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César Campoy

Banda sonora

Conversaciones consigo mismo

Luis Prado se estrena en solitario con Mis terrores favoritos, un disco conceptual que presenta en la Sala Russafa de Valencia el próximo 26 de febrero

 

Si un día los astros se alinearan, y todos los agentes involucrados (artistas, promotoras, salas, discográficas, medios…) llegaran a un acuerdo para reunirse en un recinto para marcar unos mínimos sobre los que asentar las bases de una escena e industria musical de esta tierra, y en ese momento, entrara en la sala un tipo de Burdeos reclamando urgentemente el nombre del pianista más imaginativo que ha dado el pop y el rock valencianos en los últimos lustros, en ese mismo instante, el quorum sería absoluto, y un solo nombre sonaría al unísono.

Luis Prado ha venido maravillando en los diferentes proyectos en los que se ha embarcado desde la década de los 90 del siglo pasado. Si aquel mágico cuarteto llamado The Flauters dejó boquiabierto a más de uno, su continuación, Señor Mostaza (prácticamente con la misma formación), supuso un punto añadido de sinceridad y madurez difícilmente discutible. Ahora, el artista valenciano ha decidido emprender un camino en solitario y lo ha hecho con un disco, Mis terrores favoritos (Hall of Fame, 2016), grabado en los Black Betty Studios de Jose Nortes y que presentará el día 26 de febrero en la Sala Russafa de la capital valenciana. Razones, por lo visto, las había: «Por un lado, ese tipo de canciones que a lo mejor no son tan redondas, tan fácilmente trasladables al escenario, algunas sin estribillos reconocibles, eran las que me estaban motivando últimamente, esa parte que solía dejar fuera de los discos ‘mostazas’. Tenía la sensación de haber tocado techo en cuanto a ‘disco de grupo’. Por otro lado, las agendas son realmente difíciles de cuadrar y este año me daba mucha pereza hacer malabares. Y también me estaba bloqueando un poco eso de que fuera el siguiente disco de Señor Mostaza. Quería planteármelo como ‘bueno, a ver, igual hago un disco sin baterías, o sólo con cuarteto de cuerda, voy a ver por dónde me lleva esto…’. No tenía ganas de empezar a ensayar las canciones en el local y distribuir las partes más o menos como hacemos siempre, quería ir haciendo el disco en el estudio… Dicho esto, sí, podría haber dicho, bueno, aunque esté yo solo, podría ser un disco de Señor Mostaza puesto que hago yo las canciones y tal, pero es que me sentía mucho más cómodo y liberado sacándolo bajo mi nombre», asegura Luis.

 

Luis, a la guitarra. Por Javier Sánchez Salcedo

Partiendo de la historia de Ángela y F., dos cuarentones en plena crisis existencial, cuyas vidas han ido cruzándose desde tiempos inmemoriales, el disco se convierte en una especie de mini ópera pop a partir de piezas repletas de oscura ironía, peculiar sentido del humor (una marca de la casa) y sentimientos agridulces. Todo ello, musicalmente, potenciando elementos como los arreglos de cuerda, menos juegos vocales y, faltaría más, la preeminencia del piano frente al concepto más eléctrico de banda. Prado reconoce que, en ocasiones, el camino se ha tornado pedregoso al carecer del apoyo de sus fieles Paco Tamarit, Boli y Edu Olmedo. Sobre todo, intuimos, a la hora de enfrentarse, él solo, a la práctica totalidad de los instrumentos que suenan en este larga duración. Insiste en que se lo ha pasado en grande, aunque tal vez con la guitarra eléctrica y el bajo la cuesta se ha hecho más empinada, sobre todo, por una cuestión de desentrene. ¿Algún momento de crisis? «No he llegado a atascarme. Hombre, a mí no me va a sonar el bajo como a Boli, o la eléctrica como a Paco, que todavía a veces se me va la púa a otra cuerda sin querer», bromea.

 

Luis, a la batería. Por Javier Sánchez Salcedo

Por si esto fuera poco, la dificultad extra sobrevenía teniendo en cuenta que la criatura debía convertirse en un disco conceptual con sentido («quiero hacer uno que lo sea todavía más; éste ha sido un ensayo»). Posiblemente, la gestación de la banda sonora del filme El efecto K‘ (Valentí Figueres, 2012) pudo servirle a Luis de algo, a la hora de idear los planteamientos o las estructuras necesarios: «Sí que pasó una cosa, y fue que, después de hacer El efecto K, me empezaron a surgir ideas para una posible banda sonora, por si me encargaban alguna otra algún día. Así que, muchas de las canciones de Mis terrores favoritos, como Eva al desnudo, Da igual o Tan joven y tan operada, al principio surgieron como secuencias de acordes para jugar con ellas, y al final acabé poniéndoles melodías y letra», confiesa. De esta manera, este trabajo, no llega a ser un disco conceptual ortodoxo. Es evidente. El creador de la obra aclara conceptos: «Es conceptual a la manera  del Arthur de los Kinks, o el Ziggy Stardust de Bowie. Es decir, son discos de canciones en los que si no te dicen que hay una cierta idea, pues casi ni te enteras. No hay leitmotiv, no hay motivos que se repiten en diferentes canciones, ni canciones cortitas en plan transición, ni obertura. Nada, tengo que hacer uno así».

