DELICIAS VIAJERAS.
NO SIEMPRE EL VIAJE ES IDÍLICO Y EN OCASIONES TE FALLA EL INTESTINO
Una costumbre que no hay que dejar de lado es leer y si usted lee este diario mejor y si además me lee a mí el goce es extremo, pero comprendo que puede ocurrir que usted no tenga ganas, o tiempo, de darse un garbeo por las noticias y se diga: “es que todos los días lo mismo”; violencia de género, baños en Ibiza de algún famosete en bañador tangero, accidentes etc. No vale la pena”.
Lo comprendo y lo asumo y por eso yo leo por usted, si me lo permite, aunque ya sé que usted es mayor y sabe leer solo y yo le felicito, porque hay gente que todavía no sabe leer e incluso se sabe que hay gente que no sabe hacer la O con un canuto.
Bien, vale, diga usted lo que tenga que decir y no plantee un plan de lectura Marzá, que parece usted el conseller Marzá.
He leído que un avión ha sido zarandeado en pleno vuelo Ibiza Londres por una tormenta eléctrica y que el respetable lloraba, vomitaba, se tiraba al suelo – no sé cómo porque con lo estrecho que es el espacio entre asientos- y el final de sus vacaciones idílicas en el extranjero les servirá para recordar, en el invierno de la niebla londinense, mientras apuran un gintonic , aquella tormenta y el miedo pasado.
Otra noticia da cuenta de que los pasajeros de un crucero de lujo – a 50.000 euros por barba por 104 días de lujo, días de vino y rosas y expansión- se han tenido que encerrar 10 días por si los piratas les atacaban al atravesar el Golfo de Adén, el mar Arábigo, y la nave se convertía en un oscuro barco con las luces apagadas por la noche y los bares del barco cerrados, para desgracia de los numerosos bebedores que en la barra encuentran camaradas.
Un respiro profundo, mejor un suspiro, llena mi pecho y no solo no he pagado el billete de ese avión perseguido por el rayo que no cesa, ni la pasta gansa de un crucero luxury que iba de Sidney a Dubai sino que doy gracias a que solo me rasco un par de picotazos del mosquito tigre, supongo, ajeno a los repelentes que te lo prometen todo y luego nada.
A veces me molesta ese grupito de adolescentes erasmáticos que intercambian experiencias a voz en grito- pese a estar unos al lado de otros- mientras liban extrañas y exóticas bebidas como es el tinto de verano o dejan el rastro de su micción cervecera en las rudas esquinas de nuestra mediterránea tierra, agostando el palmeral.
Comprendo que arrinconarse frente a un libro, leer con fruición viajes de exploradores de antaño, abrigarse un poco porque el aire acondicionado te toca hasta el carraspeo la garganta no es bueno; no es bueno porque no practicas habilidades sociales con el vecino de toalla y sombrilla y no te deleitas con la mezcla de olores de crema antisolar de última generación con la tortilla y la ensalada de cebolla y pepino, que te recuerda la época del merendero y la moral a caballo (
algunos que lean esto no saben lo que es eso de la moral, pero prometo hablar del tema).
Nada como ahorrarse una pastizara no pagando billetes de transporte peligroso, ni comprando apartamentos exclusivos frente a la mar océana, esa misma donde acampan a 10 metros multitudes quitándose la arena de los pies y cambiándose sus bañadores haciendo ejercicios gimnásticos para evitar que se le vean las corvas y dos horas más tardes alegres mesnadas de familias poniéndose morados a pie de paseo marítimo y
zampando entrepanes que para sí los querría cualquiera, aunque
estuviese en Ibiza.
Y tú no estás en la terraza porque te has ahorrado 500 mil euros del ala. Y la hermosa luna nocturna es igual para todos.
No debes querido lector romper la tradición. En todo caso piensa que cada día que no emprendes un viaje más allá de la calle donde vives, ahorras dinero y sinsabores y siempre puedes inventarte, como todos, experiencias y relatos
extraordinarios…ojo que has de cuidar el correspondiente bronceado. No problem. Hay pomadas para todo.
Te has ahorrado una pasta y unos miedos. La playa está abierta siempre
y es gratis. Seguiré informando mientras me dejen y pueda”.