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César Campoy

Banda sonora

El hombre a un piano pegado

Luis Prado publica ‘Plays Standards, Vol. 1’, donde revisita, en vivo, a The Who, Nacha Pop, The Zombies, The Lovin’ Spoonful, La Mode o Led Zeppelin

 

Hace un par de años, el valenciano Luis Prado, uno de los pianistas más importantes y solicitados (Miguel Ríos, Ariel Rot, M-Clan) de la música contemporánea española, viajó hasta los estudios madrileños de La Cabaña para mostrarle, al productor José Nortes, los temas que (tras sus magníficas experiencias en The Flauters y Señor Mostaza) debían formar parte de su primer disco en solitario, el brillante Mis terrores favoritos (Hall of Fame, 2016). Aprovechando la coyuntura, Luis aprovechó para registrar tres decenas de versiones, tan sólo a piano y voz, de algunas de aquellas sintonías que, a lo largo de estos lustros, han influido en su manera de componer e interpretar. Todas ellas (quien haya asistido a alguna de aquellas sesiones en directo de Prado en las que, incluso, aceptaba peticiones a discreción del público, sabrá de qué hablamos), una vez que son procesadas por el cerebro de este artista y servidas a partir de virtuosa y personalísima digitación, acaban adquiriendo una nueva dimensión; la misma que, ahora, ha quedado plasmada en Plays Standards, Vol. 1 (Hall of Fame), una colección de 10 de aquellas revisiones. Luis Prado en estado puro.

 

Luis, en busca de inspiración. Por Javier Sánchez Salcedo

Oh! You pretty things, compuesta por David Bowie, apareció en aquel magnífico Hunky Dory de 1971: «Seguramente, hay otras canciones de aquel disco que me han marcado más, pero, como me pasa a veces, me pongo a tocar alguna al piano un poco en ‘mi onda’ y me acaba gustando el resultado… bueno, eso, y que es Bowie. Aún no sé muy bien lo que me pasó por la cabeza al hacer esos falsetes en el estribillo. Cosas del directo», asegura Prado.
 

La emotiva Aquella chica es una de las primeras creaciones de La Mode. Formó parte del imprescindible El eterno femenino, de 1982: «No hay canción mala en El eterno femenino, que es un disco que mi hermana trajo a casa cuando yo tenía 11 años y me hipnotizó del todo. La Mode me recuerda un poco al caso de Golpes Bajos, muy poca obra y toda mola mucho. Me gusta eso de ponerme a tocar una canción que está llena de detallitos tecno de los 80 en plan un poco piano New Orleans… Es un tema precioso y de cierta belleza cruel».
 

Darlin’ be home soon es una de las piezas más bellas que registraron los The Lovin’ Spoonful de John Sebastian. Coronó You’re a big boy now (1967), la banda sonora del filme del mismo título, de Francis Ford Coppola: «Una debilidad absoluta. Conocía esta canción desde hace siglos por la versión de Joe Cocker, y siendo una versión muy chula, en el estribillo siempre había algo que me parecía forzado, no me llegaba. ¡Y un día oí la original de John Sebastian, de Lovin’ Spoonful y me quedé sin habla, por fin la entendía! Por fin veía la maravilla que era… el estribillo tiene un movimiento de notas que parece fruto de un pequeño error, no sé describirlo, es mágico… Con ésta, al tocarla, no intento variarla, intento reflejar lo que me transmitió la de Lovin’ Spoonful al escucharla (bueno, y un poco de la estrofa de Cocker…)».

 

 

Rock and roll, de Led Zeppelin, se convirtió en clásico, prácticamente, nada más ver la luz, allá por 1971, en el mítico Led Zeppelin IV: «¡Y venga piano New Orleans! Desde el piano hago un pequeño homenaje absurdo a Bonham [John Henry ‘Bonzo’, batería de la banda], a esos golpes a contratiempo que daba después de ‘baby, let my love come runnin in!‘, y también a su solo de batería al final de la canción…».
 

Escrita por George Harrison, Only a northern song fue grabada en 1967, durante las sesiones del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de The Beatles, pero se dio a conocer al público un año después, a través del luminoso Yellow Submarine: «Siempre me hizo gracia que una de las canciones más unánimemente denostadas de Harrison con The Beatles, fuera una de esas cosas que de pequeño te llevan sin remedio a entrar en ese universo… Algo raro, algo mágico, George aguantando una sola nota mientras no para de cambiar de acorde en el estribillo».
 

