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César Campoy

Banda sonora

El lento camino hacia la cima

Tras varios años de espera, Nanga Parbat estrena su nuevo trabajo, ‘For all those amber lights’, más eléctrico pero igual de intenso e intimista

 

De la mano del italiano Mario Dubla nació un proyecto, Nanga Parbat que, oficialmente, inició su personalísima travesía, con el inicio de la década, a partir de 8125 m, un epé que resumía algunas de las inquietudes y experimentaciones sonoras y sensoriales de un creador que mostraba, sin ambages, su obsesión por el folk minimalista, repleto de detalladas pinceladas sentidas. De aquella suerte de exorcismo, que recogía lo acumulado durante tanto tiempo, parece haber tardado en recuperarse un tiempo Mario, ya que no ha sido hasta ahora cuando su nueva criatura, For all those amber lights, ha acabado emergiendo: «Aquel epé fue el resultado de un momento de fuerte impulso para la banda. Llevábamos un año juntos y no paraban de ocurrirnos cosas muy gratificantes. Recogimos cinco de las canciones que teníamos en ese momento y las grabamos. Cuando terminamos con eso ya existía algún tema de For all those amber lights, y, antes de entrar a grabar, sólo tuvimos que seleccionar los que mejor encajaban para que el disco tuviera sentido unitario, más dos temas a medio hacer y uno nuevo que se coló durante la grabación. Todo salió de una forma muy natural; los temas se han ido desarrollando en estos años por temporadas. De repente llegaba un momento en que tenía cuatro o cinco nuevos y nos poníamos con ello. Así que, una vez más, hemos hecho una selección razonada de lo que ya teníamos y, a pesar de eso, nos ha costado mucho cuadrarlo todo. Creo que me costará más recuperarme de todo lo que ha supuesto la publicación de For all those amber lights, aunque ya hay unos cuantos temas nuevos en obra», asegura nuestro protagonista.

 

Mario Dubla.

Mario Dubla.

Mientras que 8125 m surgió a partir de la autoproducción, mano a mano entre Mario y Alexis García, este último trabajo supone un salto de calidad evidente, con la connivencia de un Sergio Devece que ha cobijado en sus estudios Stardust, durante casi dos años, a la familia Nanga Parbat. Todos ellos, aupados en la paciencia, han acabado modelando un trabajo de terciopelo que, por momentos, se torna áspero: «Nuestra actitud se ha basado en la atención por el detalle: nada de prisa, quien manda es la canción, hacerlo de la mejor manera posible. Es muy difícil transmitir a otra persona lo que tienes en la cabeza; puedes usar referencias, pero lo correcto es excavar hacia adentro para sacar algo personal. Sergio esto lo entendió sin ni siquiera tener que hablarlo, y ha sido un lujo tener al lado alguien capaz de tomar la decisión correcta cuando nosotros estábamos empanados (y eso nos pasó unas cuantas veces)».

Así pues, la elaboración de For all those amber lights ha acabado dilatándose en el tiempo más de la cuenta, una circunstancia que, sin duda, puede llegar a marcar emocionalmente a cualquier creador de bien: «Ha sido un proceso muy largo, efectivamente, y bastante duro tanto a nivel psicológico como emotivo. Las circunstancias de la vida me han obligado a estar lejos de Valencia durante casi todo el año pasado, y en alguna ocasión he pensado que este disco nunca vería la luz. De todos modos, no nos ha venido del todo mal esa pausa: durante todo ese tiempo tanto Sergio Devece como yo tuvimos la posibilidad de escuchar y reflexionar sobre lo que habíamos grabado, y fue al volver al estudio, en octubre del año pasado, cuando nos dimos cuenta de que había que mejorar el sonido. Así que, con renovada ilusión, Sergio le dio un giro e hizo que sonara como debía, y, al final, la satisfacción fue doble. Además, me curré el diseño de la portada y todas las gestiones correspondientes con la fábrica, pruebas de impresión y otros dolores de cabeza. Fue agotador. Eso de controlarlo y hacerlo todo tú mismo requiere mucho esfuerzo pero tiene su recompensa».

