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César Campoy

Banda sonora

La buena onda

La Habitación Roja ha vuelto a pasear su música, durante varios días de diciembre, por tierras mexicanas

 

Posiblemente sea Camilo Sesto el valenciano más internacional que haya dado nuestra música. Hoy en día, en su enésimo anuncio de retirada, el alcoyano sigue pisando los escenarios de una Latinoamérica que tan buena acogida le ha brindado a lo largo de su carrera. Tras él, otras figuras de nuestra música como Nino Bravo o, más recientemente, Presuntos Implicados, Girasoules, Obrint Pas, Revólver, Seguridad Social o Diego García El Twanguero (que pasa más temporadas en aquella parte del charco que en su Valencia natal), han venido probando las mieles del agradecido público latinoamericano.

A esta lista, desde hace varios años, se sumó una de nuestras bandas de pop más reconocidas de los últimos lustros: La Habitación Roja. Los de L’Eliana, de hecho, retornaron a tierras mexicanas (uno de sus segundos hogares) la primera quincena de diciembre de este 2015 para seguir festejando sus 20 años en la carretera. La capital azteca, León, Tultitlán o el Querétaro que coronó a Butragueño aquel 18 de junio de 1986, fueron las parroquias que volvieron a vibrar con los valencianos: «Cada viaje a México es una montaña rusa de emociones. Te puede pasar de todo y en esta ocasión el viaje ha vuelto a ser muy intenso. El motivo principal ha sido hacer una fecha en el DF celebrando nuestro 20 años de canciones [Mushroom Pillow], y alrededor de esta fecha organizamos varias más para aprovechar el viaje y financiar parte de la estancia», afirma un Jorge Martí orgulloso de haber colgado el ‘no hay billetes’ en el Foro Indie Rocks de la capital.

 

LHR, arrasando en el DF.

Se trata de la octava visita del grupo a aquellas tierras, una marca de la que muy pocos pueden presumir. En ella, la familia de LHR ha pasado por todos los estadios posibles: De sublimes baños de masas, a conciertos en lugares con encanto, pasando por aventuras caóticas: «Algunos salieron bastante bien (Querétaro y Texcoco). También tocamos junto a otras bandas locales en una fiesta de un colectivo en una especie de loft improvisado en Tultitlán, y también hicimos un concierto en León, en el que tuvimos muchísimos problemas y carencias de tipo técnico. Casi suspendemos la actuación, pero al final decidimos seguir adelante por la gente que había venido desde sitios tan lejanos como Monterrey y Guadalajara», asegura Jorge.

En medio de todo este vaivén, por supuesto, mucha promoción, turismo cultural y gastronómico, e instantes de desconexión: «Sí: Radios, revistas, webs, televisión… Hemos grabado un par de especiales en la cadena Reactor: uno tocando en directo en su estudio principal y otro contando la historia de uno de nuestros álbumes más emblemáticos, Nuevos tiempos [Mushroom Pillow, 2005]. Además, hemos aprovechado para visitar el Museo Nacional de Antropología, el de Frida Kahlo, las pirámides de Teotihuacán, el lago de Xochimilco, la Basílica de Guadalupe, el Zócalo, el barrio de Coyoacán y sus mercados, y callejear de arriba abajo las colonias de La Roma y La Condesa. Por supuesto, hemos mantenido la buena costumbre de probar comida de distintas partes del país y visitar multitud de bares y restaurantes de todo tipo y, cómo no, degustar diversos tipos de mezcales», sentencia.

 

 

De nuevo, además, el conjunto valenciano ha vivido en primera persona uno de los tópicos más extendidos con respecto a la pasión del público mexicano. ¿Existen muchas diferencias, en cuanto a trato y actitud, en comparación con el español?: «El apoyo del público mexicano es muy cálido y emocional, además de incondicional. La gente te muestra continuamente su cariño y su devoción y nos pide incluso que toquemos canciones que no suelen tener mucha presencia en nuestros repertorios. Es más fanático en el buen sentido del término. Si son de una banda lo son a muerte y casi para siempre. Se establece una relación muy estrecha con ellos. Se saben nuestros nombres, los gritan agradecidos, corean el nombre de LHR como si fueran una hinchada de fútbol. Creo que tenemos un potencial enorme aquí, porque conectamos muy bien, y, además, tenemos un público intergeneracional, y yo diría que incluso un estatus de banda de culto».

