El Ser Humano presenta su nuevo trabajo, ‘Egresión’, este 6 de febrero en la Sala Russafa. Gonzalo Fuster sigue dirigiendo un proyecto que sigue sorprendiendo, mientras anuncia el retorno de Trinidad
Nunca nos cansaremos de repetir que Gonzalo Fuster es un tipo singular, prácticamente intransferible. Y cuanto más lo demuestre con su actitud artística, menos cejaremos en nuestro empeño, y en recordar que, tras militar en aventuras tan particulares como Ontario y Trinidad, el destino no hizo más que seguir su curso, y, por eso, con el inicio de la década nació El Ser Humano, una criatura que irradia magnetismo y que, año tras año, concierto tras concierto, a través de sus diversos trabajos, evoluciona hacia un estilo prácticamente inclasificable, aunque evidentemente atractivo. De esos que, si no te enganchan, al menos, nunca te dejarán indiferente.
Porque da la sensación de que, disco a disco, las creaciones de El Ser Humano se van enrevesando y, sobre todo, incrementando esa construcción de una personalidad propia nada convencional. ¿Una senda sin límite temporal ni espacial? «Espero que no. Si encuentro límite será por haber agotado mi curiosidad, que ahora mismo es infinita. No he hecho más que empezar. Conforme voy ganando seguridad en mis recursos puedo soltar cuerda e ir más lejos. Mi personalidad está muy bien impresa en mis canciones, por suerte, y es algo que generalmente cuesta mucho conseguir. Te pueden evocar a algo, pero no “parecen” otras canciones», asegura orgulloso nuestro protagonista, contento con el hecho de que propios y extraños, al referirse a El Ser Humano, siempre acaben tirando de esas particularidades que hacen, del suyo, un proyecto tan especial: «Me gusta porque quiere decir que no estoy en el gran saco y que les parezco distinto. Cumple uno de mis cometidos, el proyecto tiene personalidad y carácter propio, por tanto me parece perfecto. Me halaga aunque vaya en mi contra. La gente, el público en general, lee “particular” o “inclasificable” y ya ni se molesta en llamar a la puerta. Es una pena porque se pierden tener su propio juicio. Los cauces anchos se formaron a base de mucha fricción, y la inercia hace que la corriente acabe yendo por esos cauces. Mi deseo es no estar ahí, por tanto es lógico que usen estos adjetivos cuando hablan de El Ser Humano. Si anhelara éxito perseguiría lo que la gente demanda, estudiaría lo que quieren, me preocuparía por ello. Yo solo ofrezco lo que tengo para quien guste, y sí, para mí también es especial».
Y así, de esta manera, Gonzalo Fuster, El Ser Humano, tras aquellos dos discos editados por Malatesta (el homónimo de 2012, y el brillante Pyla Pan de 2014), sigue teniendo la modesta osadía de seguir despistando al respetable. Ahora, autoeditando su tercer larga duración. Eso sí, en la producción y asesoramiento, Dani Cardona sigue omnipresente: «Es crucial; trabajamos juntos el sonido de cada canción y el carácter que finalmente escuchamos en el disco; tiene una claridad que en ocasiones me desconcierta pero suele ser para acertar». Egresión, así pues, es un disco duro, pero sensible. En el que temas dispares acaban casando sin rubor; hablándonos de un mismo creador («esto es lo que me gusta»). A partir de esa ya apuntada propia manera de entender el arte. Aunque, no se equivoquen: la experimentación llevada a cabo por El Ser Humano, tampoco lo es convencional ni rimbombante; se basa en la aparente sencillez del pop en sus diversas variantes, lo cual acaba dejando un regusto curioso: «Totalmente de acuerdo. La experimentación no es solo la de vanguardia. Se puede investigar con muchos elementos y en distintos estadios. Ahora estoy profundizando aún más en las melodías atonales, que al no tener nota dominante genera confusión en el oyente porque no tiene un ancla o referente. Su belleza es precisamente eso, su libertad. Parte de mi trabajo a la hora de componer es maquillar la canción para que no se noten las cicatrices de los experimentos. Que una canción tenga 12 notas y que siga pareciendo pop es lo que genera esa sensación curiosa que comentas. Hace poco leí que la música pop cada vez se parece más, que es más homogénea, que son las mismas progresiones de acordes, tempos y temáticas liricas. Estoy totalmente de acuerdo, escuchemos a nuestro alrededor, canciones a 120bpms hablando en tiempo pasado de amor o desamor y con los cuatro mismos acordes que valen para otras 10.000 canciones. Me parece estupendo, puede gustarme, pero no disfruto haciéndolo yo. Me gusta partir de anomalías, porque al final es lo que me conmueve. Si salgo de ese lugar… ¿dónde me llevará el resto de la canción? No lo sé. Esto es lo que busco», sentencia Fuster.
