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Carlos Pajuelo

Pajuelo: la chispa

VEO CRECER Y MADURAR EL ODIO

VEO CRECER Y MADURAR AL ODIO
Hay gente que dice que ve crecer la hierba bajo sus pies y debe ser por la atención, oído y vista que tienen o por su especial sensibilidad hacia el entorno y llegan a percibir antes que uno esa sensación vital de la tierra cuando da a luz sus brotes, cualquiera que sea la época del año, principalmente en primavera. Benditos sean los que tiene esa capacidad profética.
No es mi caso. Yo soy más lerdo, tardío en percibir, lento en creer.
Pese a esa diferencia contra mi sensibilidad, los días pasados y aun los presentes y coligó que lo venideros, el panorama que nos ofrecen las instituciones en plena batalla por ver quien tiene razón y donde el mercado de las votaciones se ve alterado por difíciles acciones.
Esas acciones no pasarían un examen de primero de bachiller, cuando el bachiller era lo que era y no como hoy, se ve, que con suspensos se pasa e incluso se llega uno licenciar para menoscabo de quienes hemos pasado por las horcas caudinas de largos y prolijos tiempos de corregir y volver a redactar y finalmente ir a exámenes para acabar un doctorado, por ejemplo.
Me refiero a la reciente y todavía candente lucha por el voto de un “sujeto” que inventa cualquiera excusa idiota para justificar su error informático, al hecho simple de pulsar un botón en vez de otro. El pulsador sin seso lo hace a sabiendas y a cambio de alguna promesa inconfesable ahora o es tonto de solemnidad. Puede usted elegir la afirmación que quiera.
Si a eso añadimos el constante devenir de los careos tabernarios de las formaciones que se sientan al calor del voto cautivo del partido de turno; partido  que ayuda a calentar sus glúteos protegidos por una y mil leyes que los hace distintos a los míos o al de otro ciudadano que espera cotizar los años, cada vez más según el Sr. Escrivá, y que no necesita esperar a cobrar la pensión para ir tirando, no es de extrañar que haya flexiones de cintura cada vez que aparece el líder y se permite deslizar la sombra de su mirada y el soslayo de su sonrisa. Todo es caldo de baba a su paso, como cuando yo me duermo frente a la televisión de turno.
Es el momento en el que si el “Boss” llama a rebato y toca machacar al adversario ideológico cuando yo percibo el transcurrir de la ola de odio, la siembra de la discordia que permite demostrar a sus seguidores, cada uno a los suyos, el mal llevar, la arrogancia, la insolidaridad como único vehículo que lleva una especie de comienzo de Guerra civilismo al tiempo que todos los índices de precios de los más elementales y básicos productos de la cesta de la compra, de la movilidad etc.( en fin lo que llaman la vida) están al alza y son culpa “del otro” sea ese otro quién sea.
Es entonces cuando tardíamente noto crecer esa hierba a la que hacía alusión al principio de la columna.
Doy en pensar si esa generación de parlamentarios que se han destetado con la Constitución a la que contribuimos todos(incluso los catalanes tan independistas ellos y a los que se les caía la misma baba cuando el dictador Franco les visitaba o tomaba la siesta en Pedralbes mientras le daban medallas y le nombraban hijo adoptivo de no sé cuantos sitios y los aplausos no necesitaban micros , ni altavoces) digo que doy en pensar si estoy asistiendo al crecimiento de la ceremonia inicial o al ritual del odio y su desarrollo como si alguien hubiera podido destilar en el oído de algunos o casi todos los parlamentarios de glúteos calientes, la ponzoña del odio como único sistema de seguir vivos y cobrando a fin de mes sea el tiempo que sea que haga afuera.
Es cierto que como en Hamlet “algo huele a podrido en Dinamarca” que en este caso sería “casi todo huele a podrido en España”.
Me voy a Descartes D. René, para mí la razón hecha filosofía, en cuanto a su pensamiento en relación con el odio. “El odio como conciencia de que algo está mal, combinado con un deseo de retirarse de él. Otros preferirán al Aristóteles, más contundente, y quizás más acertado en estos tiempos. Lo ve como un deseo de la aniquilación de un objeto que es incurable con el tiempo”.
Yo no veo sosiego en el comportamiento de nuestros representantes, que cada día nos parece que nos representan menos. ¡Cuidado con sembrar el odio que es una mala hierba!

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Por Carlos Pajuelo

Sobre el autor

Profesor emérito Universidad, escritor , publicitario y periodista. Bastante respetuoso con los otros. Noto la muy mayoría de edad física. Siempre me acuerdo de aquello de "las horas hieren y la última mata" y para aquel que trate de averiguar que significa esto ; cada uno que crea y piense lo que quiera


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