Efectivamente, nos topamos ante otro tópico: el de la supuesta admiración incondicional, desde buena parte de Latinoamérica, hacia todo aquel ente sonoro que surja de la península, incluso, hacia bandas consideradas menos masivas en estos lares. ¿Mito o realidad? «Se sigue y se conoce bastante la escena independiente del pop y el rock español. Es posible que se idealicen algunas cosas que vienen de fuera, como a veces hacemos nosotros en España, aunque tampoco diría que México es un país fácil de conquistar. Eso sí, tienen verdadero interés por el rock en español que se hace en España. Una vez, Bunbury me dijo que perseveráramos, que si nos ganábamos al público mexicano sería para siempre, y la verdad es que a nuestro nivel sí que veo que tenemos un público muy fiel y cada vez más mayoritario. Además viene también gente muy joven a vernos».

 

Jorge, en loor de multitud. Por René de la Rosa

Así pues, las previsiones no dejan de ser halagüeñas para una de nuestras bandas con más proyección fuera de nuestras fronteras. Un proyecto, el de LHR, que, pese a las evidentes limitaciones impuestas por la delicada situación de un sector (el cultural) en crisis y marginado, sin duda sigue mirando con deseo hacia aquella parte del océano. ¿Este tipo de experiencia invita a seguir pensando en ampliar mercados en el continente americano?: «Esa es la idea y lo que nos gustaría hacer, y en ello estamos. Ya visitamos hace unos años Argentina y Chile, y nuestra idea sería continuar haciéndolo. Ahora también nos escribe gente de Perú, pero vaya, no es tan sencillo, porque los gastos de cada viaje son muy grandes. También nos gustaría volver a los Estados Unidos, donde hemos estado tocando también en un par de ocasiones. No obstante, nuestro objetivo principal pasa por seguir consolidando nuestra propuesta en México, donde creo que, después de ocho visitas, ya vemos bastante color y van saliendo las cosas adelante, y, a día de hoy, ya hemos pasado por algunas de las principales salas y festivales del país».

 

 

Los discos de la semana

 

Miguel Verchili

Desde el destierro (Lemon Songs, 2015)

«Al verme aquí, tan lejos de mis lares, la indignación ahoga mis pesares», lloraba el peruano Federico Barreto en su poema Desde el destierro, título recuperado por el castellonense Miguel Verchili para dar nombre a su primera creación musical en solitario, una colección de textos ásperos y desgarrados, surgidos durante un periodo personal intenso que ha marcado al artista («aquí estoy en el destierro, acordándome de ti», firma en uno de sus temas). En cuanto a lo estrictamente musical, el compositor sigue bebiendo de las fuentes que frecuentó con Club 964 (sobre todo, en aquel De Porteños y Cantina de 2006), es decir, la esencia latinoamericana, en esta ocasión, acentuada, en detrimento del sonido roncarolero. Contando, para este viaje,con viejos conocidos como Pere Safont o Juan-Pe García, Verchili tira de espíritu árido y rabia contenida para desnudarse sin rubor.

 

Daniel Rosell

Hakone (Mésdemil, 2015)

Registrada por el propio Rosell en su casa, esta colección de canciones (como evidencia su título) le debe mucho a la ciudad japonesa hasta donde viajó el cantautor de Picassent. Mucho de ese sentir del que abandona momentáneamente el hogar para tratar de entender y vivir otras culturas destilan temas como Estàs tu sol, Com un colom perdut y, evidentemente, Viatgers. Convirtiendo la guitarra en el mejor aliado de su voz, Daniel apuesta fuerte por las melodías evocadoras, las atmósferas repletas de una niebla quieta que llega a mojar, y un acusado toque melancólico. Todos ellos dotan a este disco de un aire especial que ha de ser respirado sin prisas, en tránsito.

 

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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