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María José Pou

iPou 3.0

Defender a la patria

De un tiempo a esta parte, parece que se impone el rechazo a lo “nacional”. Deportistas que juegan en la Selección (léase, de España) pero presumen de no sentirse españoles; artistas que reciben Premios Nacionales pero jamás han llevado a España en su corazón y no digamos políticos que se escudan en que su patria es otra mientras cobran del erario de un reino ibérico que no es Portugal.

Hace unos días escuchando a Trueba, intenté recordar cuándo renegó de España al recibir el Oscar pero no encontré nada parecido en mi memoria. Es más, una de las cosas más repetidas entonces fue que aquello nos llenó de gloria como país. Y nadie se sacudió las sandalias. En Trueba, como en otros comediantes, el gesto parece más una boutade con ánimo de provocación. No le culpo. Ayer todo el mundo hablaba de él. En los jugadores de fútbol o de baloncesto parece, en cambio, un gesto que los sitúa un paso más cerca de su condición de mercenarios, si es que eso es posible.

Y, en ese contexto, España jugó contra Lituania y la televisión reprodujo los vídeos que los soldados españoles habían grabado desde Iraq o Afganistán para apoyar a la Selección. Con entusiasmo agitaban la bandera y gritaban el nombre de su patria. Y fue entonces cuando más entendí el papel del ejército. Defender a la patria. Eso era lo que hacían. En todas las circunstancias y en toda ocasión. Sin tiros, sin heridos y sin víctimas. Con sus gargantas, sus cánticos a todo pulmón y su forma de coger la bandera que solo los militares tienen. Con respeto y emoción. Ayer parecía que solo el ejército era capaz de gritar orgulloso “soy español”. Ya sé que no son los únicos pero al resto se nos mira mal cuando lo hacemos. Incluso cuando, acto seguido, manifestamos ser valencianos con el mismo orgullo y besando la senyera. El Ejército dio muestras ayer de saber muy bien cuál es su papel. Tal vez no tengan que disparar ni una sola vez a un enemigo de España. Tal vez los peligros no vengan de extranjeros con intenciones de conquista sino más bien de “nacionales” que querrían ver a su patria mancillada y hasta olvidada en los libros de historia. Puede que los discursos antimilitaristas no tengan sentido en el futuro porque el riesgo no es una invasión napoleónica ni un bombardeo en Guernica sino una dinámica de disolución de la patria gota a gota. Poco a poco. Cuando todo falle quizás nos quedará el ejército para recordarnos que dan la vida por esa entelequia de la que algunos se ríen pero que nos permite vivir en paz y crecer como comunidad. En cuyo nombre se han hecho grandes conquistas: territoriales, científicas, deportivas e intelectuales. Durante siglos, no solo en los últimos cuarenta años. Como las de Gasol estos días. Y ese ejército, que corea su nombre, nos defenderá. Nos defenderá a todos. Incluso a quienes reniegan de España. Ese es su grandeza.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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