 

 

Efectivamente, For all those amber lights tenía que haber visto la luz en 2016, y, más en concreto, coincidir con la edición de G, el disco de Galope, a partir de una iniciativa del colectivo Arbre de Cordes (con el apoyo de BORX Records), una aventura (iniciada por el propio Mario y Javier Marcos) basada en la búsqueda de la satisfacción total de público y artista: «No pudimos sincronizarnos para la publicación de los discos, pero la aventura, como muy correctamente la llamas, de Arbre de Cordes, sigue adelante. Tanto Galope como Nanga Parbat hacemos un tipo de música que requiere una determinada actitud y ciertas condiciones ambientales para que se pueda entender y disfrutar como es debido. Conscientes de que somos una minoría, nos gustaba mucho la idea de unir fuerzas y salir juntos a los escenarios. Los objetivos son múltiples: tocar en esas condiciones ambientales y acústicas que favorezcan el mensaje artístico propio de las bandas, reunir a un público receptivo y respetuoso, hacer que la experiencia del concierto sea disfrutada al máximo tanto por los oyentes como por los músicos, crear eventos únicos para que todos podamos volver a casa con una buena sensación en el cuerpo y en la cabeza. Nos hemos venido acostumbrando a los conciertos donde la música pasa a un segundo plano, a un fondo para las charlas, las birras y el despiporre, lo cual está muy bien. Pero hay determinadas circunstancias en las que tanto el público como el músico se merecen algo más».

 

Dividido entre seis: Nanga Parbat, al completo.

Dividido entre seis: Nanga Parbat, al completo.

La cultura del ‘hazlo tú mismo’ elevada a la máxima potencia. La pasión por ser dueño de todos y cada uno de los procesos y estadios, incluso, del contexto y la espiritualidad en que el arte quiere ser brindado: «No creo que existan más o menos ventajas en el ‘do it yourself’. Simplemente, en esta fase en la que nos encontramos, y al ritmo al que vamos, lo vemos como algo necesario. Hay bandas que se obsesionan con las discográficas, que buscan a toda costa ‘encajar en la escena’, pero hay otras vías. En esta época en la que es posible sacar un álbum con relativamente poco dinero y moverlo por las redes, lo único que necesitamos, nosotros, como otras bandas, son contactos para poder salir y difundir nuestra música. Hay empresas que se dedican a eso, pero nosotros preferimos echarle esfuerzo y paciencia, acortar la cadena de intermediarios moviéndonos desde abajo, pero poniéndonos el listón alto. Las cosas se sacan poco a poco con la colaboración de todos, cada uno aporta algo para poder avanzar; no sólo en cuanto a creatividad se refiere. Este también es el espíritu de Arbre de Cordes: trabajar desde las trincheras, confiar en tu trabajo y en tus posibilidades, ser fiel a ti mismo», explica.

Como bien reconoce el propio Mario, For all those amber lights se aleja un poco más de aquel folk ensoñador de 8125 m. Este trabajo sigue oliendo a Nanga Parbat, pero incorpora elementos que dotan de mayor empaque al sonido marca de la casa: «Sí, suena más eléctrico e intenso. Queríamos ir un poco más allá del folk, y teníamos que aprovechar las posibilidades que nos brindaba un estudio profesional. Esta es la diferencia que más salta al oído comparándolo con el epé, y fue una elección muy importante que marcó evidentemente todo el trabajo. Pero también teníamos claro que no queríamos dejar nuestra labor de búsqueda de un lenguaje musical personal (que lo hayamos conseguido o no es otra cuestión). Me alegro cuando dices que este trabajo sigue sonando a Nanga Parbat. Yo, realmente, no sé muy bien qué significa, pero si te has fijado en eso, quizás quiera decir que estamos yendo en la dirección correcta, que es lo que más me interesa».

 

 

