo estuvieran para los acusados. Y eso que Camps cumplía entonces con las dos condiciones. Ahora no habrá duda. Muchos letrados y sus defendidos tienen previsto ocupar los despachos de la institución si fuera necesario. El incidente motivó incluso alguna llamada de los abogados al Consejo General del Poder Judicial tratando de aclarar el contenido exacto de las órdenes que llegaban desde arriba. Hubo quien incluso se planteó una queja formal contra la presidenta, pero las aguas se calmaron con el paso de las horas. Que nadie descarte alguna polémica parecida durante el juicio. En Valencia, por suerte o por desgracia, nos va la marcha. Y el lío vuelve el 7 de enero.