Egresión, así pues, huele a un plano superior, dentro de una trayectoria anárquicamente coherente. Superior en muchos aspectos. Uno de ellos, en el uso de la voz por parte de Gonzalo. Da la sensación de que, hoy por hoy, se siente más cómodo con ella, más suelto y libre: «Sí, con diferencia. Progresa disco a disco. Con la edad me he dado cuenta de la importancia de la voz y, sobre todo, de entonar bien; antes no me importaba nada. En mi caso me sirve de elemento diferenciador, es un timbre particular muy característico, lo sé. Parece mentira pero según qué cantas y el idioma, el tono varía y todos tenemos unos referentes e influencias claras que condicionan nuestra dicción. Deshacerme de eso también me ha supuesto mucho esfuerzo. Quería usar mi voz, estar totalmente cómodo con mi tono».
La senda de El Ser Humano, o, mejor dicho, de Gonzalo, sigue abriéndose paso a través de un frondoso bosque repleto de mil y una opciones hacia donde dirigirse. Lo mejor es dejarse llevar por la intuición y, en este aspecto, Fuster es más que un iniciado. Ahora trabaja en nuevas canciones («el futuro es grabar un disco aún mejor que Egresión, tomando más riesgos y apostando más fuerte»); asegura, misteriosamente, que colaborará con su «artista de referencia nacional», y anuncia, para algarabía de muchos, la recuperación, este año, del proyecto Trinidad que, según él, «ya ha dormido una buena siesta y toca desperezarse».
Pero, vayamos por partes. Antes de todo eso, El Ser Humano tiene una cita con el resto de los mortales en la Sala Russafa de Valencia. Será este viernes 6 de febrero, y hasta el coqueto escenario de la calle Dénia llegará el propio Fuster, con su banda al completo: Rubén Marqués, al bajo; Fito Haro, a la guitarra y teclados, y Dani Cardona, a la batería y los coros: «Estoy tratando de aportar algún elemento escénico propio que se adecue a las condiciones de la sala. Aún no puedo desvelarlo. Pero de todas formas, la Sala Russafa en sí ya es un entorno muy especial y bonito para un concierto como el nuestro. Música sobre fondo negro».
Justo antes de que Fuster y su banda suban al escenario, por cierto, lo hará Frontera, el proyecto en solitario de Juanjo Frontera (Lülla, Vértigos, Punka!, Uncle Son), que acaba de estrenar el epé Agua verde.
El disco de la semana
Gasolina, santos y calaveras (Bonavena Música, 2015)
Con Los Radiadores pasa una cosa bien curiosa: Cuanto más los escuchas, más consciente eres de las fuentes de las que han bebido hasta saciarse. Las reminiscencias sonoras, de actitud y de pose, siguen remitiéndote (demostrando su buen gusto) a The Clash, Los Enemigos, Parálisis Permanente, 091, a sus compañeros de viaje de Doctor Divago… Pero, por otra parte, a medida que Raúl, El Joven, Sergio y Metralla avanzan en su senda sonora a partir de sus grabaciones y directos, también aumenta en el oyente la sensación de que se encuentra ante una marca propia y reconocible, que disco a disco se asienta en elementos personales, ya sea a partir del característico registro vocal del propio Raúl, o merced a unos textos de singular rima y encaje en esas melodías guitarreras que se mecen entre lo abrupto y lo directo.
Para comenzar, el envoltorio en que se circunscriben los diez temas que integran la tercera criatura de la banda sigue ganando en brillantez y empaque. Hablamos, esencialmente, de rock, sí, pero construido apoyándose en pinceladas que pueden llegar a resultar, ora hipnotizantes (los pasajes guitarreros y la línea de bajo de Buzo, sin ir más lejos), ora angustiosamente liberadoras (la construcción de A cabezazos), ora curiosa y rabiosamente tiernas (Tiempos de destrucción)…
Con todo ello, el resultado final, a partir de los nueve temas originales, así como el homenaje a Carlos Berlanga y Los Pegamoides a través de su revisión de El hospital, asienta, prácticamente, las bases de un banda que sigue ganando en actitud, ayudándose de unas piezas que llevan camino de convertirse en clásicos de su repertorio (Hasta el final, On y Off, el tema que da título al disco…). En definitiva, a partir de aquí, Los Radiadores deberían de empezar a asumir que llevan camino de militar en otra liga.