Y, en esa senda, en ese lento y mimado camino, Mario sigue contando con una nómina de amigos y colaboradores que, en esta ocasión, llega a ser, prácticamente, abrumadora. A lo largo de estos años, todos ellos han estado ahí detrás, dispuestos cuando Dubla giraba la cabeza en ese ascenso. Hablamos de Devece, pero también de su banda (Dani García, Carla Pascual, Javier Marcos, Luis Alcober, Txema Mendizabal), el propio Alexis García, Nacho Nácher o Rick Treffers: «La banda se ha ido formando paulatinamente. Al núcleo duro del principio (Carla, Dani y yo) se sumó Javi Galope de una forma muy natural, casi necesaria. Sin darnos cuenta, estaba tocando con nosotros. A Luis y Txema les llamé por sus referencias, y todos se han esforzado mucho en estos tres años que llevamos juntos, y han superado con creces las expectativas. Estoy en un buen equipo, todos los días me lo confirman. Con Sergio pasó lo mismo: escuché otros trabajos suyos y le vi tocar en algunos de sus múltiples proyectos. A la hora de elegir no tuve ninguna duda: sabía que él podía darnos ese sonido orgánico y cálido que tanto nos beneficia. Alexis toca el bajo en Divide by one. Ese tema fue uno de los primeros en componerse bajo el nombre de Nanga Parbat, y Alexis (por aquel entonces bajista de la banda) se sacó de la manga una línea de bajo hipnótica y sensual que le da un sostén a toda la canción. Sólo podía ser él quien la tocara en la grabación. Además, fue un privilegio volver a tenerlo en el estudio. Rick y Nacho aparecen en At that party poniendo, respectivamente, la voz y tres capas de ruido maravilloso. Aquí tampoco tuve que hacer mucho. Son profesionales, saben mucho más que yo, y son personas geniales. En esta ciudad, donde parece que las cosas funcionen por compartimientos estancos, me ha parecido un lujo poder contar con ellos tanto a nivel musical como humano».

 

El disco.

El disco.

Aquel oyente que decida sumergirse en la música de Nanga Parbat sabrá a qué nos referimos. A medida que avanza For all those amber lights, una especie de cuna gigante de lana va tejiéndose, poco a poco, lentamente, alrededor. Es, entonces, hora de echar un vistazo a la portada del disco. Aquella instantánea, agridulce, captada en el parque romano de Villa Borghese, invita al desasosiego, pero también a la paz. Todo tiene una explicación: «En la universidad, en Roma, solía pasar por Villa Borghese cuando terminaban las clases y me iba a casa. Hice una foto a una farola que acababa de encenderse, haciendo ese recorrido una tarde, hará como 12 o 13 años. En esa época Nanga Parbat aún era sólo un sueño. Retrata ese momento de transición en que ya no sabes bien si es tarde o noche; algo cambia en el aire y en tu estado de ánimo, se genera una suspensión de la realidad que dura unos pocos instantes, y los colores fríos se tiñen de la calidez de las bombillas. Aunque eso pase todos los días, no deja nunca de parecerme un momento mágico. Cuando se estaba terminando la grabación de For all those amber lights (el título, evidentemente, une imagen y música, pues es un verso del tema Amber glows) no le di muchas vueltas: recuperé esa foto, pero estaba peor de lo que recordaba. Así que volví al mismo sitio en noviembre de 2015, esperé a que se encendieran las farolas e hice unas cuantas tomas muy deprisa. De allí nació el concepto gráfico del álbum: todas las fotos del estuche retratan el mismo rincón desde diferentes posiciones, pero el sujeto aparece directamente sólo una vez».

 
 

Los discos de la semana

 

disco-sempereSempere
Sempere (Autoeditado, 2017)
Cuatro años después de la publicación de su estreno sonoro en solitario (aquel epé titulado El hijo pequeño), Jordi Sempere ha armado un emocionante larga duración que denota una profundización evidente en aspectos más oníricos (Blanco, Cae la noche) que, no obstante, siguen conviviendo con instantes de frescura (Periódicos antiguos, El hilo de una conversación) y elementos que viven de la cotidianidad próxima (mucho más evidentes en títulos como Ruzafa y Valencia). Para ello sigue apoyándose en algunos de sus compañeros de andanzas en Polonio (Lourdes Casany, Ernest Aparici, Leví Corrales…) que, de nuevo, han conseguido estructurar un refugio sonoro delicado y efectivo, en el cual, y por momentos (algunas transiciones de Avispas, El pan de los ángeles o Entrañable), el artista logra cobijarse a la sombra de cantautores de la talla de Elliott Smith.

 
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Dime tú… (Flor y Nata Records, 2017)
Nacido a principios de la década, el quinteto integrado por Mayka Olivares, Geles Piquer, Sandra Ginés, Ana Sánchez y Ana Belén López sigue empeñado en rendir pleitesía al pop-rock más tradicional, a partir de riffs clásicos que conviven con habituales líneas de violín. Tras aquel elepé titulado Detrás de mi razón (Turia Records, 2013), que también vio una versión en inglés, el grupo ha vuelto al estudio para registrar tres temas que avanzan los derroteros de un futuro elepé, y que, todo apunta, apostará por la continuidad sonora. Completa el epé una fiel revisión del Quiero ser santa, que formó parte del tributo a Parálisis Permanente auspiciado por Leningrado Records.

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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