Relojes en la oscuridad formó parte de aquel Dibujos animados (1985) de unos Nacha Pop maduros y en estado de gracia. A esas alturas, Antonio Vega iba camino de tocar techo: «Ese acorde intrigante en el momento en el que dice ‘lo absurdo y lo genial‘ vale por discografías enteras. No sé decirte de quién, pero lo vale, seguro. Mi brazo izquierdo casi muere en ésta».

 

 

Escuchar This will be our year sin conmoverse te eleva a la categoría de cenutrio. Forma parte del imprescindible Odessey and Oracle de 1967, con el cual The Zombies lograron hacer sombra a los mejores The Beatles o el más lúcido (entiéndannos) Brian Wilson: «Odissey and Oracle es un disco brutal, a la altura de lo mejor de los Kinks, Beatles o cualquier obra cumbre de los 60… y ésta es tan bonita».
 

Publicada originalmente en The road of life alone (1995), Turn your radio on es una de las piezas más sentidas del gran Malcolm Scarpa: «Malcolm ha creado tantas estampas geniales y tan originales. Eso de que en plenos 90 un tío de Madrid lo mismo pudiera cantar blues del modo en que lo hacía y crease tantas maravillas pop… para mí sigue siendo un milagro. Un puto genio».
 

Substitute es uno de los temas más enérgicos de la primera época de The Who, una de las fuentes indiscutibles de Prado. Un golpe enérgico servido sin mesura por Pete Townshend, lanzado en 1966: «Soy muy fan de los Who. Me hacía gracia darle un toque sureño a la estrofa. Viva Pete Townshend, y viva Keith Moon. Y Entwistle. Y Daltrey».
 

The night they drove old Dixie Down se incluía en el segundo disco de The Band, de título homónimo, publicado en 1969, aunque posteriormente también apareció en otras referencias del grupo, como aquel póstumo y celebérrimo directo The last waltz de 1976: «Es mi homenaje a la versión que hacen en The last waltz. Para mí, es el momento cumbre del concierto, y cuando Levon Helm [batería y vocalista de la formación] repite el estribillo al final. Uno no sabe por qué tiene tantas ganas de llorar».

 

 

El libro de la semana

 

Luis Costa

¡Bacalao! Historia oral de la música de baile en Valencia, 1980-1995 (Contra, 2016)

El tiempo es lo que tiene, que magnifica los acontecimientos, fulmina los malos recuerdos, o, como juez supremo que es, acaba poniendo a cada uno en su lugar. Cualquiera de las tres suposiciones podría ser válida, dependiendo del interlocutor, para referirnos a los numerosos análisis, de mayor o menos entidad, que, desde hace años, vienen tratando de desempolvar, pulir y, en definitiva, despejar, todo aquel componente de leyenda, demagogia y bruma que, más de dos décadas después de su declive, sigue rodeando a aquel singular e intransferible tempo histórico que la música de baile vivió, desde principios de los 80 del siglo XX, hasta mediados de los 90, en tierras valencianas. Aquella escena que acabó degenerando en una suerte de bakalao makinero, pese a haber surgido de la vanguardia más puntera, y, que durante un tiempo, fue pionera en Europa.

Para tratar de arrojar mucha más luz al asunto, el catalán Luis Costa ha desarrollado un dignísimo trabajo de campo, entrevistando a algunos de los indudables actores de aquella anárquica aventura, trenzando minuciosamente, y ordenando, lógica y cronológicamente, testimonios, a partir de cientos y cientos de horas de conversaciones. Ellos son el único motor de una narración basada en el estilo indirecto, siguiendo la senda de referentes como aquel Por favor, mátame. La historia oral del punk, de Legs McNeil y Gillian McCain. Ellos, en definitiva, narran (desde la prehistoria hasta el ocaso) cómo vivieron aquella época, convirtiéndose en los únicos protagonistas (con todas las ventajas e inconvenientes que ello supone) de un libro que, tan sólo con el título, muestra sus cartas (ese ‘bacalao’, con C), y que brinda suficientes mimbres para que el lector saque sus propias conclusiones.

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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