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Carlos Pajuelo

Pajuelo: la chispa

EL VALOR DE UN GESTO

EL VALOR DE UN GESTO
Para muchos el que el dedo de un diputado en el extremo opuesto de nuestra tierra se equivoque de botón y pulse otro en vez del que le han dictado, tiene relativa o ninguna importancia; e incluso algunos ,empleando una jerga ya pasada ,se digan “me importa una higa” y para otros, léase el presidente del país o para la rutilante ministra de trabajo, la señora Diaz, que sigue sin dejar de decir que trabaja como una enana, con perdón del tamaño humano del término, se trata del triunfo macerado en vino de mayorías podemitas que le da, en Valencia, para venir de azul Goya y pararse a decir parabienes para todos y cada uno de los que van a ganar o han ganado, o están por venir a ganar o sea para todos.
Está bien. Ella está en su papel y creo que ella sabe lo que vale un gesto. Un gesto vale un peine o una reforma, si se quiere llamar reforma a lo mismo casi de antes de que ella soñara, en su Galicia hermosa, con ser ministra. Cosas de un gesto.
Hace unos días hacía yo un panegírico del valor de los dedos en otro medio hermano, me refiero a otro diario (aunque este sea semanal yo le llamo diario porque recoge el día a día y lo condensa una vez por semana, lo que no es fácil porque hay mucho que recoger en un tiempo en el que llueven noticias, asuntos, fotos por doquier y es un trabajo hercúleo estar al día).
También es cierto que con no decir nada tampoco pasaría nada salvo que yo, por ejemplo, no podría escribir esto, al menos aquí en LAS PROVINCIAS que comparto con LOCLAR
Hace años explicaba yo en clase, en una sesión sobre la comunicación no escrita, del valor del gesto de la cara, de las cejas arqueadas, del fruncimiento de los labios y desde luego del lenguaje universal de los dedos, según que dedos.
Siempre utilizaba el ejemplo del dedo medio erguido con el resto de los dedos retraídos (buscaba la risa pacificadora y relajante de la clase, sometida a lo mejor a la toma de apuntes) y generaba una risa colectiva y alguna imitación, quien sabe si dirigida a mí, pero daba lo mismo; es un gesto internacional de un mínimo “vaya usted a hacer puñetas o quizás algo más allá” “váyase usted a tomar por cu… o por donde amargan los pimientos” que decía mi señor abuelo. muy educado él.
Sigo en materia de dedos.
Ahora el más interesante podría ser el índice porque a través de su dirección se puede conseguir un puesto de secretario de algo o incluso un premio literario o una advertencia paternal. Sirve para mucho.
El anular es de menor importancia aparente, porque puede servir para alojar un anillo de ”contigo hasta que la muerte nos separe” u otro compromiso; el meñique me recuerda al encargado de unos futbolines que frecuentábamos hace unas decenas de años cuando dejábamos de ir a clase e ibas a jugar unas partidas eternas de futbolín mientras el dedo meñique del encargado Antonio, de uña muy larga, golpeaba con precisión la ceniza de una cigarrillo eterno de Bisonte, el rubio de la época, y cuando él creía que no le veía nadie, para hurgarse la nariz con delicadeza de violinista, cuando no el cerumen de una de su orejas.
Un tiempo pasado lleno de anécdotas lejanas a las de ahora donde los dedos, además de servir para teclear el ordenador, sirven o para equivocarse al apretar un botón o para lo mimo que hacia el encargado Antonio. Cosas de los dedos.
Mientras relato estas tonterías, lejos de mi la preocupación por Castilla y León, salvo si acaso por el pueblo de Rueda, a once leguas andando que iba mi abuela hasta Medina del Campo (Valladolid) donde vieron la luz mi abuela y mi madre (que, aunque no tenga nada que ver con esto, me acabo de acordar y creo que se esta manera doy testimonio que se dice ahora). Sigo con los dedos. Faltaría el pulgar que ya se sabe que ahora se usa mucho para decir algo así como OK, todo bien.
Sin embargo, este lenguaje de gestos dedil no le sirvió para nada a Gimeno, un tipo al que yo conocía, y que asistía como espectador un jueves en el antiguo cauce del río, ahora verde y lleno de runners (o sea, tipos que corren) a la feria de compra y venta de ganado caballar (lo cuento porque Paco Grau me ha reenviado unas fotos de ese lugar de entonces y yo me he acordado del pobre Gimeno).
Gimeno estaba allí oyendo como unos señores de etnia gitana (mucho cuidado el cómo se dicen ahora estas cosas) daban cuenta de las bondades de un burro que se movía nervioso, con cierta furia para ser un burro (que se sepa que antes de su presentación se le introducía por el ano al burro una barrita de pimienta lo que le ponía a tono) cunado Gimeno llevado por una picazón en la cabeza levanto la mano derecha y se rascó y aquel gesto fue tomado por una compra. Solo sé que se acaba la paciencia del editor y se me acaba el espacio y solo añado que se lo tuvo que llevar y al día siguiente se le murió en una posada de cerca del mercado Mosén Sorell de Valencia.
No sigo salvo para decirle que esto lo cuento en una novela mía de cuyo título no me acuerdo, pero es cierto. Cuidado con el gesto que usted va a hacer.

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Por Carlos Pajuelo

Sobre el autor

Profesor emérito Universidad, escritor , publicitario y periodista. Bastante respetuoso con los otros. Noto la muy mayoría de edad física. Siempre me acuerdo de aquello de "las horas hieren y la última mata" y para aquel que trate de averiguar que significa esto ; cada uno que crea y piense lo que quiera


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