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Mikel Labastida

El síndrome de Darrin

Los excesos de 'Tómbola' en Canal 9

“Que te calles Karmele”

Jesús Mariñas

 

 

Cada vez que se nombra el programa ‘Tómbola’ en algún despacho a un político le sale un sarpullido. Y si no le sale, debería. El último que ha resucitado al difunto magacín rosa fue el inefable Jesús Mariñas, durante su participación hace unos días en uno de los programas herederos naturales de aquel ‘Tómbola’, ‘Sálvame Deluxe’. El espacio de Jorge Javier le endosó a Mariñas el polígrafo para descubrir los trapos sucios de su vida y, entre confesión y confesión, el periodista explicó que por cada ‘Tómbola’ cobraba 3.000 euros. Lo que vienen a ser 12.000 euros al mes, que salían, calentitos, calentitos, del erario público. 

 

Son los mismos que cobraban otros colaboradores habituales del magacín de Canal 9 como Karmele Marchante, Lydia Lozano o Ángel Antonio Herrera, los mismos que cada vez que se menta aquel circo rosa lo defienden a capa y espada. “Tómbola fue la universidad de todo lo que se hace ahora”, decía el propio Mariñas. “Programas hay dos: los que tienen público y los que no lo tienen. Tómbola triunfó, y aún triunfa, gracias a las multitudes que juraban que nunca lo habían visto”, defendía Herrera cuando se cumplieron quince años del nacimiento del ‘célebre’ espacio. “En la política también hay mucha chabacanería. Tómbola ha cumplido su función social porque ha tratado temas como el maltrato a las mujeres o la homosexualidad. Cada uno lleva su trabajo con la mayor dignidad posible y nosotros hemos intentado hacer pasar un buen rato a los espectadores”, explicó Antonio Sánchez Casado, cuando el programa fue cancelado.

 

Nadie cuestiona la repercusión que tuvo aquel invento del ente autonómico valenciano ni la puerta que abrió para que hoy en día se hagan cosas en la pequeña pantalla incluso más toscas o zafias. Sí, es innegable que ellos fueron los primeros que instauraron en televisión el ‘todo vale’. ¿Pero es motivo como para estar orgulloso y reivindicarlo sin pudor? Hay ocurrencias que mejor habría sido que nadie hubiese discurrido y de las que sus propios autores se terminaron avergonzando o culpando. Mira por ejemplo Alfred Nobel cómo se arrepintió por el daño que inventos suyos como la dinamita causaron en la humanidad. Y no digo yo que los promotores de ‘Tómbola’ deban legar parte de su fortuna a una sociedad filantrópica pero qué menos que no sacar pecho de manera tan flagrante. 

 

Los grandes méritos-hitos de ‘Tómbola’ fueron que Chabeli Iglesias saliese del plató después de que los tertulianos comenzaran a llamarle de todo menos bonita, que Pocholo Martínez Bordiu tirase un vaso de agua a Karmele Marchante, que Mariñas y Aurelio Manzano midiesen con una cinta métrica el tamaño del pene de un concursante de ‘Gran Hermano’, o que algunas invitadas acudiesen ‘afectadas’ para júbilo del público que aplaudía sus ebriedades. Todo esto salpicado además con los altibajos matrimoniales de Rociííííto y un guardia civil; las salidas de tono de un ‘arquitecto-escritor-marido de’, las actuaciones musicales de Tamara, su madre con un ladrillo y un señor con perejil en la cabeza; y las peleas de un cura con su antigua amante de tetas descomunales.

 

 

Todo esto gestado en una televisión pública. Financiada con nuestros impuestos y  gestionada por nuestros políticos. Conviene no olvidarlo y remarcarlo. Y más ahora que Canal 9 (o mejor dicho sus trabajadores y los que han sido nominados para dejar de serlo) atraviesa su momento más adverso. Era la época de María Abradelo, Bárbara Rey y Mar Flores. De aquellos excesos estos lodos. 

 

“En ‘Tómbola’ se pagaba bien”, recordaba Mariñas. Las informaciones de la época hablaban de tres millones por cada intervención de Carmen Ordóñez, cuatro para Marujita Díaz o dos y medio para Ricardo Bofill. El PSOE llegó a denunciar en una ocasión que el conde Lequio había cobrado siete millones de pesetas por acudir después de que Interviú publicase unas fotos suyas en las que había olvidado vestirse.

 

Lo peor de que ‘Tómbola’ haya regresado a nuestra memoria es recordar que aquel programa no desapareció porque alguien pensase que no era un espacio apropiado para un canal público o porque constatasen que no ofrecía servicio alguno al ciudadano o porque las cantidades que se entregaban para que alguien contase con quién hacía el salto del tigre eran indecentes. No. ‘Tómbola’ se retiró en Telemadrid y en Canal Sur. En Canal 9 permaneció hasta que murió, hasta que la audiencia le dio la espalda y los famosos que pasaban por allí eran de tres al cuatro, porque los importantes se iban a Antena 3 y a Telecinco, que apoquinaban más. Como decía Mariola Cubells en ‘¡Mírame, tonto!’, a propósito de los últimos días tomboleros, “en sus sillas de diseño se sentaban famosillos a los que se les ha de sobreimpresionar continuamente un rótulo que los identifique para que el público se entere de quiénes son”. Por eso falleció el magacín que toreaba Ximo Rovira. A nadie le entró un ataque de responsabilidad civil.

 

De ahí lo de la urticaria del principio al oír hablar al señor Mariñas sobre los sueldos y las proezas de aquella jauría mediatizada. Parafraseándole tristemente a él: Cállate Mariñas, cállate.

 

 

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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