 

 

Mientras se decide, Luis se toma esta aventura como una especie de «vacaciones mostaziles», y asegura que, por ahora, «con este disco tan onanista», su ego tiene «bastante». Grabado en fines de semana sueltos desde abril de 2015, en los que aprovechaba para escaparse a Madrid, Mis terrores favoritos incorpora elementos inseparables a la idiosincrasia del creador. Uno de ellos tiene que ver, sin ir más lejos, con esa obsesión y facilidad por abordar en sus letras aspectos y momentos cotidianos (o no tanto). Otro, sin duda, con su pasión por tirar de elementos de la cultura popular a la hora de elegir los títulos de sus discos o canciones. ¿Es algo buscado, o casi intuitivo?«Sí. En éste me ha pasado como en Delitos y faltas, que es algo que ya existe, pero resume muy bien lo que hay en el disco: Pequeños terrores, terrores del primer mundo, claro, pero terrores al fin y al cabo». Que, da la sensación, han sido brindados al respetable teniendo en cuenta que la voz principal (mucho menos arropada que en otras ocasiones) debía adquirir un protagonismo evidente en diversos momentos. Se aprecian, sin ir más lejos, en temas como Colgado de mí mismo, más matices, más variaciones: «Puede ser. Supongo que en canciones como la que mencionas, que estoy solo con el piano, da para manejar la voz de forma más suave. Es cierto que en este disco he intentado no estar siempre tan arriba, y cantar bastante más suave en unas cuantas. En otras ha sido imposible».

 

Y, por supuesto, Luis, al piano. Por Javier Sánchez Salcedo

Y ya que hablamos de asuntos vocales, imposible no reparar en las particularidades de una pieza como Tan joven y tan operada. Hace una década, Señor Mostaza recuperaba, de la época de The Flauters, un contundente tema, America’s way (America es guay). En aquella nueva grabación, podíamos escuchar la voz de Luis alterada a base de vocoder. Ahora, el efecto se torna casi perenne, en una composición que recuerda sin remisión, a los buenos momentos de grandes de la música mundial como la ELO. ¿Era una especie de asignatura pendiente? «Bueno, no es algo que tuviera entre ceja y ceja, entre otras cosas porque tampoco tengo mucho espacio ahí, pero es cierto que es raro que no hubiera usado uno antes así. La verdad es que esa canción, esa especie de mantra pinkfloydiano es de mis favoritas. Me gusta eso de que cuando vas repitiendo una cosa muchas veces parece que vaya cambiando de significado».

 

 

Como el lector adivinará, lo nuevo de Luis sigue siendo todo un desafío para los oídos con mejor gusto. No sabemos si había necesidad de demostrar o demostrarse algo, pero el artista valenciano ha llevado a cabo una especie de exorcismo que se antojaba necesario. Que muchos esperaban e intuían desde hace tiempo. Y este es un camino que este creador debía emprender en solitario, aunque en diferentes momentos del trayecto haya decidido pararse a tomar algo y coger aire en compañía de grandes amigos, todos ellos grandes de la música hispana, a los cuales ha ido conociendo Prado a lo largo de estos años a partir de su concurso como colaborador de algunas aventuras sonoras de renombre de nuestra música. Hablamos de Coque Malla, Miguel Ríos y Guille Milkyway, que participan en los temas Da igual, Ya no así y el reprise de Estoy gordo, respectivamente: «Lo de Guille lo tuve bastante claro, cuando hice Estoy gordo, incluso antes de decidir sacarlo bajo mi nombre. Había algún giro melódico que a veces me recordaba a él, y él siempre fue muy fan de Señor Mostaza. Fue a vernos a Barcelona, la toqué y vino a decirme lo que le gustó esa canción, así que le invité. Lo de Coque y Miguel vino después. Siendo Nortes el productor de ellos también, pasaban por el estudio y, cuando empezamos a darle el toque conceptual al disco, me empezó a gustar la idea de que se dejaran ver como una especie de personajes que se aparecen en sueños a los protagonistas. Precisamente, son los ídolos españoles que tuve yo de pequeño, y luego de adolescente. Yo siempre fui reacio al tema duetos y tenía mis dudas, y de repente pensé que si me hubieran dicho hace 20 años que Miguel y Coque se iban a ofrecer amablemente a cantar en canciones mías me hubiera dado un síncope. ¡Y, además, los temas han salido ganando!».

 

 

Los discos de la semana

 

VVAA

Fiber Moments (Lemon Songs, 2015)

La incansable familia del colectivo cultural castellonense La Seta Azul tuvo una original idea a la hora de construir la tercera entrega de sus cuidados disco-libros Benicàssim.pop. Invitó a una docena de periodistas especializados para que rememoraran algunos de los mejores recuerdos que guardan del devenir del FIB. ¿El objetivo? Que éstos tomaran cuerpo en otras tantas revisiones, pasadas por el tamiz de diversas bandas locales. De esta manera, nos encontramos con lecturas, más o menos remozadas, de piezas de la enjundia del This is love de PJ Harvey, You don’t send me de Belle & Sebastian, Everyday is like sunday, de Morrissey o Mi dios mentira de Manta Ray, a cargo de Lula, Yei Yi & Co con María Padilla, deBigote o Montefuji. A destacar, la intensidad desparramada de éstos últimos, o la originalidad con que Sánchez y Grup d’Autoajuda abordan el Who by fire del maestro Cohen.

 

Acapvlco

Comet glue (Mascarpone, 2016)

Hace tiempo que el evidente descaro con el que estos valencianos se vienen enfrentado al pop más ruidoso y psicodélico no pasa desapercibido para la fiel parroquia sonora. Mucho más, todavía, si sus temas son degustados en alguno de sus vistosos directos. Las gentes de Mascarpone, faltaría más, siempre lo han tenido muy claro. Por eso se lanzan a editarles un epé registrado en los estudios Sountess de (por supuesto) Pablo Peiró. Cuatro temas de indudable y atemporal intensidad que, ante todo, suenan a autenticidad, a base de hipnóticas bases rítmicas salpicadas de hirientes riffs (1990), y que, incluso, son capaces de evocar atmósferas oníricas, prácticamente, sin despeinarse (Moon).

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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