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Juan Sanchis

La película de la semana

El tercer hombre

El tercer hombre es una de las grandes películas de la historia del cine y una de las obras cumbres del género negro. El director Carol Reed, y el guionista Graham Greene fueron los responsables directos de su ejecución, aunque también jugaron un papel destacado los productores Alexander Korda y David O’Selznick.

Holly Martins, por las oscuras calles de Viena.
Holly Martins, por las oscuras calles de Viena.

Reed, un experimentado director con películas en su haber tan destacadas como El tormento y y el éxtasis, El ídolo caído o Oliver, alcanza en esta cinta su cima creativa. La historia, original de Greene, cuenta la llegada de Holly Martins (interpretado por Joseph Cotten), un escritor de novelas baratas, a la Viena de la postguerra para trabajar con su amigo Harry Lime (Orson Wells). Allí descubre que ha muerto. Su empeño por descubrir cómo ha fallecido le enfrentará al jefe de la policía británica (Trevor Howard) y a la novia de Lime, Anna Schmidt (Alida Valli).

Carol Reed consigue crear desde el primer momento un ambiente inquietante, perturbador, que domina todo el film. Una atmósfera que consigue intensificar con los continuos planos oblicuos con los que presenta a los personajes y con la excepcional fotografía que juega con los claroscuros y sombras con claras reminiscencias al expresionismo alemán. La única excepción es Alida Valli a la que la cámara parece tratar con más respeto. Siempre aparece en planos horizontales, salvo cuando coincide con otro intérpetre.

Las calles de la Viena dividida entre las cuatro potencias tras la Segunda Guerra Mundial son prácticamente un personaje más de la historia. Reed las hizo mojar para reforzar aún más el expresionismo de la cinta, con los continuos contrastes, clarocuros y sombras alargadas, que ayudan a resaltar la perturbadora atmósfera. Son calles desiertas; tan sólo alguien esporádicamente se asoma a las ventanas para cerrarlas de golpe. Es una Viena con miedo, una ciudad inquietante y en la que se van sucediendo personajes igual de turbadores, que parecen que tienen algo que ocultar (hasta en la caracterización consiguen ser extravagantes). De esta forma, Reed configura así un estilo visual que bebe directamente del expresionismo alemán, una forma de rodar que es especialmente visible en las escenas en las alcantarillas pero que está presente en toda la cinta. En definitiva, los juegos de sombras, los claroscuros le dan a la película un aire muy similar al del tenebrismo barroco.


Orson Wells y ‘El tercer hombre’

Holly Martins, de espaldas y en un plano oblicuo

Holly Martins, de espaldas y en un plano oblicuo.

Papel aparte son los actores, que rozan la perfección en sus interpretaciones. Sobre ellos sobresale Wells, ya convertido ya en un auténtico mito del cine. En su bagaje se encontraban cintas como Ciudadano Kane, El cuarto mandamiento, La dama de Shangai o El extraño. Tanto que se ha llegó a hablar de sus posibles añadidos al guión e incluso que dirigió el rodaje de algunas escenas. Pero la realidad es que Wells sólo estuvo dos días en el plató, uno en Viena y el otro en Londres. Por ello cobró unos 40.000 dólares que destinó a la producción de ‘Othelo’, el proyecto que en ese momento ocupaba su mente.

Alida Valli, con Joseph Cotten al fondo, en plano horizontal.

Alida Valli, con Joseph Cotten al fondo, en plano horizontal.

En ‘El tercer hombre’ Wells interpreta a Harry Lime, quizá  uno de los personajes secundarios de la historia del cine que ha sido capaz de robar escenas a los actores principales sin siquiera llegar a aparecer en el film. El guión de Greene consigue centrar la historia en Lime de tal forma que se convierte en el verdadero catalizador de la historia pese a que no aparece en la primera hora de la cinta. Las piezas irán cuadrando a medida que su amigo Rollins va investigando su muerte y contrastando las diferentes opiniones que le ofrecen los supuestos testigos.

La escena de su aparición me parece magistral. Está llena de detalles que te van preparando para lo que vas a ver. Y de repente en medio de la noche aparece el rostro de Harry Lime, con una medio sonrisa llena de ironía, iluminado por el resplandor de una ventana. Una aparición estelar.

Será en otra de las muchas escenas magistrales de la película, la de la noria, donde Lime se presenta tal y como es. Su carácter queda completamente definido en tan sólo una frase, que ha pasado a los anales del cine y es la única aportación original de Wells al film. Fue una improvisación en pleno rodaje, que sorprendió a todos: Lime le dice a Rollins: “Recuerda lo que dijo no sé quién: en Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, hubo guerras matanzas, asesinatos… Pero también Miguel Ángel, Leonardo y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? ¡El reloj de cuco!” Cinismo en grado superlativo.

Holly Rollins es el personaje que más evoluciona a lo largo de la película. Se mueve entre la amistad a Lime y su sentido de la justicia al conocer los negocios de su amigo. Pero la transformación no es sencilla. Sólo la visita al hospital de niños tratados con penicilina adulterada, rodada con gran sensibilidad en la que sólo las caras de los protagonistas nos revelan el horror de lo que ven, será decisiva.

Pero la escena que ha quedado en el imaginario popular es la final con Anna saliendo del cementerio y Rollins esperándola apoyado en un jeep y sonando de fondo la cítara de Anton Karas. Greene quería que la película terminara unos metros antes de que el personaje de Anna alcanzara a Holly Rollins. Con ello quería dar a entender que entre los dos aún podría haber un futuro. En cambio Reed defendió el final que ha quedado con Anna impertérrita pasando sin mirar a Rollins. Más desesperanzado, quizá, pero más acorde con la cinta. Afortunadamente Reed se salió con la suya.


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Sobre el autor

"¿Usted ha visto caminar a Henry Fonda? Pues eso es el cine”. Así definía John Ford el Séptimo Arte y creo que no hay una mejor. El cine es lo que cada uno quiere que sea. Otro maestro, Billy Wilder, afirmó que "Si el cine consigue que un individuo olvide por dos segundos que ha aparcado mal el coche, no ha pagado la factura del gas o ha tenido una discusión con su jefe, entonces el cine ha alcanzado su objetivo". No hay más que añadir.


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